Capítulo 8: Pink Floyd.

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Capítulo 8: Pink Floyd.

Después los dos se quedaron en silencio, observando Madrid bajo el cielo oscuro. No era un silencio incómodo, ambos estaban sumidos en sus pensamientos.

Shine on you crazy diamond, de Pink Floyd.— Harry rompió el silencio.

Bárbara lo miró interrogante. Harry no lo sabía, pero se parecía a ella más de lo que pensaba.

— Mi canción favorita. Te quedaste dormida antes de esperar mi respuesta.— explicó. Bárbara hizo una mueca graciosa, que hizo que él sonriera.

— Oh, ¿volvemos a las preguntas? Por cierto, lo siento por eso. No fue nada educado.— le sonrió.— Pink Floyd mola.

— Sí. Me toca a mí, quiero saber tu segundo nombre.— exigió.

Ella alzó las cejas y lo miró divertida por su tono sargentón.

— ¿Quién dice que tengo?— él la miró fijamente.— Está bien, mi segundo nombre es Marie.

— Bárbara Marie Sánchez.— él lo probó en sus labios.

Ella no pudo evitar preguntarse por qué un nombre tan simple como el suyo, sonaba tan especial con la voz de Harry.

— Ajá.

— Pero, ¿por qué Marie, en inglés? ¿Por qué no Bárbara María? Eres española.

— Bueno, en realidad pasé gran parte de mi infancia en casa de mi tía, en San Francisco. ¿Por qué te crees que sé hablar inglés tan fluido? Mi tía me quería llamar Marie, pero al final me puso el nombre de mi madre, y Marie de segundo nombre.

— ¿Por qué te puso tu tía los nombres y no tu madre?— preguntó él.

Bárbara miró a otro lado, sonriendo débilmente. Harry supo que ella no quería hablar sobre eso, y no lo haría. Pero aún así, esperó a que alguna palabra saliera de los labios de la chica. Se formó otro silencio, esta vez sí incómodo.

Harry se fijó en que ella estaba abrazada a sí misma y se daba pequeños pellizcos en los brazos para intentar entrar en calor. Inmediatamente, se quitó su chaqueta y se la tendió. Bárbara lo miró frunciendo el ceño.

— Tienes frío, ¿cómo se te ocurre venir con esa ropa?— le reprochó. Ella sonrió por su tono de padre. Nunca nadie le había hablado así.

Dejó el refresco casi vacío en la cornisa, cogió en sus pequeñas manos la chaqueta que Harry le ofrecía y se la colocó.

— Vengo de ensayar.— dijo finalmente.

— ¿Ensayar? ¿Qué ensayas?

— Oh, bueno, ahora supongo que lo hago para despejarme. Antes era profesora de baile y coreógrafa en una academia, pero la van a cerrar.— musitó.

Él recordó entonces los desafortunados acontecimientos que había tenido Bárbara en su vida el día que se conocieron. Parecía que ella lo estaba llevando bien.

— ¿Cómo llevas todo?— se quiso asegurar. Ella suspiró.

— En realidad no estaba enamorada de él, ¿sabes?. Quiero decir, sabía que algún día se acabaría, ni yo misma me veía envejeciendo con él. Soy muy joven, no voy a pasar mi vida con el novio de los 17 años. Entre otras cosas porque, como he dicho, no estaba enamorada de él. Pero sí le quería. De todas formas, no me voy a encerrar en mi habitación a llorar por eso. Me llevaré muchísimas más decepciones en la vida, tengo que saber sobrellevarlas.

Le estaba contando sus problemas a un casi-extraño. ¿Por qué confiaba en Harry? A penas lo conocía, pero le generaba una extraña confianza. Ahora mismo se sentía como una vecina anciana y solitaria que cuando le pides sal para cocinar, te cuenta toda su vida.

Sin embargo, él la miraba como si fuera fascinante. Como si de verdad la admirara.

— Eres muy fuerte.— le dijo.

Ella miró hacia abajo, sonrió y negó con la cabeza.

— No me sobrevalores, Harry.— le pidió.— Porque te fallaré.

Harry sacudió la cabeza.

— No, Bárbara, te estás fallando a ti misma. Eres tú la que se está infravalorando.

La peliazul se giró y lo miró atentamente, con expresión neutral. Él estaba con el ceño ligeramente fruncido y la boca entreabierta, esperando una respuesta. A pesar de su expresión medio-enfadada, a Bárbara le pareció hermoso. Harry tenía una belleza incondicional. Daba igual la expresión que tuviera en su cara.

Salió de su ensimismamiento y dejó de mirarlo. Tenía las manos frías, así que las metió en los bolsillos de la chaqueta de Harry en un intento de calentarlas. Se encontró con un gorro marrón de lana en uno de los bolsillos. Lo sacó, se lo puso en la cabeza a sí misma y se giró para mirar a Harry con una sonrisa infantil llena de falsa emoción.

Él suspiró. Quería seguir hablando con ella sobre su baja autoestima, porque él de verdad quería que aquella peliazul se valorara como era debido. Pero como siempre, ella cambió de tema.

Finalmente sonrió al verla, le quitó el gorro de la cabeza juguetonamente y lo escondió en su costado.

— ¡Ey!— Bárbara se quejó. Intentó recuperar el gorro, pero Harry se levantó para huir de ella.

Sin embargo, no se dio por vencida. Corrió y saltó sobre la espalda de Harry, que reía por lo realmente loca que estaba Bárbara. Ella estiró los brazos para coger el gorro, pero él lo alejaba más. Sus pies no tocaban el suelo, estaba totalmente apoyada en su espalda, con los brazos sobre sus hombros.

Hasta que se hizo hacia atrás, rendida, para bajarse de él. Pero no calculó bien, y quedó justo con los pies en el borde de la cornisa. Bárbara amplió sus ojos. Se iba a caer hacia atrás, pero —gracias a sus envidiables reflejos— Harry la cogió y la abrazó contra su cuerpo.

Él respiraba pesadamente y aún tenía expresión de puro pánico. Mientras que ella reía como una loca aún entre sus brazos. El ojiverde la miró asombrado.

— ¿Cómo puedes reírte? ¡Te podías haber caído!— ella siguió riendo, y él la contempló más cerca de lo que habían estado nunca. Reía echando la cabeza hacia atrás y con los ojos cerrados. Era tremendamente guapa.- Mierda Bárbara, me he asustado mucho.

Cuando dejó de reír, exclamó:

— ¡Deja de preocuparte por lo que podía haber pasado y alégrate por lo que no ha pasado, Styles!

Él sacudió la cabeza. Era increíble. Bárbara miró la hora en su teléfono, alejándose de los brazos de Harry. Las 5 y media de la madrugada.

— Creo que es hora de volver a casa.

Asintió. Volvieron a saltar la valla y bajaron de nuevo por el ascensor. Una vez en la calle, Bárbara se quitó la chaqueta para devolvérsela, pero él se lo impidió. En realidad quería asegurarse de que la vería otra vez. La chica le dio un beso en la mejilla como despedida y comenzó a andar.

— ¿Harry?— lo llamó cuando anduvo unos cuantos pasos. Él se giró hacia ella.

— ¿Sí?

— Gracias por no dejarme caer.— dijo antes de marcharse.

Harry supo que no se refería a la cornisa.

———————

¡Hola! Siento no haber subido antes, pero ni tengo tiempo, ni mi estado de ánimo es el mejor. Cuando escribía, me salía todo demasiado triste. Además, he tenido muchos problemas con Wattpad para subir. Al menos este capítulo es algo más largo. ¡Espero que os guste!

-Magda.

El chico del ascensor » EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora