O n c e

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Evan

—¿Te sientes bien, cielo? —me pregunta mamá, asoma su cabeza por mi puerta entreabierta.

Quien sabe cuanto tiempo ha estado ahí.

—Sí —mi voz suena más seca de lo que pensé, me aclaro la garganta para agregar algo —Todo bien, no te mortifiques ma.

No volteo a verla, cuando creo que se ha ido, escucho su voz de nuevo.

—No bajaste a desayunar —Hizo una pausa —Si necesitas algo para las náuseas, puedo buscar algún medicamento…

Lleno mis pulmones de aire, esta vez decido optar por negar con la cabeza.
Antes de que un ruido me avise que la puerta se ha cerrado, la escucho murmurar que me traerá un poco de comida, a continuación lo único que oigo es un suspiro.

Me deshago del trago amargo y vuelvo a lo que estaba haciendo. Creo que me gusta ver más cuando las fotos que tomo están reveladas, pues a veces dejándolas en mi cámara o laptop se sienten tan irreales, y es que hay millones de imágenes así, pero cuando las tengo enfrente, justo entre mis manos, sé que he estado en todos esos lugares y que son todas mías.


Más tarde, cuando al fin consigo apartar los ojos de la casa de al lado, me recuesto sobre la cama. Mi vista se pierde en cada objeto y espacio de la habitación.

Luego, fijo la mirada en la comida que está en el escritorio, esa que mamá ha traído y he dejado enfriar sin un poco de atención.

Voy por ella y me detengo solo para observarla, esperando así que todos los ángulos en la que la miro, uno me parezca lo suficiente apetecible para comerla.

Cuando no puedo hacer que me llame la atención, me hago la idea de que dormir será bueno. Regreso a la cama y me acomodo sobre esta.

Pero el sueño no llega, y ahí acostado la pregunta que tantas veces me he hecho vuelve a acosarme.

¿Cómo se enteró?

Me tallo la cara y suelto un gruñido de frustración que no sale del todo bien, pues las manos en mi rostro han amortiguado el sonido.

A continuación, me dedico a repasar todo lo que tenga que ver con ella, aunque sé que no es necesario porque no hay alguna manera consciente ni inconsciente de que lo haya sabido por mí. De eso estoy seguro.

Luego, después de minutos, mi mente me manda la respuesta. Mamá. Solo eso es suficiente para que recuerde ese día en el que baje y no la vi, fue esa tarde donde su sonrisa y sus ojos se veían diferentes… como antes.

Aprieto los dientes y siento mis manos hacerse puños, luego, con la respiración alterada, trato de controlarme. Si fue ella o no, al fin de cuentas, ya nada importa.

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