C a t o r c e

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Hallie

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Hallie.

El gimnasio cobra vida los días de juego.

Los colores de ambos equipos adornan las paredes y algunos de los estudiantes.

Las porristas se dedican a hacer su enérgica  coreografía, obvio sin faltar todas las piruetas y lanzamientos en el aire que dejan con un jadeo de preocupación a más de uno.

Me aguanto una risita cuando la botarga de la escuela las imita de una manera más exagerada y… ¿sensual?

En fin. El equipo rival ya hace del lado opuesto de nosotros. De fondo se escuchan los sonidos de las risas y aplausos de los demás estudiantes.

Vane y yo estamos en medios de las gradas para así poder ver todo el juego. Ella los escogió. Según Vane estos son los mejores asientos. Y le creo, de verdad hay una buena visión de todo.

Cuando escucho que la oleada de animaciones se ha intensificado, volteo la cara hacia donde aparecerán los jugadores.

El entrenador es el primero en verse, un momento después los chicos se hacen presentes entre gritos y aplausos.

Y en el momento en que unos ojos color marrón se fijan en mí desde la cancha, trato de darle mas de mi animo  sonriéndole y aplaudiéndole como una loca.

A Brad se le suben las comisuras de la boca en respuesta. Acto seguido, los entrenadores llaman a sus respectivos jugadores.

Minutos después, el partido comienza.

Creo que los primeros diez minutos son demasiado parejos, pues hay puntos de un lado y el otro.

El siguiente periodo todo va pintando mejor, incluso hay un instante en el que Brad se acerca al aro dispuesto a anotar, entonces Vane se levanta a mi lado como un resorte, gritando su nombre y aplaudiendo al mismo tiempo, me hace seguirla con ánimo y  cuando el punto de Brad cae a favor del equipo, mi amiga se me lanza con un entusiasmo arrollador que al final se me contagia.

Aun abrazadas vemos a Brad celebrar su tiro con las manos hacia arriba, luego sus compañeros le revuelven el cabello.

Pasado el rato logramos tener la delantera, y cuando es hora de concluir el partido, el marcador resulta favorecedor para nuestro equipo.

Vanessa otra vez me abraza como si se hubiese ganado la lotería.

—¿Qué tal lo hice? —me pregunta Brad mientras me toma de la cintura para no  estorbarle el paso de los demás jugadores. Estamos frente a la puerta que da a los vestidores.

—Estuviste genial. No sabes como se puso la gente con tu anotación. Creo que me he quedado sorda de un oído.

—Tú… ¿Estas segura? Porque si falle no me darán una oferta. El entrenador nos aviso que iba asistir un representante de la universidad.

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