D i e c i s i e t e Pt. 2

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Hallie

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Hallie.

Detengo el auto en seco.

No siento las piernas y los brazos. Sin saber que hacer mis ojos de inmediato lo buscan, me concentro en su cabello negro rebelde, en su piel que se ve más pálida, veo en su perfil parte de todos esos lunares de su rostro que me gustan, también los ojos azules intensos que han dejado los míos.

Ni siquiera me está mirando.

Entonces noto como el miedo me escala el cuerpo y se aferra a mi como un torniquete. Con un suspiro me obligo a tranquilizarme. Tengo que hacer algo.

—...No, no... no te preocupes —le digo, pero suena horrible y Evan parece que no me escucha. Si no tuviera los ojos abiertos pensaría que se ha desmayado.

No controlo mi impulso. Me estiro hacia donde esta él y llego hasta la hebilla del cinturón de seguridad que no se puso, lo rodeo y después con cuidado se lo abrocho, pongo mis manos frente a él queriendo tocarlo, necesito palparlo para saber que está bien aquí conmigo y que no le pasara nada, sin embargo, no sabiendo como las retiro.

Entonces sé que se viene lo difícil, pero a estas alturas ya ni siquiera me importa.

Piso el acelerador con fuerza y el auto arranca enseguida. Me anclo al volante con miedo y manejo todo el camino sin dejar de acelerar solo para lo prudente.

—¿Quieres que llame a tu mamá? —le pregunto y solo sé que me ha escuchado porque su cabeza se mueve ligeramente. Lo veo sacar el celular de uno de los bolsillos y me dispongo a tener la vista fija en el camino por el bien de todos.

Cuando llegamos a nuestra calle ni siquiera aparco bien, pues el auto queda con las llantas sobre la cera de peatones de mi casa. Levanto la vista y lo primero que veo es a Carol con un enorme bolso y las puertas de su camioneta abiertas. Se dirige directamente a el chico a mi lado. Entonces todo pasa muy rápido, llega en un parpadeo y un sollozo se le escapa de los labios al verlo, sus ojos se han tornado tan tristes en tan solo cinco segundos.

—Él estaba bien, compro algo para usted y de pronto solo vomito, yo no sé lo que paso, no, no me di cuenta de que... —las palabras se detienen de mi boca cuando ella fija sus ojos en mí y niega con la cabeza.

Aun así, eso no ayuda a que el peso en mi pecho se aleje.

Lo hace levantarse del asiento y cuando los veo dirigirse hacia su vehículo, no lo pienso para nada. Me desabrocho el cinturón con las manos y el cuerpo llenos de desesperación, salgo y cierro las puertas del carro, voy directo tras de ellos. Y cuando veo a Evan ya acomodado en el asiento del copiloto, sus ojos azules se fijan en mí y por un momento todo lo malo desaparece, el corazón me da un vuelco, pero entonces su mano se estira hacia mí y me detengo, confusa.

Entonces su cabeza se sacude.

No.

No quiere que vaya. Y algo en mi pecho se derrumba cuando los veo arrancar y alejarse por la carretera.

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