E p i l o g o

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(Meses después del capítulo final)

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(Meses después del capítulo final)

Hallie

El aire se siente aún más fresco en el cementerio.

Me acomodo la bufanda roja alrededor del cuello y miro hacia el frente, justo hacia la lápida gris en donde yace su nombre grabado.

No puedo evitar suspirar y extrañamente, las comisuras de los labios se me levantan ante los recuerdos y aunque no creo que hayan sido suficientes… no sé por qué me pone feliz.

Miro la lápida de nuevo, mis ojos se fijan otra vez en su nombre y la fecha en la que murió. Levanto los ojos hacia el cielo… estoy tentada a pensar que tal vez, cuando morimos, estamos en todas partes.

Cierro los párpados solo un momento, juego con las dos rosas en mis manos y cuando abro los ojos, me encuentro con los colores naranjas rojizos del atardecer.

Ya se está haciendo tarde…

De pronto, sus manos me rodean la cintura y terminan frente a mi ombligo, avisándome su llegada. Giro para mirarlo frente a frente y Evan aprieta su agarre en mi cintura.

—¿Todo bien?

—Si, solo le cambié las flores a mi papá, las que mamá le trajo ya estaban muy secas. —me informa y yo asiento con una media sonrisa.

Sus ojos de cielo dejan de enfocarme para mirar sobre mi hombro. Sé lo que está viendo. Así que deshago nuestro abrazo y me pongo a su lado. Nuestras manos se buscan casi al instante.

—¿Crees que a Oliver le hubiera importado que ahora esté usando su estilo? —dice y creo que instintivamente se toca el gorro negro que trae sobre la cabeza.

Ni siquiera pienso la respuesta.

—Definitivamente. —contesto.

Y él se ríe, entonces yo también lo hago.

—… Luego trataría de coquetear contigo ¿No?

—Si y luego yo tendría que rechazarlo de manera sutil porque, bueno, tú sabes, él era menor que yo...

—¿Solo por eso? —Pregunta y yo no puedo evitar desplegar una sonrisa lenta.

Alzo la mirada y él baja la suya. Nuestros ojos se encuentran.

—Sí… ¿por qué otra cosa más lo rechazaría? —le digo.

Pero él solo me sonríe enorme y mi sonrisa también se ensancha.

Por un rato ninguno de los dos dice nada.

Entonces su mirada también se fija arriba en el cielo. Creo que está pensando lo mismo que yo.

—Se está oscureciendo.

—Lo sé —añado, entonces le tiendo una de las rosas blancas que hemos traído.

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