T r e s

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Hallie

Las mañanas siguientes, después del día de cita de mis padres, siempre son… muy incómodas.

Me siento junto a Lori en el comedor, está comiendo ese cereal de colores que tanto nos gusta… Tomo la caja y me sirvo el mío. A mis espaldas, cómo todos los días después de su cita, mamá parece una ama de casa modelo; poniendo la cafetera mientras tararea una canción y portando el mandil floreado que solo se pone los lunes...

¿Por qué nada más lo usa ese día?

Ni idea.

Lori y yo tenemos una teoría, pero es tan incómoda y asquerosa que es mejor no pronunciarla en voz alta.

Un segundo después, papá baja las escaleras, y el escenario es similar a todos los demás días…, pero más intenso.  Sonríe abiertamente cuando la ve de espaldas, se acerca hacia ella y cuando mamá se percata de él, aún con la taza de café entre ambos, los dos se miran por largo tiempo antes de besarse. De. Lengua.

Se sientan en el comedor en medio de sonrisas raras… Y Lori a mi lado rueda los ojos avellanados.

—Estamos comiendo —se queja.

Y papá bufa ante su comentario, pero aún así puedo verle la sonrisita escondida cuando toma un sorbo de su café.

Cuando pasan algunos minutos sus ojos reparan en mí. Y ya de antemano sé qué quiere decirme al ver esa mirada.

—Y cómo les va con las clases de manejo? —pregunta él y sus ojos miran de mamá a mí.

Es un mal día para hacer esa pregunta, y lo sé por qué cuando es un día normal mamá puede darse el lujo de guardarse algunas cosas, algo como: tome dinero de tu cartera, la comida es comprada y Hallie no quiere manejar…

Pero hoy no. Hoy no puede hacer eso. Este día son más leales que nunca.

—Bueno…—dice mamá, a la deriva.

Lo dirá, sé que lo dirá.

—Aún no… estoy manejando —aviso, pero ni siquiera levanto los ojos para mirarlo.

Silencio.

Alguien suspira fuerte y profundo… creo que ha sido él. Agacho la cabeza.

—Hallie —Me llama y el esfuerzo que hago para mirarlo a los ojos es de verdad muchísimo —No lo hago para que te sientas presionada, pero ¿Cuándo aprenderás a conducir?, tienes diecisiete, necesitas tu permiso…

—Pronto lo haré, de verdad…

—Eso espero —contesta él, luego su pecho se infla por otro respiro sonoro —. Créeme que cuando uses el auto y te sea de utilidad te vas a preguntar por qué no lo hiciste antes, así que, deberías intentarlo.

Más BrillanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora