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Silenciosamente abrí la puerta, corroborando que no hubiese nadie cerca. Y por nadie me refería al chico que, por alguna extraña y tal vez diabólica razón terminó fuera de su ¿Cuadro?

¿Es que acaso eso tenía algún sentido?
La mujer que me atendió me había asegurado que las piezas de esa sección en particular no tenían ninguna de las maldiciones ni efectos extraños que el resto de la tienda, pero no fue así, y ahora estaba bastante asustada porque, ¡Había un chico desconocido en mi departamento!

¿Qué demonios debía hacer ahora?

De manera sigilosa salí de la habitación, topandome con una sombrilla a un costado. La tomé entre mis manos con fuerza, pese a que estas temblaban debido al miedo y nerviosismo que sentía y me provocaba esta situación. Tomé un profundo respiro y después de armarme de valor me encaminé a revisar cada una de las habitaciones de la planta alta.
No había nada, tampoco se escuchaba ningún ruido verdaderamente sospechoso, por lo que no tuve otra opción que bajar otra vez.

Sin embargo no sabía si debía sentirme aliviada o asustada cuando me percaté que no había nadie, que estaba completamente sola, como siempre, y que, de algún modo puede que el sueño me haya jugado una mala pasada.

Subí a paso lento debido a la confusión que sentía, ¿Enserio había sido capaz de soñar con aquella extraña situación? 

-Solo necesito dormir-Me dije a mí misma al tiempo que entraba de nuevo en mi habitación, cerrando la puerta tras de mí sin llegar a ponerle el pestillo, porque, al final si había sido solo mi imaginación no tendría de qué preocuparme. 

Me acosté en mi cama, bostezando al tiempo que miraba el techo, no demoré mucho para que el cansancio se hiciera presente y pudiera al fin descansar. 

***

Abrí mis ojos lentamente, aún no amanecía del todo, tomé mi celular de la mesita que estaba a un lado y, entrecerrando los ojos debido al brillo y al mismo tiempo quejándome por este miré sin ganas la hora; 8:34 am. Odiaba no ser capaz de dormir hasta tarde los fines de semana, siendo estos mis únicos días libres y en los que podía relajarme un poco con respecto a mi trabajo, estaba tan acostumbrada a estar despierta desde antes, y por ende me había acostumbrado a tal punto. 

Miré a mi al rededor, primero debía darme una ducha, pesé a que lo hice ayer debido a la fuerte lluvia me gustaba asearme antes de realizar alguna actividad, por más insignificante que esta fuera. Después tendría tiempo de hacer el desayuno y revisar si hacia falta comprar algunas cosas, aún debía comprar tela para las prendas pendientes. 

-¿Qué otra cosa falta?-Me pregunté en voz baja, al instante me aclaré la garganta, tenía la voz ronca y me ardía. Lo único que me faltaba era resfriarme. 
Después de estar analizando mi existencia por una considerable cantidad de tiempo opté por levantarme, de manera lenta y perezosa pero lo logré. 
Tomando las prendas necesarias para no salir en toalla de la ducha me dirigí a la misma con el propósito de asearme y, ya saben, las necesidades básicas de cualquier ser humano. 



Una vez terminado todo esto, y con el cabello completamente mojado, me decidí a que la ropa interior que usaba era buena y no abría ningún problema con cruzar el pasillo de ese modo hasta regresar a mi habitación, después de todo, estaba sola, vaya, demasiado deprimente y solitario para mi gusto, o al menos, eso era lo que rondaba por mi cabeza. 

Tarareaba una de las canciones del momento, era divertido hacerlo, de ese modo podía acallar mis pensamientos que se empeñaban solo en recordarme que tenía cosas mejores por hacer. 
Iba de esa forma a mi habitación, concentrada en secar de manera adecuada mi cabello con la toalla, para no esparcir gotas por el suelo ni llegar a maltratar mi cabello. 

En cuanto me adentré a la habitación un pensamiento me hizo sentir un remolino de emociones, que incluso llegó a mi estómago, haciéndome sentir incomoda de repente. 

Miré el cuadro que compré el día interior. El grito de sorpresa que escapó de mis labios seguramente lo escucharon mis vecinos, pero eso pasaba por completo a segundo plano ahora mismo. 
¿Qué no se suponía que solo había sido un mal sueño? ¿Cómo era posible que hubiera tal hueco en un cuadro?

Miré aterrada a mi al rededor, optando por cerrar la puerta de un portazo y, en esta ocasión, asegurándome de poner el pestillo, en el proceso, debido a la manera brusca y rápida de mis movimientos terminé por tirar la toalla que tenía sobre los hombros, quedando en esta ocasión más expuesta. Mi pulso estaba acelerado por el susto y por las acciones anteriores, pero supongo que esta se altero mucho más cuando de manera inesperada y tomándome por sorpresa una voz masculina se escuchó, erizandome el cuerpo. 

-Mierda, sin duda ahora puedes arrojarme lo que quieras. 





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El chico del cuadroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora