V e i n t i t r e s Pt. 2

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Hallie

—¡Vanessa! —la llamo divisando su figura entre la gente que esquivo.

No obstante, ella no se voltea. Y mi corazón no deja de latir apresuradamente en mi pecho. Me relamo los labios con nerviosismo y vuelvo a recitar su nombre.

Pero no pasa nada, pues Vanessa no se gira hacia mí aunque sé que me escucha, ya que la gente a nuestro alrededor nos hecha un vistazo, desconcertados.

Inhalo aire. Casi quiero correr y detenerla, pero sé que por la forma en la que me miró, bueno, nos miro, no es buena idea.

¡¿Qué exactamente fue lo que vio?!, Me pregunto. Aunque sinceramente no quiero saberlo.

Respiro profundamente y luego exhalo. Los ojos se me cierran solo un segundo para evocarlo.

Ay Evan…

Me obligo a tener la mente encajada y la sigo y solo veo que disminuye el paso cuando hemos llegado al área del estacionamiento.

Entonces, solo se detiene, pero no me da la cara, estando detrás de ella noto su postura rígida y los puños apretados. Me trago la bola de nervios que amenaza con ahogarme en la garganta y trato de calmar mi corazón.

Mis ojos se clavan en su espalda como cuando esperas que un monstruo no esté bajo tu cama.

Luego, por el rabillo del ojo lo vislumbro, un chico rubio me mira de soslayo mientras busca algo en los bolsillos de sus pantalones. Me doy cuenta que viene con ella cuando ve que sus ojos viajan de mi a Vanesa, es como si, con un interés obvio tratara de asociarnos.

¿Es el chico con el que dijo que salía?

Me sacudo los pensamientos. Eso no importa para nada ahora.

—… ¿Vanessa? —pregunto en un hilo de voz.

Y nada me prepara para lo que viene. Se voltea hacia mí con brusquedad y ahí está de nuevo, esa mirada que parece juzgarme y condenarme.

Bajo los ojos por instinto.

Entonces la percibo acercarse solo un paso y casi quiero retroceder y largarme de aquí, pero no puedo. Por qué hasta para eso soy cobarde.

¿Qué dirá ella si lo hago?

—En serio, Hallie. Por él es que ya no quieres salir con Brad. Por él es que pones miles de pretextos para no salir con nosotros —me reclama con voz dura. Trago grueso.

La pedrada me ha caído, tiene buena puntería.

—No… él es mi amigo —logro decir. Y cruza los brazos sobre su pecho en lo que creo es desaprobación.

—Si, ya vi que son muy amigos —comenta, recalcando cada palabra para que me pese.

Y yo me quedo sin habla. Cuando sus ojos logran fijarse en los míos, casi puedo sentir todas las malas sensaciones, por mi bien me obligo a hablar.

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