C i n c o

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Hallie.

Nunca me ha gustado lastimar a nadie.

Cuido los gestos de mi cara en situaciones desagradables, elijo bien mis palabras cuando estoy enojada y puedo asegurar que a cada paso que doy verifico que nadie salga herido.

Pues creo firmemente que lastimar a quienes queremos es como romper un pedazo de nuestro propio corazón.

Y aunque Lori dice que no puedo cuidar eso y que no está en mis manos, siempre me esmero en que todos a mi alrededor estén… bien.

Aun cuando a veces yo no me sienta de ese modo.

Y es que, no me agradan algunas cosas; las fotos vacías coladas a mis redes sociales, temporadas en las que vamos a fiestas que realmente no disfruto, los paseos al centro comercial donde Brad me compra y me elige el mismo sabor de helado, pues el primer día lo pedí y desde ahí pensó que era mi favorito, o cuando vamos todos juntos al boliche o el cine, porque al parecer mis ideas no son tan buenas y a nadie más se le ocurre algo diferente.

Y siempre es igual, nada cambia, solo se repite. Se vuelve un círculo que no se rompe y me va dejando sin salidas.

Así que cuando me miro al espejo, cepillando las ondas de mi cabello como si fuera un robot, practico una sonrisa con mi reflejo, tratando así de empacar todo el desánimo de asistir nuevamente a otra fiesta de parte de los amigos de Brad.

¿Estoy siendo egoísta?

Me arreglo el cabello un poco más tratando de aumentar mi estado de ánimo, me acomodo el lindo vestido rojo que llevo puesto supervisando que todo esté bien.

De verdad tengo una gran colección de faldas y vestidos.

Cuando termino, me observo en el espejo. Me veo bien, sin embargo, no me siento de la misma manera.

No quiero ir a la fiesta. El lugar estará lleno de personas que no conozco o que no me hablan, Vane se irá por ahí, y si no fuera suficiente, ellos aún no se han dado cuenta de que no me gusta embriagarme...

Cuando bajo las escaleras no me sorprende lo que veo.

Lori se está tiñendo el cabello de nuevo. Y es que esa es una de las ventajas de que mamá sea estilista, pues Lori lo aprovecha haciendo que mamá le pinte el cabello marrón, por qué al parecer a mi hermana no le agrada para nada ser rubia.

Aunque también está el hecho de que mamá le encanta experimentar con nosotros.

Lo malo empieza cuando nos quiere cortar el cabello y hacer el doloroso manicure.

Gracias a Dios ya no ha pasado.

—Pensé que vendrías conmigo —le digo a Lori mientras veo como mamá le pone mezcla en el cuero cabelludo. 

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