Amaia lo miró cautelosamente mientras se sentaba en el comedor. Él
yacía en el sillón viendo el campeonato de baloncesto de la NCAA que había grabado, y ella se preguntó si ahora sería un buen momento para
preguntar. Estaba nerviosa como el infierno, ninguna experiencia, ninguna idea de qué esperar, pero pensaba que debía superarlo y hacerlo. ¿Y él no lo merecía? Después de todo, le había torturado emocionalmente por dos meses. Seguro, azotó el infierno fuera de ella por eso, pero no se sentía como que eso la absolvía de sus crímenes. Quería demostrarle lo arrepentida que estaba, incluso si ella no lo hacía
bien. Caminó a la sala de estar y se colocó directamente en frente de él.
—¿Qué pasa? —preguntó mirando a su cara.
—Quiero chupar tu pene —contestó ella. Alfred se congeló y no dijo nada.
Amaia empezó a ponerse nerviosa.
—Así que... —miró alrededor de la habitación—. Um, quítate los pantalones. Alfred sonrió.
—Bien, vamos —demandó ella.
—amaia, no sé si ahora es el momento oportuno —dijo alfred—. Pareces...
bien, pareces aterrorizada.
—No estoy aterrorizada —mintió.
La miró con curiosidad.
—¿Por qué ahora?
—Porque quiero. ¡Para de hacerme preguntas y bájate los pantalones!
—En serio, ¿Por qué ahora?
—¡Porque aún me siento culpable sobre todo! —lloró—. Y quiero intentar recompensarte. Quiero decir, sé que seré terrible en ello. Solo, no esperes mucho, ¿bueno? Pero una chica tiene que aprender en algún momento. —Lo pensó por un
momento—. Hice algunas investigaciones en internet. Él sonrió a eso. Alfred se sentó.
—No pienso que lo dejamos todo —dijo despacio Amaia—. Y de todas
formas, tú me haces eso todo el tiempo. Debería corresponder. Quiero decir, quiero. Pero estás en lo cierto. Estoy aterrorizada porque no sé qué estoy haciendo. Alfred pensó por un momento.
—Para ser honestos, estoy feliz de que no lo hagas. Habría algo realmente
fuera de ti si fueses una experta dando mamadas. No encajaría, ¿sabes? Ella asintió.
—No quiero que pienses que tienes que hacer cosas o un montón de cosas para compensar estos dos meses. No te dañé tanto, sino más. Pero hemos olvidado y perdonado el uno al otro. La pizarra ha sido borrada.
—Bien —dijo amaia—. Entonces quiero hacerlo porque quiero.
—¿Segura?
—Sí. —Sabía que no le creía. Pero no había argumentos con ella. Tenía en su mente darle una mamada, y ella no lo dejaría ir antes de que lo consiguiera.
—No te está haciendo entender, ¿no? —preguntó él suavemente. Ella sacudió su cabeza.
—Y después de correrme en tu boca, ¿lo olvidarás? Sus ojos se ampliaron.
—¿Te vas a correr en mi boca? —respiró. Él asintió, sonriendo.
—Bien, ahora espera un minuto —dijo inciertamente—. Pienso que pararías
justo antes de que te corras y puedes hacerlo sobre tu estomago o algo. Él sacudió su cabeza.
—Eso no es divertido. Amaia mordió su labio inferior. Él miró el surco de sus cejas e imaginó su cerebro trabajando extra, intentando figurarse cómo a la vez ser absuelta de su
destino y no tomar su corrida en su boca. Él rompió a reír.
—¿Qué? —lloró indignada.
—amaia, no me correré en tu boca —dijo.
—No, no, puedes —replicó—. Quiero decir, pienso que puedes. Suspiró.
—¿Siquiera necesitamos hacer esto ahora? Estoy viendo el campeonato.
—¿Quieres ver un partido por encima de una mamada? Él se debatió. Ambos estaban igual de emocionantes porque uno, su equipo estaba ganando, y dos, amaia era una virgen en mamadas. Virgen en mamadas. Era esto realmente todo lo que le tomó para conseguir empalmarlo? Sintió el dolor de inmediato por su boca en él y tomo una decisión. Se bajó los pantalones y sacó su pene.
—Lo tienes —dijo, cubriendo sus brazos con la parte posterior del sillón. Amaia lamió sus labios y se arrodilló frente a él. Envolvió sus dedos alrededor de su pene y miró hacia arriba. Se encogió de hombros, esperando por instrucciones adicionales.
—¿Por qué no intentas lamer la punta primero? —sugirió.
Ella cogió una profunda respiración, se inclinó, y corrió su lengua por encima de la cabeza. Él cerró sus ojos y se dio cuenta en ese segundo que su mamada sería de largo mucho más excitante que el juego.
—¿alfred?
—¿Hmmm?
—No se supone que ponga tu pene entero en mi boca ¿no?
—Claro que sí —replicó, y abrió una rendija un ojo. Su boca colgó abierta en incredulidad, y él se rió entre dientes—. Estoy bromeando.
—Uff. —respiró—. Porque me ahogaría.
—Gracias por el cumplido —replicó—. Ahora, por qué no pones tu lengua en
mi otra vez. Lamió por encima una vez más y arremolinó su lengua sobre su cabeza. Saboreó el pequeño pedacito salado de pre eyaculación y pensó que estaba haciendo algo bien. Movió su mano más debajo de su eje y cogió más de él en su boca. Sus dientes rozaron su carne, y él siseó.
—Vigila los dientes —instruyó.
—Lo siento —masculló con su boca llena. Su cabello cayó hacia delante, haciendo cosquillas en su estómago, y él lo levantó y lo quitó del camino así podía mirarla. Ella levantó su cabeza de repente.
—¿Qué hago? ¿Solo, cómo, muevo mi cabeza arriba y abajo?
—Sí —replicó—. Puedes dejarlo realmente mojado y después acarícialo con tu mano. Justo aquí. —Le mostró envolviendo su mano alrededor de su pene bajo la
cabeza—. Mueve tu boca en mí en el mismo movimiento que tu mano. Eso se siente realmente bien. Asintió y fue a trabajar, moviendo su cabeza en él e inadvertidamente babeando en el proceso. Él sintió su garganta contraerse cuando cogió demasiado
en su boca. Y pensó que podría correrse en ese mismo momento. Ella se echó para atrás y tosió y escupió.
—¿Difícil, eh? —preguntó, viéndola limpiar las babas de su barbilla. —¡No es una broma! —dijo, y se rió—. ¡Soy seria, alfred! Hay muchas cosas
pasando aquí abajo. Mi boca ya me duele.
—Pobre bebe —replicó, acariciando su mejilla —. Ahora ponte manos a la
obra.
—¡alfred! —gritó, dando una palmada en su muslo.
—Chupa mi pene, pequeño animal salvaje. Corrió sus uñas hacia abajo de sus muslos dejando ligeras líneas blancas en sus vaqueros.
—Exacto —susurró—. Salvaje.
Ella agarró su pene y exprimió. Y luego lo miró a él sorprendida. Pensó que había gruñido.
—Hazlo otra vez. —dijo él.
Exprimió más fuerte, mirando inquisitivamente a través de sus ojos muy abiertos.
—Pon tu boca en mí.
Se dobló por su trabajo, chupando su pene como la salvaje criatura que él
describió, acariciándolo con su mano como le había mostrado, intentando
desesperadamente hacer que se corriese antes de conseguir que se le desencajase la mandíbula. Nunca imaginó que una mamada podría tener tanto trabajo, y la tarea
más difícil era la colocación de los dientes. Intentó mantenerlos fuera del camino, pero su boca era diminuta. ¿No sabía eso? Pensaba que le dijo que le habían quitado cuatro dientes porque su boca no podía sostener los treinta y dos. Estaba seguro de que se lo dijo. Alfred gimió mientras sus labios se movían arriba y abajo sobre su eje. La coordinación mano-boca no era exactamente sincronizada, pero eso no evitaría que se corriera. La ayudó una vez, pero estaba fuera otra vez rápidamente, y prefería divertirse viendo su torpe trabajo en vez de darle instrucciones. No quería que lo
hiciese de otra manera. Había algo completamente animal sobre su boca
moviéndose por instinto incluso si su mano no podía seguir el ritmo.
Estaba allí antes de saberlo.
—amaia...
—¿Mmm?
—Muévete. No lo haría. No sabía que era lo que ella tenía que probar, pero no tuvo tiempo de figurárselo. Explotó en su boca una fracción de segundo después de asfixiar las palabras. Lengua. Atrás. —No entendió y chilló en su pene mientras se corría en ella.
Su semen golpeó la parte de atrás de su garganta, desencadenando el reflejo de atragantarse, exhaló después de escupir todo sobre sus vaqueros.
—Oh Dios mío, oh Dios mío, oh Dios mío —dijo con el semen goteando de la comisura de sus labios—. ¡Estoy asquerosa! Alfred estalló en risas.
—¡alfred! ¡Oh dios mío! ¡Es tan asqueroso! ¿Por qué no me dijiste?
—Lo intenté —discutió—. Dije pon tu lengua atrás. Amaia sacudió su cabeza.
—¿Cómo se supone que sepa qué significa eso? Miró fijamente la pizca de semen que reunía en las esquinas de su boca, la pizca que no había hecho su camino barbilla abajo.
—Lámete los labios —dijo. Su diminuta lengua rosa salió como una flecha y golpeó fuerte las esquinas de
su boca. Tragó luego lo miró con patética desesperación.
—Eres jodidamente sexi —dijo—. La próxima vez vas a estar desnuda cuando me toques.
—¿Próxima vez? —replicó—. Sí, claro.
Rio entre dientes y se inclinó para alcanzar los pañuelos, empleando unos cuantos para limpiar sus vaqueros.
—No puedes darme algo tan asombroso y después tomarlo de vuelta. Estoy consentido ahora. Voy a esperar una mamada todo el tiempo.
Ella consideró esto.
—Bien. Pero no puedes correrte en mi boca.
—Cosa segura.
Le miró sospechosamente.
—Me dirás cuando estás cerca de correrte, ¿está bien?
—Por supuesto. —Sus ojos brillaban con malicia.
—Lo digo en serio —advirtió.
—Oh, lo sé. —Se subió y abotonó sus pantalones.
—Bien —replicó—. Ahora pon tu cabeza entre mis piernas y haz que me corra. Esto lo conmocionó y lo maravilló. Amaba cuando ella hablaba sucio. Era una invitación rara. Lo atribuyó a la mamada.
—Di algo más —ordenó, empujándola en el sillón. Agarró sus pantalones y los tiro fuera.
—Quiero tu lengua en mi vagina —dijo, y sofocó una risa.—No te rías —replicó alfred—. Sé seria cuando lo digas. Sofocó otra risa más mientas la sacaba de sus bragas.
—Abre esas piernas —dijo—. Y dame algo bueno. Ella se calló de repente y presionó sus labios en su oreja.
—Quiero tu boca en mi vagina, y quiero que me comas hasta que me corra. Y mejor haz un jodido buen trabajo. ¿Lo entiendes? Se echó hacia atrás y curvó sus labios en una sonrisa sensual. Abrió sus piernas
y se acurrucó en el sillón. Él la observaba con total fascinación, su boca cayendo abierta ligeramente en incredulidad.
—Ahora hazlo —dijo ella.
Se lanzó directo a ello.
ESTÁS LEYENDO
PARADISE SUMMERLAND (historia adaptada almaia)
FanfictionAmaia Romero es una chica buena. Sólo comete un error en su primer año en la escuela secundaria que le cuesta diez meses de detención juvenil. Ahora en su último año a perdido todo:su mejor amiga, La confianza de sus padres, el privilegio de conduci...