T r e i n t a

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Evan

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Evan

Su cabeza se balancea mientras sus labios tararean una canción que suena en el estéreo del coche.

Mira por la ventana y por la oscuridad de la noche puedo ver el reflejo de su rostro por el cristal.

Me obligo a mantener la mirada en el frente, pero entonces me hallo de nuevo mirándola. Y en eso sus ojos conectan con los míos.

Me sonríe ampliamente, así como si nada. Cómo si lo que hizo hoy en la tarde con Oliver no me hubiera afectado. Cómo si no me hubiese dado esperanzas… cuando menos me doy cuenta ya le estoy sonriendo. Vuelve a lo que estaba haciendo, y yo me dedico a no matarnos en el camino no sin antes subirle un poco más a la canción.

Más tarde, estaciono la camioneta de mi madre frente a la casa. Bajamos del auto, sin embargo Hallie no se mueve, voy hacia ella y enreda los brazos en mi cuello se apoya en el auto, jalándome hacia ella.

Alejo el pensamiento de su padre viniendo a matarme con sus propias manos y también la tomo de la cintura.

Y cuando mis ojos me llevan a los suyos, Hallie ya me está mirando. La detallo recargada sobre el vehículo, su cuerpo en una inclinación perfecta, el cabello rubio que le rodea el rostro, los rosados labios húmedos…

—No puedes verte así y no hacerme querer capturarte en  fotos —le digo.

Sus labios de fresa me sonríen con lentitud.

—De hecho me encanta —agrega en lo que podría ser un susurro y no sabe que con eso ha firmado para ser mi musa oficial.

Sus yemas se acercan a mi cara. Noto como sus ojos se fijan en un lugar en mi mejilla. Luego se mueven.

Las cejas se me arrugan.

—¿Qué pasa?

—Tienes cuatro lunares en el rostro —me dice y pasa el dedo por lo que creo es uno de ellos. Sus comisuras se levantan —Ya los había contado antes.

—¿Así?

—Sí, y dos más aquí —añade y no veo venir cuando sus labios bajan hacia el centro de mi cuello, su aliento me calienta la piel antes de dejar un beso pequeño. Luego otro.

Solo es eso. Sin embargo, me hace carraspear la garganta.

Y cuando su rostro vuelve a quedar frente a mí, la beso, incapaz de controlarme. Sus manos me acarician la nuca y yo me estampo en ella, ansioso, parece que le gusta pues ladea el rostro y me aprieta tanto que parece que quiere que nos fundamos juntos.

De pronto se detiene. Tensa. Y yo me alejo de sus labios. Sus ojos miran hacia el frente, no me gusta esa mirada. Los sigo y entonces lo veo a él.

Lo reconozco.

Esta a unos pasos de nosotros, tiene la mirada fija, sus puños se aprietan y cuando me enfoca, las aletillas de su nariz se mueven, me mira con desagrado y para mí sorpresa me doy cuenta que el sentimiento es mutuo.

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