Capítulo 12: Anuncios.

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Capítulo 12: Anuncios.

Un choche pitó detrás del suyo, haciéndole saber que el semáforo ya estaba en verde y que podía continuar conduciendo. Dejó su teléfono móvil en el asiento del copiloto después de contestarle un mensaje a Harry rápidamente y aceleró el vehículo para seguir adelante.

Iba conduciendo hacia la academia de baile. Era lunes. Esa mañana su jefa -o ex jefa- le había llamado para pedirle que fuera esa misma tarde a su ahora antiguo trabajo para arreglar las últimas cosas antes de que ella partiera a América y cerrara el lugar. Bárbara aceptó. Aprovecharía para despedirse de sus niñas.

El coche de atrás parecía llevar mucha prisa hoy, porque pitó de nuevo aún cuando ella estaba conduciendo casi sobre el límite de velocidad, haciéndola sentir una anciana causante del amontonamiento de tráfico. Decidió dejarlo correr y seguir conduciendo tal y como lo estaba haciendo.

Pero aquel fastidioso conductor pitó de nuevo.

El enfado la llevó a bajar la ventanilla y sacar la cabeza por ella. Gritó al coche de atrás:

— ¡Estoy sobre el límite, gilipoll...!— cerró la boca y amplió los ojos al reconocer al "conductor" fastidioso.— Oh... ¡Hola, señora Hernández!— soltó una risa nerviosa, metió de nuevo la cabeza en su coche y aceleró, esta vez sí sobrepasando el límite de velocidad.

Hizo una mueca de preocupación. Pero después de todo, ¿qué más daba? Esa mujer ya no era su jefa. Su teléfono vibró en el asiento copiloto, informándole de que Harry le había mandado un mensaje. Luego lo miraría. Movió el piercing de su lengua de un lado a otro, un tanto nerviosa. Hoy tendría que despedirse de sus alumnas. Después de pasar con ellas tres días a la semana, dos horas por día, era imposible no tomarles cariño.

Sobre todo a Ariel y a Luisa. No podía despedirse de Ariel y Luisa.

Llegó a la calle de la academia y estacionó el coche en su habitual plaza. No pudo evitar preguntarse si sería la última vez que aparcaría su vehículo allí. Por muy estúpido que sonara, eso le creó una sensación de nostalgia.

Bajó y anduvo a paso firme hacia la puerta de su antiguo trabajo. Al entrar en la sala de ensayos, observó que todas sus chicas (de todos los turnos) estaban ahí. Seguramente las habrían citado a todas para anunciarles que cerrarían la academia.

Tras de salir de sus pensamientos, se fijó en que las niñas la miraban con fascinación e incluso algo de admiración. Frunció el ceño ligeramente, ¿éstas eran las jóvenes que pasaban de ella cuando les decía que se callaran y prestaran algo más de atención a los movimientos? Nunca la habían mirado —ni tratado— así. A lo mejor ya estaban enteradas de que ya no sería su profesora e igual pensaban que la echarían de menos. Una del grupo de las adolescentes se acercó sonriente a ella.

— Profesora, profesora.— la llamó.— ¿Es verdad que eres la novia de Harry Styles?

Oh.

Todos en la sala la miraban, esperando atentos su respuesta. De eso se trataba. Toda esta gente había leído aquel artículo de aquella revista de cotilleos. Todos lo sabían.

Las niñas lo sabían, las adolescentes lo sabían, Manuel —el señor de la limpieza— lo sabía.

La señora Hernández llegó y se acercó a ella con una sonrisa.

Oh, la señora Hernández lo sabía.

Después de dos años trabajando aquí, nunca le había dirigido una sonrisa. Nunca. Esa mañana le dice gilipollas y le sonríe. Algo iba mal con esa mujer.

El chico del ascensor » EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora