44

974 103 36
                                    

Decir que estaba destrozada emocionalmente es poco.
Los días transcurrían de forma extraña. Tan rápidos por las mañanas y tardes, y tan lentos en la noche, cuando me encontraba sola.

El silencio en casa se sentía antinatural. De vez en cuando las risas de Yoongi llenaban mi mente y las lágrimas surcaban mis mejillas sin previo aviso.
Era fuerte, por supuesto. El mostrar tus emociones en realidad te convierte en alguien valiente, pues no todas las personas están dispuestas a mostrarse vulnerables. Un acto tan humano y, aun así, nos avergonzaba tanto.

Un mes había transcurrido desde entonces, junio estaba llegando a su fin y con él, la llegada de mi ansiado pago en mi trabajo.
Había costado sobreponerme desde que Yoongi desapareció, lloré días enteros, incapaz de levantarme de la cama si quiera.

El ducharme se sentía como una tortura, el intentar salir lo fue aun más.
Para mi sorpresa, cuatro días después de la inminente despedida Jin apareció en mi puerta, avergonzado.

Me ofreció ayuda para conseguir empleo, y esta vez no dudé en aceptar, ya había estado mucho tiempo sin nuevos ingresos. Debido a su reputación en el mundo terrenal no le fue muy difícil asignarme un puesto en una boutique en el centro de la ciudad.

Tenía prestigio y mis diseños agradaron casi al instante, aunque podía deberse principalmente a la influencia de Jin.
Después de eso, no tuve contacto alguno con el resto de los Dioses, Jungkook o Hoseok.

Comenzaba a plantearme si había sido real y no una loca fantasía producto de mi imaginación.
Pero la tienda de antigüedades frente a mi me recordaba que todo lo acontecido ocurrió. Que hace un mes estuve en compañía de un chico increíble, pero por desgracia, su libertad le había sido arrebatada de forma vil.

Mi mente era un caos y mi consciencia no me dejaba ver lo que sucedía en realidad. Era un revoltijo entre el pasado y el presente.
Durante mis días de descanso busqué en todas partes, en todas las tiendas donde podría haber cosas viejas y peculiares.
El cuadro podría aparecer en cualquier lugar, pero nunca en la misma ciudad.

A este punto creí que mis lágrimas se habrían extinguido por completo, pero siempre encontraban la forma de brotar.

La noche en que todo ocurrió, después de llorar por lo que me pareció una eternidad en la sala completamente desnuda, decidí que lo menos que podía hacer por mí misma era limpiarme. Tenía que asearme, mi cuerpo pedía a gritos descanso, sumirme en la oscuridad y dormir hasta que hubiese tenido suficiente.

No cedí, le había prometido a Yoongi que cuidaría de mí, y ese sería el primer paso.
Grande fue mi sorpresa cuando, al revisar, no solo encontré mis fluidos, si no esperma.

Creí que lo habíamos logrado entonces, pero fui ingenua, de ser así, Yoongi estaría conmigo.


***



Mis pasos se detuvieron frente a la tienda, el clima había empeorado de forma repentina cuando salía del trabajo, sabía que comenzaría a llover en cualquier momento y, por ende, la mejor idea era regresar a casa.

Aunque no pude hacerlo, tomando una profunda inhalación abrí la puerta del local, siendo recibida por el olor a cosas viejas.
El chico de la otra ocasión se encontraba riendo con una chica, ambos inmersos en su burbuja como para percatarse de mi presencia.

Sonreí ante la vista y, saludando rápidamente, comencé a recorrer los estantes de la planta baja, los latidos desenfrenados en mi pecho anunciaban la ansiedad que sentía.

Los golpes de gotas contra el cristal llamaron mi atención, miré por la ventana. La lluvia había empezado.

Las personas corrían ahí afuera, buscando refugiarse de la fría lluvia, aunque el clima era templado podías enfermar en un descuido.
Volví mi atención a los estantes, nada llamaba mi atención realmente.

El chico del cuadroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora