Capítulo 41: ¡Por los viejos tiempos!

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Capítulo 41: ¡Por los viejos tiempos!

Cuando Bárbara despertó, Harry aún estaba durmiendo. Tuvo que poner todos sus esfuerzos en abstenerse de comenzar a pegarle por verse jodidamente bien, aún dormido y babeando sobre la almohada.

Edward era la clase de persona que convertía la baba en algo sexy. Y eso la enfurecía. ¿Cómo podía gustarle en él, algo que en los demás consideraba asqueroso?

Se levantó con cuidado para no despertarlo y anduvo de puntillas hasta que tropezó con su propia maleta y cayó al suelo provocando un gran estruendo. Quedó tumbada en el suelo frío sin moverse, totalmente adolorida. Cerró los ojos con fuerza y maldijo en español.

- ¿Marie?- oyó decir a Harry, con la voz tremendamente ronca.

Levantó una mano y la sacudió para que él la viera desde arriba de la cama.

- Aquí.- musitó, con voz queda.

- ¿Qué haces en el suelo?- le preguntó él. Se notaba que hacía esfuerzos por no reír.

- Me he caído.- contestó enfurruñada, mientras se levantaba. Él soltó una carcajada.- No te rías.- se quejó.

- Lo siento.- se disculpó él, pero se le oía divertido.- ¿Estás bien?

- Me duele el culo.- llevó una mano a su nalga y la frotó con una mueca de dolor.

Ésta vez Harry rió abiertamente. Bárbara lo fulminó con la mirada, cogió unos vaqueros cortos, unas medias negras rotas y una camiseta que ancha y echó a andar hacia el gigantesco baño, a donde quería ir en un principio. Se duchó, se puso las prendas que había preparado y cuando salió, Harry aún estaba tumbado en la cama mirando algo en su móvil.

Le ordenó que se vistiera y él, como un sumiso, obedeció. Una hora después y con Harry cubierto por una capucha y unas gafas de sol, salieron a dar un paseo.

La fascinación en la cara de Bárbara era más que evidente. Cualquier cosa normal y corriente que podría encontrar perfectamente en España, a ella le encantaba. ¿El por qué? Harry no tenía ni idea. Y tenía el presentimiento de que ella tampoco lo sabía.

A Bárbara le brillaban los ojos cuando sonreía. Sonreía a todo el mundo, incluso a los desconocidos. Iba andando por las calles, radiante. Cada persona que se cruzara con Bárbara, recibía una sonrisa. Como si ella regalara un tesoro a cada uno. Sí, eso es -pensó Harry- La sonrisa de Bárbara es un tesoro.

También pensó que una sonrisa suya sería capaz de arreglarle el peor de sus días a cualquiera. Bárbara irradiaba felicidad al exterior, pero la cuestión era: ¿Ella contenía felicidad en su interior?

Eso no lo tenía tan seguro. Podía ver en el fondo de sus ojos una sombra de tristeza. Pero cada vez que intentaba saber más de sus problemas, ella cambiaba de tema con rapidez. Quería saber mucho más de la peliazul, pero ella no se lo permitía.

Un par de fans reconocieron a Harry y lo pararon para echarse unas fotos con él. A Bárbara no le importó. La peliazul siguió mirando todo a su alrededor. Divisó una tienda de souvenirs y anduvo hacia ella, pero antes avisó a Harry. Eso de avisarlo en realidad no le hacía nada de gracia. Se sentía como si le estuviera pidiendo permiso, como si él fuera su padre. No obstante, a pesar de que no le agradara, no era plan de irse sin decirle nada y que él se asustara.

Entró en la tienda y lo miró absolutamente todo, con interés. Encontró una bola de nieve que tenía dentro una figura del Big Ben. Perfecta para ampliar la colección de sus padres. Sonrió y la movió de un lado a otro y observó cómo los puntitos blancos y la purpurina caían sobre la pequeña figurita. Llevó el objeto hasta el mostrador, donde una amable señora se lo envolvió con plástico de burbujas para que no sufriera daños. Le pagó y salió fuera, en busca de Harry.

Siguieron andando hasta que llegaron a un parque. Era muy bonito, pero estaba algo solitario. Tan sólo había una abuelita con su nieto pequeño.

La peliazul se distrajo por un instante y sin poder evitarlo, sus ojos viajaron hacia las piernas de Harry. Se mordió el labio. Esos pantalones le quedaban jodidamente bien. Sin pensarlo, golpeó con la palma de su mano el trasero del chico. Éste se giró sorprendido y ella, divertida, rió. Pero él no iba a dejar las cosas así, y corrió hacia Bárbara.

- ¿Qué piensas hacer, Edward?- le preguntó ella, cuando lo vió acercarse.

El ojiverde no respondió, sólo pasó un brazo por debajo de sus rodillas y otro por su torso y la alzó. Bárbara rió y chilló que la bajara, pero él hizo caso omiso. Golpeó el trasero de la chica y ella protestó, dándole manotazos en el pecho.

- ¡Te doy de tu propia medicina, pequeña!

A Bárbara le dio un vuelco el corazón al escuchar el mote que le puso él aquel día en la azotea. Dejó de reír y pasó una mano por los rizos de Harry. Él cerró los ojos, pero ella no lo pudo ver por las gafas de sol que llevaba.

- ¡Mira, abuela, mira!- gritó un niño, rompiendo el momento.

Él sonrió y finalmente dejó a la peliazul en el suelo. El pequeño se tiró del tobogán y su abuela aplaudió.

- ¡Qué tiempos!- exclamó la anciana con nostalgia.- Cuando yo era joven, me divertía mucho tirándome por el tobogán.

- Aún lo puede hacer.- le comentó Bárbara a la mujer. Ésta la miró como si estuviera loca, al igual que Harry.- ¿Desde cuando la diversión tiene una edad? Si quiere tirarse por el tobogán, ¡hágalo!

Harry la miró con admiración. La abuela le sonrió, emocionada.

- ¡Llevas toda la razón! Voy a hacerlo. ¡Por los viejos tiempos!- terció.

- ¡Claro que sí, joder!- la animó Bárbara cuando la anciana se dispuso a subir por las escaleras del tobogán. Ésta se giró al oírla y le recriminó:

- No digas palabrotas.

***

- No pensé que se fuera a tirar de verdad.- reconoció la peliazul.

- Yo tampoco.- dijo Harry mientras cerraba la puerta de su casa.

- Si hubiera sabido que se iba a romper un brazo no la hubiera animado.

Él rió. Le pasó un brazo por los hombros y la abrazó de forma reconfortante.

- No te culpes.- le susurró.- Al menos se divirtió.

- Ya...- murmuró ella.

- ¿Qué te apetece hacer?- le preguntó, más para cambiar de tema que por otra cosa.

- ¿Te soy sincera?- cuestionó. Él asintió.- Me muero por ver un partido de fútbol y beber cerveza.

Harry sonrió, ladeó la cabeza y declaró:

- ¿Dónde has estado toda mi vida?

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¡Buenas! Espero que os guste este capítulo, sinceramente, no sé cuánto tardaré en subir de nuevo. Si antes tenía poco tiempo, ahora que han acabado las vacaciones prácticamente no tengo. Pero siempre sacaré ratitos libres para escribir.

Para las lectoras de T.O.C. (Transtorno Obsesivo Compulsivo): no sé cuándo la seguiré, de momento prefiero centrarme en El chico del ascensor. Pero no la voy a borrar ni nada por el estilo, sólo que no subiré tan a menudo. Sé que diréis: joder, si los capítulos (si a eso se le pueden llamar capítulos) son cortísimos. Sí, pero si hago algo, lo hago bien y dedicádole el tiempo que se merece.

¡Besos!

- Magda. M.

El chico del ascensor » EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora