«Soy egoísta, impaciente y un poco insegura. Cometo errores, pierdo el control y a veces soy muy difícil de lidiar. Pero si no puedes lidiar conmigo en mi peor momento, definitivamente no me mereces en el mejor». - Marilyn Monroe.
Aseguraos de haber leído el anterior capítulo antes de leer este.
Capítulo 54: Oreos.
— No.
— Sí.
— Edward...
— Marie...
Se miraron a los ojos retándose. Amarillo contra esmeralda. Bárbara estrechó la mirada aún más y apretó los labios con fuerza.
— ¿Qué estás haciendo?— preguntó él divertido al ver su mueca de concentración.
— Shhh.- lo calló.— Estoy intentando penetrar en tu mente para hacerte cambiar de opinión.
Harry soltó una carcajada.
— Pues no funciona.
Bárbara chasqueó la lengua y miró al paquete de oreos con deseo.
— ¿Sabes que dicen que la mayor prueba de amor es darle tus oreos a la persona a la que quieres?
— ¿Quién dice eso?
— Pues mucha gente. Yo, por ejemplo.— argumentó.
Él lo meditó y finalmente le tendió el paquete de oreos a Bárbara. Ella sonrió con emoción pero cuando fue a cogerlo Harry lo retiró.
— Primero un beso.
Harry había estado besándola mil veces por motivos totalmente estúpidos en la última hora. Por tener el pelo azul, por dejar una caja de pizza tirada en el suelo, por estar despeinada... Estaba destruyendo su norma de no besos sin razón de peso, pero ¡qué más daba!. Es decir, eran besos de Edward. Por sus besos era capaz de romper una estúpida norma creada por sus propias rarezas.
— Sabes que eso es chantaje, ¿verdad?— inquirió, con falsa indignación.
— Si no me obligaras a llegar a estos limites...— respondió él con dramatismo.
La peliazul soltó una carcajada y rápidamente estampó sus labios con los de él. Bueno, realmente sólo los rozó, pero fue suficiente para que la guardia de Harry bajara y le permitiera arrancarle el paquete de galletas de la mano. Lo levantó y con la mano libre hizo el signo de victoria. Cuando vio que el ojiverde se disponía a quejarse, corrió y se sentó en el sofá.
Harry resopló y la miró. Bárbara se había duchado y después se había puesto una camiseta suya. Eso no era un problema. El problema era que se había puesto solo una camiseta. La prenda era lo suficientemente grande como para que no enseñara nada, pero sus pequeñas piernas en ese momento parecían más largas que nunca. Y su pelo despeinado echado sobre su rostro la hacía ver demasiado bonita para estar tan desarreglada.
Sacudió la cabeza y se sentó en el otro extremo del sofá. Bárbara comía una oreo mientras observaba sin mucha concentración la televisión, ya que cada pocos segundos lo miraba a él de reojo.
Finalmente, al ver que él la analizaba con algo de lujuria y un brillo tentador en sus ojos, abrió una oreo por la mitad y sacó su lengua. Lamió la crema con sensualidad y la mirada fija en Harry. Él se atragantó con su propia saliva y comenzó a toser sin control. Ella formó una sonrisa discreta.
Cuando Harry se hubo recuperado de su ataque de tos Bárbara volvió a lamer la galleta, pero esta vez con un poco más de rapidez.
— ¿Quieres?— le preguntó con inocencia, pero totalmente consciente de lo que causaba en él.
Harry se volvió atragantar.
Ella finalmente soltó una risita y se puso en pie. Se dirigió a su lado del sofá y se sentó a horcajadas sobre él. Harry recordó el día que habían estado exactamente en la misma posición y cómo se sintió exactamente igual de aturdido.
— Me has hecho pasar unas semanas muy... muy malas. Lo sabes, ¿no?— susurró ella en su oído.
— Marie...— balbuceó.
— Calla.— ordenó mientras se apretaba más contra él.
Harry intentó besarla con desesperación pero ella se lo impidió totalmente. De verdad lo estaba castigando al no poder tocarla (ella estaba sujetando sus manos) y sólo consiguió volver a balbucear.
— Me estás matando...
Ella sonrió como si eso fuera exactamente lo quería oír. Como si realmente quisiera verlo sufrir.
— Oh... ¿Sientes impotencia?— dijo con un tono de voz escalofriante.— ¿Debilidad, tal vez? Así me he sentido yo durante semanas.
Él intentó hablar, pero Bárbara también se lo impidió. No obstante, esta vez fue porque metió su lengua en su cavidad bucal sin ningún reparo. Lo besó con furia y rabia pero con pasión. Siempre con pasión.
Harry, lejos de sentirse culpable, recibió su beso con necesidad. En cuanto se separaron, Bárbara fue a decir alguna de las suyas pero Harry la interrumpió.
— Te quiero.
La peliazul abrió la boca y la cerró. Repitió el proceso una vez más pero no encontró nada que decir. Prácticamente él ya le había dicho que la quería antes, pero oírselo decir directamente era todo un shock. Era como lo más bonito que había oído nunca. Dos simples palabras. Ojalá pudiera grabarlas mentalmente y ponerlas en repetición por el resto de su vida.
Habló mordiéndose la sonrisa y con los ojos brillantes.
— Yo también te quiero.
— Ahora mismo estás más bonita que nunca.— musitó él, mirándo tan de cerca sus ojos.
Ella sonrió más ampliamente aún por su halago. Pensaba que era la primera vez que se creía un cumplido de su parte.
— Excepto por la mancha de oreos aquí.— continuó Harry, limpiándole con su dedo pulgar el poco polvo negro que había sobrevivido a su beso.
Bárbara chasqueó la lengua.
— Eso estuvo cerca de ser bonito. Menos mal.— miró su reloj y declaró:— Hora de la muerte, 11 y 17 de la noche.
— ¿Muerte de quién?
Ella puso los ojos en blanco como si fuera obvio.
— Del romanticismo, idiota.
Él soltó una carcajada y Bárbara sólo admiró cada movimiento que hacían los músculos de su cara al reír.
— Me gusta tu risa ronca...— susurró pasando delicadamente sus dedos por donde estarían las cuerdas vocales de Harry. Pudo notar a través del tacto de su mano cómo su nuez de Adán subía y bajaba al tragar saliva.
Y ahí acabó la paciencia de Harry. No pudo más. Se levantó de golpe para dirigirse con ella colgando a su habitación. La peliazul, sorprendida por su repentino movimiento, se agarró a sus caderas con sus piernas para no caer contra el suelo.
— Siempre te cuelgas de mi como un koala.— comentó divertido.
Bárbara alzó las cejas.
— ¿Pensando otra vez en koalas, Edward? ¿Debería preocuparme?
— No.— besó su nariz con ternura.— Tú eres mi koala favorito.
————————
Ok. Bien. Son demasiado monos para mí y para la humanidadd.
Vale, ahora es cuando hay tema y yo lo corto porque soy así de insoportable. Pero es que sinceramente no tengo ni idea de como escribir eso, así que lo siento si el próximo capítulo resulta una catástrofe. Prometo hacerlo lo mejor que pueda y todo eso.
¡Besos!
- Magda.
ESTÁS LEYENDO
El chico del ascensor » EDITANDO
FanfictionBárbara no es como las demás chicas. Si a primera vista destaca por su cabello azul, cuando la conozcas no será eso lo que más te sorprenderá sobre ella. Es impredecible, loca, y vive la vida de una manera que muchos no entenderían. No ve revistas n...