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Las pesadillas habían cesado, pero Yoongi insistía de igual modo en velar por mis sueños todas las noches. No podía culparlo realmente, la impotencia que debía sentir al no poder hacer nada más por ayudarme en ocasiones parecía superarlo. Y ni me permitía el pedirle que dejara de hacerlo, seria hipócrita de mi parte siendo que yo no me detuve ni una sola de las ocasiones en que lo pidió.

En cuanto recuperé energías dos días después del suceso con el Minotauro pude explicarle mi conversación con Hoseok. Al principio parecía suspicaz, sin mostrar emoción alguna ante aquello. Sin embargo, entendía que era su manera de protegerse a sí mismo. No quería presionarlo ni mucho menos convencerlo de que esta era una gran oportunidad, porque ni siquiera yo estaba segura de lo que podría ocurrir.

Los días transcurrieron hasta convertirte en semanas. Aprovechábamos el tiempo lo mejor que podíamos, disfrutando de nuestros cuerpos, pero también conversando, conociéndonos mejor. Conviviendo lo mejor posible.

Había una fingida calma entre ambos, ya que la tensión que nos provocaba el saber que podíamos ser convocados en cualquier momento por Eros y Ares no era una sensación agradable.
Fingíamos estar tranquilos para no preocupar al otro, pero en ocasiones simplemente el silencio reinaba al estar perdidos en nuestros pensamientos.

Los nervios y las dudas me abrumaban constantemente, ¿Habría una forma adecuada para lidiar con esto? No lo sé con certeza. Pero a estas alturas no había oportunidad de flaquear.

Fuese lo correcto o no, por motivos solidarios o personales, ese par de Dioses estaban de nuestro lado, y por ahora me aferraba a la esperanza de que serian más que suficientes para lidiar con Atenea.

Las noches transcurrían en completa calma, pero al mismo tiempo se sentían como una eternidad. Ella era capaz de muchas cosas, no dudaría ni un segundo en hacerme daño. Lo ha hecho en medio de mis sueños, convirtiéndolos en pesadillas de las que no hay forma de escapar a menos que un factor externo intervenga. La primera vez Yoongi se encargó de despertarme, pero la segunda, aunque él me llamó una y otra vez, no me fue posible escucharlo, de no ser por la intervención de Hoseok, bueno, no quiero ni pensar en ello. Las lágrimas y el miedo me abrumaban lo suficiente como para provocar ataques de pánico.

Y fue de este modo que el tiempo transcurrió. Yoongi aprendía cosas nuevas del mundo, indagaba en internet sobre el pasado, se llenaba de conocimientos de todas las épocas a pesar de haberlas vivido por sí mismo.
Cuando fuimos conscientes de ello, el rastro de 42 días nos tomó por sorpresa.

-El tiempo vuela cuando te diviertes-Había dicho Yoongi por la mañana había cuando caímos en cuenta del plazo que teníamos encima.

60 días eran los que la maldición le permitía salir del cuadro, para después verse inmerso de forma inevitable en la oscuridad.
Es por ello que no lo presione de ninguna forma para hablar sobre la maldición, suficiente teníamos con el ansia de ser llamados.

-Deberíamos salir hoy-Sugerí antes de adentrarme al baño para cepillar mis dientes.

No recibí más que un quejido adormilado de su parte y la manera en que golpeaba las sabanas con sus pies mientras buscaba una posición más cómoda.

Bufé al tiempo que llevaba el cepillo a mis labios, procediendo a cepillarlos con calma mientras observaba mi reflejo en el espejo.

Las ojeras permanecían ahí, aunque no tan notorias como anteriormente. Mi cabello estaba bastante alborotado por nuestro encuentro y había unas cuantas marcas en mi hombro izquierdo.
Negué con la cabeza, y una vez satisfecha con mi labor, enjuagué mi boca con agua.

-Debemos salir-Dije con firmeza, adentrándome en la habitación-No puedes desperdiciar un día tan lindo como este-Reproché, acercándome a él y tirando de su pierna.

El chico del cuadroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora