V e i n t i s e i s

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Evan

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Evan

—¿Por qué no me miras? No es como si estuviera desnudo o algo así —dijo Oliver.

Fruncí el ceño.

Voltee el rostro hacia él debido al comentario. La imagen fue tan clara que entonces supe el porqué no había querido mirarlo.

Ahí, en su sala, su brazo estaba atravesado en una línea de CCIP para quimioterapia. La cabeza calva relucía sin su gorro de siempre, rostro sin cejas, ojeras, palidez… era como ver otro Oliver, también era la imagen de todo lo que me aterraba.

Y no pude evitar sentirme horriblemente mal por él y por pensar así.

—¿Cuántos años tienes? —le pregunté. Sus cejas se hundieron.

—Dieciséis —contesto, confundido. Y yo trague saliva.

Se creó un silencio que me tenso, un chico de esa edad no debería verse así. De hecho, nadie debería.

—¿Sabes qué? ya me tiene harto ese jueguito que tienen —dijo, distrayéndome.

—¿Jueguito?

—Si, jueguito, ese de: nos gustamos, nos queremos comer la boca cada que nos vemos pero no se puede. —Su voz sonaba demasiada extraña.

Sonreí a medias.

—Tal vez, pero…

—¿Pero? —rodo los ojos —contigo siempre hay un pero —se quejo él. —Ella te… ella te corresponde, también te beso. —termino. Y yo resople, por un momento solo pensé en qué no debí de haberle contado eso.

Sacudí la cabeza. Oliver era... algo peculiar. No obstante, eso no impedía que empezaba a distinguir cuáles eran sus sonrisas reales de las falsas. O el porque lanzaba  comentarios que te dejaban desconcertado y, pensándolo con detenimiento… aún así era el único amigo que tenía. 

Gire el rostro de nuevo, él ya me estaba mirando, mis ojos duraron en los suyos solo unos segundos antes de que él los apartara, apresurado.

Me paso la mano por el pelo. No puedo evitar formar una mueca.

—Ella tiene novio.

—Pues yo ya le veo fecha de caducidad a eso.

Respire buscando paciencia.

—Mira, Oliver. No… no soy el mejor partido. No hay mucho que pueda ofrecer. De acuerdo, no… —tome aire. —no la culpo. —termino y noto como hace una mueca al mover el brazo inyectado.

Me abstengo de decirle que no lo haga.

—Evan, lo único que podemos ofrecer en esta vida que valga la pena es amor.

Arrugue la frente.

—… ¿Por qué me estás diciendo esto?

—Es que me das lástima cuando estás triste —contesto Oliver, fingiendo seriedad.

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