T r e i n t a y s e i s

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Hallie

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Hallie

Él ni siquiera me esta mirando cuando nos despedimos… pero yo si lo hago. Le recorro todo el rostro, desde los ojos aún irritados por las lágrimas, que ven hacia el suelo, hasta los labios pálidos.

Lo miro bien, con insistencia, como si en algún momento fuera a decirme todo lo que pasa por su cabeza, porque la realidad es que no quiero dejarlo solo… no ahora, no así.

Pero, no sucede.

Y cuando entro a casa no sé que es lo que me delata, porque en el momento que la puerta se cierra tras de mí, y me quedo de pie ahí sin hacer nada, ella llega como si estuviese esperandome, como si se hubiese propuesto a apresurarse con tan solo oir el sonido de la puerta.

—Te vez horrible —dice mi hermana cuando mis ojos conectan con los suyos.

Y me mira con tanto de algo… que ni siquiera lo pienso al abrazarla, entonces me corresponde del mismo modo, casi en automático.

Me rodea fuerte, de tal manera que me siento como un rompecabezas siendo armado. Me une toda de nuevo. Y como si fuera algo tan sencillo como respirar, lloro. Lo dejo salir porque asi soy yo. Porque a diferencia de Evan yo no puedo encerrarme. Porque lo he notado. Él lo hace. Siempre lo hace.

Me lleva a mi habitación sin decir nada. Y en el momento que ya estamos en ella nos recostamos en la cama, tumbadas boca arriba.

No hablamos, y por un rato solo se oyen mis sollozos entre toda la oscuridad del cuarto, hasta que en cierto momento se convierten en suaves murmullos hasta desaparecer. Luego, levanto los ojos y la miro, solo para darme cuenta que también me esta mirando.

—Sensible y llorona —me dice, sin un rastro de ese tono burlón que siempre usa.

Intento sonreírle, pero no lo logro, apoyo mi cabeza en su hombro y la abrazo fuerte… entonces, ella se deja de nuevo.

Y la disfruto, porque, con mi hermana a lado, el corazón me late más agusto, más tranquilo. Es como estar en casa.

Simple.

Cuando ya es más tarde bajamos las dos hacia el comedor. Entonces me percato de que todo esta en silencio y casi puedo asegurar que más de un par de ojos me miran, aunque yo ni siquiera levanto la mirada… la clavo en el plato, en la comida que sé que no podré comer. Y entonces pienso, pienso en un Oliver que ya no sonríe pero que ya no sufre, en lo que te hace la muerte cuando no te mata… y también, pienso en él.

Cuando todos han terminado la cena, soy la primera en levantarme, aunque ni siquiera he probado nada. Dejo el plato sobre una encimera, fijo la vista en los colores claros de la cocina, entonces todo el día vuelve a reproducirse en mi mente... Nunca había visto que enterraran a alguien bajo tierra, sacudo la cabeza y cuando decido marcharme de ahí, veo su figura.

Mamá.

Me mira con esos ojos verdes que no heredé… entonces me sorprende la velocidad en la que mis sentimientos se rinden ante ella, se acerca, luego sus dedos me acarician el cabello y es casi un movimiento automático cuando me lleva directo a sus brazos, directo a refugiarme en ella, en el hueco de su cuello. Inhalo y exhalo. Su olor me reconforta, lo hace tanto que cierro los ojos y me olvido un rato de todo a mi alrededor y cuando miro hacia la mesa, papá y Lori ya no están.

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