D i e z

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Hallie

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Hallie.

Es cuando voy directo a mi habitación que paso por la puerta abierta de mi hermana, frunzo las cejas y retrocedo hacia ella, me quedo en el marco y me pongo a decidir entre entrar o no.

Al final lo hago.

La encuentro recargada en la cabecera de su cama, tiene las piernas pegadas al pecho y se está depilando la ceja con un pequeño espejo que rompimos de uno de los polvos compactos de mamá.

—¿y esa carita? —dice cuando me siento frente a ella.

Frunzo el ceño.

—No tengo nada —contesto, viendo como se cepilla las cejas con un pequeño peine.

Le están quedando perfectas.

—Parece que viste un unicornio.

—Los unicornios no existen —aclaro. Ella rueda los ojos.

—No me digas —comenta con un sarcasmo que me irrita, luego hace una mueca.—A lo que me refiero es que te ves desconcertada.

No puedo evitar pensar en como el chico que propuso jugar conmigo a mitad de la noche de repente solo se alejó de mí como si acabara de descubrir que apesto.

Me aclaro las ideas con un movimiento de cabeza.

—Todo está bien, no te preocupes.

—¿Segura? O ¿te peleaste con Bradley?

Niego con la cabeza.

—Él y yo no peleamos, Lori.

Eso era cierto. De hecho, no creo que yo pelee con alguien en absoluto.

Ella retiró el espejo frente a su rostro y me miro, como no huyo de sus ojos avellanas, al final suspira.

—¿Quieres ver videos de YouTube? —agrega.

Asiento, sonrió y me tiendo al lado de ella.

La mañana del sábado, cuando bajo a desayunar siento los ojos de mi hermana sobre mí, hay burla y ¿emoción? En sus pupilas avellanas, en respuesta, me encojo de hombros cuando tomo asiento en el comedor.

Lori sabe el noventa porciento de las cosas que me pasan, siempre ha sido de ese modo, así que sí, sabe que me ofrecí en llevar a Evan cuando en realidad ni siquiera había querido tocar ese auto antes.

Raro ¿no?

Algo llama mi atención.
Papá carraspea la garganta después de limpiarse las comisuras con una servilleta. Lo siento mirarme y me pongo tensa.

—Hal, tu mamá y tú van a seguir ahora con el… asunto del auto —me dice y cuando volteo a ver a mamá, ella ya me está sonriendo cálidamente.

La expresión de sorpresa en mi rostro no aparece, no es un secreto que yo soy la que hace que la desesperación de papá explote y fluya por sus venas. Tampoco es un secreto que Lori le agrada más.

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