T r e i n t a Pt.2

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Evan

—¿Has tenido novia? —me pregunta.

Luego se lleva la botella de agua, que hemos comprado antes en una estación de servicio, a la boca.

Suelto la cámara y dejo que cuelgue por el asa en mi cuello, volteo a mirarla, Hallie toma asiento sobre la cajuela del auto.

Recarga los brazos hacia atrás para sostenerse y sus piernas pálidas cómo de porcelana lisa se cruzan…

Carraspeo la garganta, nervioso. Luego retiro la mirada.

—¿Debería preocuparme la pregunta? —cuestiono acercándome y ella niega con la cabeza, divertida.

Se mueve en el maletero de vehículo, palmea un lugar a su lado y recarga la espalda sobre la luneta del carro.

—Bueno, a juzgar lo que paso la otra vez, creo que debo estar informada si algún día me sucede algo… ¿parecido?—explica cuando ya estoy a su lado.

Me recargo, miro hacía el cielo, la luz del sol amenaza con desaparecer, no tarda en oscurecerse.

—No hay exnovias insistentes, si te lo preguntas—le digo, me paso las manos por el pelo. —Tuve una novia una vez, fue hace muchísimo... Y me gustaba una chica antes de que me diagnosticaran leucemia la primera vez, eso es todo.

—¿Y qué paso? —pregunta, pegándose a mi lado para que le cuente.

Ambos nos sonreímos.

—Pues salió conmigo —le digo sin un ápice de emoción.

Sus cejas se fruncen.

—Aja… —me insta a decirle. Y me quedo callado a propósito, sus ojos se achican, pasa un brazo sobre mi abdomen, rodeándome. Luego sus piernas torneadas se enredan en las mías. —¡Dime!

Mis comisuras se alzan.

—¡Bien! —le digo con voz cansada, aunque la verdad me encanta que se haya puesto tan cerca. —Fue… fue esa etapa dónde todos los que había conocido alguna vez eran mis amigos. Donde la chica en la que me había fijado solo quería “solucionar los asuntos pendientes que teníamos” aunque en realidad nunca hubo nada. —me encojo de hombros —las desgracias a veces vuelven más interesantes a las personas al parecer.

—Que horrible

—Lo es —le doy la razón, acariciándole el rostro que está a unos pocos centímetros del mío.

Sus dulces ojos me miran por lo que un buen rato.

—Cuándo me gradué, te voy a llevar a mi baile de graduación —comenta, y cuando estoy dispuesto a responderle, pone uno de sus dedos sobre mis labios —Y no es una pregunta —termina.

Y lo único que hago es mirarla, me sonríe ligeramente, y yo no puedo contener mis manos para tocarla, sus ojos parecen querer cerrarse cuando le cepillo los labios rosas con el pulgar, la yema de mis dedos alcanza su cuello. Luego viajan, se entretejen con su cabello dorado y se deslizan.

Sus labios toquetean los míos, me besa como ella, suave y cálido.
Su respiración tibia me calienta. Sus manos se pasean por mi espalda y me acarician, su toque parece traspasar la ropa, la siento hasta en la piel.

Desaloja todo mis pensamientos, gime sobre mis labios y me aturdo, el corazón me late tan rápido que incluso podría escucharlo.

Nos separamos, despacio, como si nuestras bocas necesitaran desenlazarse. Sus ojos, que se ven tan intensos me regresan la mirada. 

—Esta oscureciendo…—susurra, pero se detiene, nerviosa.

Tal vez fue demasiado…

Asiento hacia ella. Le doy una sonrisa sincera para estabilizarla. Luego, pongo distancia entre ambos, cierro los ojos solo un segundo e inhalo profundo para desintoxicarme de ella y me bajo de la cajuela.

Más BrillanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora