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Las noches eran mucho más tranquilas ahora que no había forma de que Atenea irrumpiera en mis sueños, transformándolos en pesadillas.
Jungkook nos aseguró que ella estaba encerrada ahora, y seria así por un largo tiempo, al menos hasta que Hera, su madre, decidiera lo contrario.

Por supuesto que el alivio que sentí fue inmediato, así mismo Yoongi lucía más tranquilo.

Pero los días transcurrían y ahora nos encontrábamos al límite, con tan solo cinco días de convivencia restantes. Y esperaba no fueran los últimos, Hoseok mencionó que, al estar encerrada en esa celda, todo lo que hizo en el pasado se debilitaba lo suficiente como para desaparecer, y por ende la maldición podría romperse sin mayor dificultad.

Aunque las dudas y el temor de que no fuera así persistían, ambos jugueteábamos alrededor del otro, manteniendo nuestra cercanía cada que nos era posible, me empeñé en mostrarle la historia del país, las monedas de cambio, cosas básicas para que pudiese pasar desapercibido en la sociedad.

Sin embargo, Yoongi se limitaba a asentir y agradecer cada que nueva información llegaba a su mente. Su sonrisa no llegaba a iluminar su mirada, y no había nada que temiera más que eso.

Él también tenía miedo, mucho más que yo por supuesto, después de todo era su integridad la que estaba en riesgo aquí.

No había forma de darle consuelo, tampoco me atrevía a asegurarle que todo estaría bien, no podía hacerlo. No porque no quisiese, de ser por mí le prometería el mundo entero, pero la realidad es dolorosa e incierta.

La realidad nos obliga a mantener los pies en la tierra aun si lo que queremos es desconectar.

Miré el calendario que se posaba en la pared junto al reloj en la cocina.
Los 60 días que le permitían estar conmigo vencían justo a finales de este mes, mayo. Y no sabía cómo sentirme al respecto con el eclipse lunar que aparecería esa noche.

Mis pensamientos fueron disipados cuando sus brazos rodearon mi cintura, apegándome a su cuerpo en un cálido abrazo.

-Hey-Saludó.

Solté una risita cuando comenzó a repartir una serie de besos desde mi hombro a la curvatura de mi cuello.

-Hey-Devolví el saludo después de beber un poco de agua.

Nos mantuvimos en silencio, ciertamente el silencio nos rodeaba a menudo conforme los días pasaban.

Aclaré mi garganta cuando sentí su cuerpo tensarse, el calendario era lo único que llamaba su atención ahora.

-¿Qué te gustaría hacer hoy?-Pregunté con falsa tranquilidad.

Él inhaló en silencio, para después girar mi cuerpo hasta que estuvimos de frente, me miró fijamente con una sonrisa ladina.

Mis mejillas se calentaron cuando dio un apretón a mi trasero sin aviso.

-Me gustaría comer-Se burló, inclinándose hasta besar mi clavícula con insistencia, ladeé el rostro para darle un mejor acceso, aunque me arrepentí poco después cuando dio una mordida.

-¡Oye!-Grité quejándome, golpeando su hombro. Se rio y retrocedió, solo para acorralarme entre la encimera y su cuerpo.

-No hay nada más que quiera hacer, en realidad, ya has hecho suficiente.

Su rostro se ensombrecía conforme hablaba, pasó una mano por su cabello, desordenándolo para así apartar su mirada de la mía.
Mordí el interior de mi mejilla al sentir incomodidad en mi pecho.

Desde que las semanas se iban reduciendo días había comenzado a doler. Y no había nada que pudiera hacer para aliviar la tensión en mi cuerpo.

El chico del cuadroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora