Capítulo 55: Ellas tenían razón.

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Capítulo 55: Ellas tenían razón.

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Harry anduvo hasta la habitación de la peliazul. Abrió la puerta con los pies —ya que sus manos no habían desperdiciado la oportunidad de posarse sobre el trasero de Bárbara— y se adentró en el cuarto. Para su sorpresa, la chica dejó de mirarlo con una sonrisa tonta y se inclinó para besarlo.

Recibió su boca con lujuria y la saboreó con total deleite. Las dedos de Bárbara se deslizaron por su nuca para llegar a su cuero cabelludo, erizándole la piel en su camino. Ella tiró sin fuerza de sus rizos, despeinándolo aún más de lo que ya estaba.

Se separaron únicamente para que ella le sacara la camiseta a Harry por la cabeza y él avanzó a tientas por la habitación para llegar hasta la cama. Cuando notó el colchón contra sus piernas posó a la chica encima de él, alejándola de sus labios. Bárbara se alzó sobre sus codos, le sonrió traviesamente y lo atrajo hacia sí para empezar a besarlo de nuevo, esta vez despacio y con suavidad pero igual de excitante. Entre besos, se acostó nuevamente en la cama sin soltar por un segundo a Harry, haciendo que él se acomodara encima de ella.

Si en ese momento Harry ya se sentía incapaz de poder pensar en algo que no fuera Bárbara, cuando ella dejó sus labios, se separó un poco de él y tomó la cinturilla de su pantalón mirándolo directamente a los ojos se autoconvenció de que era totalmente imposible. Sus ojos estaban más amarillos que nunca, dándole un toque salvaje y asemejándola a un felino. Su pelo totalmente despeinado y sus labios hinchados y rosados le hicieron contar los segundos para poder volver a besarlos.

A Bárbara, por el contrario, se le amontonaban los pensamientos de tal manera que no podía ordenarlos ni procesarlos, pero no le importó. Se dedicó a bajar el pantalón de Harry mirándolo con toda la sensualidad que pudo y con una sonrisa de medio lado. Sonrió aún más al notar que a él se le cortaba la respiración.

Tiró la prenda a cualquier lugar de la habitación y Harry no le dejó hacer nada más. Cogió sus muñecas con fuerza y las dejó encima de la almohada. La peliazul jadeó cuando él delizó las manos por sus piernas hasta llegar a su ropa interior.

De pronto, Harry empezó a reír incontronablemente.

— ¿Qué...?— empezó a preguntar, pero se interrumpió a sí misma al darse cuenta de lo que ocurría.— Oh, mierda.

Harry se hizo a un lado en la cama y siguió riendo sin parar.

— ¿Hello Kitty? ¿En serio?— consiguió balbucear.

Bárbara hinchó las mejillas.

— Son las más cómodas para las actuaciones y me dan suerte. Además, esto no era precisamente lo que yo planeaba hacer esta noche. — respondió enfurruñada. Eso sólo hizo que él riera más.— ¡Para ya! ¡Qué manera de cortar el rollo!

El chico, consciente de que el resto de su noche estaba en juego, dejó de reír al instante. Bárbara levantó una ceja al darse cuenta.

— Son las bragas más sexies que he visto en mi vida.

La peliazul soltó una carcajada por su mentira. No dispuesta a perder más tiempo, ella misma se quitó la ropa interior y le sonrió a Harry. Éste se despojó rápidamente de su camiseta que cubría el cuerpo de la chica y se apartó de ella para admirarla.

Observó maravillado que los lunares que tanto se llevaron su atención el día que la conoció también se extendían por su busto. Ella lo miraba a él también con el deseo evidente en su mirada, la boca entreabierta respirando pesadamente y el pelo azul cayendo sobre su cara. Dios mío, ella era realmente preciosa.

El chico del ascensor » EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora