D i e c i o c h o

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Evan

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Evan

—Tenemos que hacer unos estudios más, una punción lumbar, para asegurarnos que no ha hecho metástasis —escucho que le dice el doctor a mamá.

Y mis ojos se centran en ella, luego la veo asentir con lo que creo es una mezcla de ansiedad y preocupación. Entonces, casi como si fuera un milagro recuerdan que estoy aquí y ambos me miran con los ojos llenos de algo, desvió la mirada solo para que lo que hay en sus pupilas no me alcance.

—Una metástasis es… —empieza el médico. Y las entrañas se me enfrían por la simple mención de esas palabras. Aprieto la mandíbula.

—Sé lo que es una metástasis —lo corto serio, descansando la cabeza en la almohada.

Entonces el doctor se aclara la garganta y aleja sus ojos de mí solo para llevarlos a mi mamá de nuevo.

—Solo es un estudio —vuelve a decir el hombre y ella le da algo que parece el indicio de una sonrisa que nunca se forma del todo.

—Gracias, doctor —añade ella con un asentimiento.

El hombre de bata blanca se voltea solo para mirarme un segundo, me da una sonrisa de labios apretados que no me ayuda en nada. Luego se marcha.

Y mi mamá se queda ahí de pie, sin moverse, su pecho se eleva en un respiro, entonces sé que seguramente está reuniendo todas las fuerzas que le quedan para ponerse la máscara de siempre. Esa que también uso con lo de papá, y que ahora usa conmigo.

Luego, voltea para mirarme y sus ojos grises me perforan, llega a mi lado y se sienta en esa silla incómoda de siempre, luego entrelaza sus dedos con los míos y noto su agarre fuerte sobre mí.

Por un momento siento que no hay nada que debamos decirnos.

Acto seguido la noto respirar profundo, su cabeza se sacude ligeramente.

—Hoy tienes visitas —me dice mamá y sé por el tono de su voz que intenta aparentar como siempre.

Las cejas se me fruncen de inmediato.

—Mamá —agrego con precaución y ella me medio sonríe.

—Oliver me dijo que quería venir a verte —es lo único que responde y yo inspiro profundo.

Lo que me faltaba.

—¡Mamá! —me quejo y ella me mira entrecerrando los ojos.

—Evan, ese chico, Oliver, estaba preocupado por ti, y es un buen muchacho —dice tratando de convencerme —además, me cae muy bien, es buen niño, amable y agradable…

—Por eso te agrada, porque es todo lo que yo no soy —se me sale en un murmullo.

—Corrección; todo lo que tú no eres cuando estás de mal humor.

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