El chico del cuadro

22

Abrí mis ojos con lentitud, sintiéndolos hinchados por las lágrimas que derramé antes de poder conciliar el sueño. El reloj en la mesita indicaba que faltaban un par de minutos para las cuatro de la mañana. Bostecé, sintiéndome molesta conmigo misma por despertar tan pronto.

Me acomodé sobre mi espalda, viendo directamente hacia el techo de mi habitación. El departamento se encontraba en silencio, algunos autos pasaban en las calles, y el sonido se llegaba a filtrar con moderación, pero las manecillas del reloj eran lo que en su mayoría me estaba sacando de quicio.

El dolor en mi pecho hizo aparición, de inmediato llevé a mi mano a la zona, como si de ese modo pudiera quitar la sensación que todas estas emociones provocaban.

La chica de la que Yoongi se enamoró había muerto. Él nunca mencionó haberla perdido de ese modo, y ciertamente, no podía sentirme molesta u ofendida porque no lo haya dicho. Respetaba completamente su manera de llevar las cosas. Y entendía sobre todo el hecho de que no creía necesario el contarme su historia.

Él no tenía la esperanza de librarse de su maldición, al menos no desde aquel suceso.
Según el orden de las cosas, Brina la chica que estaba enferma, fue quien se encargó de hacerle frente a Atenea, en consecuencia murió por ella. Con la intención de liberar a Yoongi terminó probablemente sufriendo más que por su propia enfermedad.

Eso explica por qué Yoongi es tan reacio a confiar en las personas. Por qué se dedica a admirar la luna todas las noches. Es consciente de que pasara un buen tiempo hasta que pueda salir al mundo.

Aquellos pensamientos provocan que las lágrimas empañen mis ojos y terminen recorriendo mis mejillas.

Charlotte fue la segunda chica que ayudó a Yoongi, aquello no debió terminar bien, pues la maldición sigue presente.
Y Jin de algún modo conoció a ambas chicas, trató con ellas y sabe la manera en que se desarrollaron los hechos.

Sin poder estar más tiempo entre las paredes de mi habitación, me reincorporo cubriendo mi cuerpo con una pequeña manta.
Mis pies no hacían sonido alguno al ir descalza. Mi mirada se clavó en el cuadro, vacío. Una pequeña sonrisa se hizo presente en mi rostro, pero en realidad el llanto quería incrementar.

Me encaminé hacia el balcón y, tal y como esperaba, Yoongi se encontraba con la vista fija en la luna llena de esta noche, debido a la hora la temperatura era baja. Hacía frío y él parecía disfrutar de la sensación de la brisa contra su rostro.

Fue entonces que me percaté de que sus labios se movían, confundida e intrigada avancé con cuidado de no llamar su atención. Mordí el interior de mi mejilla, aferrando la manta a mi cuerpo con inseguridad.

Le pedí espacio, le pedí que me diera un momento para pensar y aclarar mi mente, y aunque él ahora mismo pueda estar haciendo lo mismo aquí estoy, con la intención de espiarlo.
Sintiéndome realmente mal por entrometerme di media vuelta, pero su voz llegó hasta a mi. Al principio me estremecí, creyendo que me había atrapado en un acto tan deshonesto, pero en cuanto me giré para disculparme llena de arrepentimiento noté que en realidad, seguía hablando con la luna.

-Ella es realmente linda-Lo escuché reír justo después, su voz sonaba un poco más ronca.

Aun dudando pero más curiosa que antes me las arreglé para quedar en la pared continua a las puertas del balcón, asegurándome que mi manta no haría sonido alguno por las repentinas ventiscas.

-Quiere ayudarme-Soltó de repente, y pude imaginarlo haciendo una mueca-Es algo que agradezco, pero ha sucedido algo en la tarde. ¿Sabes? Apolo estaba ahí, en realidad ella trabajaba para él, asumiré que el muy canalla no volverá a aparecer por aquí-Bufó.