T r e c e

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Hallie

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Hallie.

Cuando regreso a casa no hay rastro de mis padres en el primer vistazo.
Camino por la sala y me muevo hacia la cocina, recitando un “ya llegue”.

Como no veo señales de vida en la planta de abajo, me encojo de hombros y subo las escaleras.

Camino por el corredor y me detengo en el lumbral de una habitación con luz tenue que se cuela bajo la puerta.

Ella y yo tenemos un acuerdo, que aunque no esta hablado, ambas sabemos que no están prohibidas nuestras habitaciones.

La veo acostada y pegada a la pared, el celular esta frente a su rostro y creo que unos auriculares cuelgan de sus orejas con múltiples perforaciones.

Llego hacia el pie de la cama y me recuesto en el espacio a su lado para luego subir una de mis piernas sobre ella y abrazarla lo más fuerte posible.

Logro lo que quería, Lori empieza a retorcerse.

—¡No! ¡Ya suéltame!

—Dame un besito, hermanita —le digo acercándole mis labios recién humedecidos hechos piquito.

La veo hacer una mueca exagerada.

—¡Ay no! ¡Que asco!.

Me ataca en defensa y yo la imito ya no con tanta valentía, así es como después de retorcernos, hacer movimientos bruscos contra la otra y golpes suaves terminamos nuestro pequeño show apartándonos lo más posible

—Se nota que estas muy enferma. —le digo de manera agitada.

Aunque no le veo el rostro debido a la escasa luz de la lámpara sé que ha rodado los ojos.

—Me cure milagrosamente —contesta como si nada.

La miro con los ojos achicados.

—¿Por qué mentiste?

Sé que el lunes es el día más odiado por ser el principio de una laaarga semana, también sé que de seguro hay muchísima gente que pone pretextos para salvarse de el. Pero, algo me dice que no es por eso.

Pues ayer después de que acabara su partido de mediodía, mi hermana empezó a sentirse terriblemente mal, en palabras de ella.

Y  para cuando papá y mamá regresaron de su noche de cita, ella los convenció con ese don de hija menor, de no ir a la escuela porque estaba muy, pero muy enferma.

Aja.

—No quería verlo —responde y sé a quien se refiere.

Nathan.

Doy un suspiro.

—La cita no fue mala —agrego recordando todos los detalles que me conto.

Entonces, levanta la cabeza tan rápido que su acción me toma desprevenida. Fija sus enormes pupilas avellanas en las mías.

Más BrillanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora