TE LO ESTOY DICIENDO

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—¿Hay algo que necesitas decirme? —le pregunté.
Gracie se encogió de hombros. Ella se me había acercado en el
estacionamiento de la escuela. Por un instante tuve la esperanza de que quisiera hacer las paces por nuestra amistad, pero la siniestra sonrisa bailando en sus labios me dijo lo contrario.
—¿Por qué estas sonriendo de esa manera? —pregunté.
—Fui al cine este fin de semana —respondió.
—Bien por ti.
—Vi una película a las 9:30 —explicó. Mi corazón se hundió rápidamente.
¿Cuánto había visto ella? ¿Cuánto sabía?
—Ahora que lo pienso, tú también estabas allí —Gracie continuó.
La mire hacia abajo, en un intento por asustarla. No parecía funcionar.
—Los vi a los dos como en una cita.
—No lo estábamos.
—Bueno, vi que te fuiste con él.
—Sí. Me acompaño hacia mi auto. Estaba oscuro a fuera.
Gracie continuaba sin inmutarse. —Él estaba sosteniendo tu mano, Amaia.
No tenía nada que decir a eso.
—Sin mencionar que el hecho de que antes de que él tomara tu mano,
parecían tener una pelea de amantes.
—¿Una pelea de amantes? —me reí. — ¿Quién dice ahora “una pelea de
amantes”? Gracie se erizo. —Ya sabes, ¡solía gustarte amaia! ¡Te gustaba mi manera de hablar!—Tienes razón. Lo hacía. Y luego tú decidiste abandonarme en mi último año,
por Sophia. Quiero decir, ¿Qué demonios Gracie? ¡Ni siquiera te caía bien!
—¡Me gustan las personas que son leales a mí!
—¡Nunca te fui desleal!
—¡Fuiste a esa fiesta! ¡Tú me dejaste! ¡No era lo suficientemente genial para
ti! Las lágrimas de Gracie brotaron en una violenta explosión. Ella quería que viera cada una de ellas mientras me miraba.
—Nunca pensé que no fueras lo suficientemente genial para mí—dije
suavemente. —Cometí un error. ¡Un error! ¡La gente comete errores!
Gracie se limpió la cara y respiro hondo.
—No juegues como si fuera así amaia. Estabas buscando una razón para
deshacerte de mí. Ya no querías tener una amiga impopular. Para ti fue bastante fácil usar esa fiesta como excusa cuando lo que debiste haber hecho era decirme a la cara que ya no querías volver a pasar el rato conmigo.
No podía creer lo que estaba escuchando. Ella estaba delirando.
—Gracie, nada de eso es cierto.
—Demonios si no lo es—escupió y se estremeció.
Paró de llorar, y yo observaba las contorsiones de su rostro. Pasó por una gama de emociones, hasta que se decidió por la ira. La ira vengativa.
—Como sea—dijo airadamente—Te vi discutiendo con tu novio. Tu novio el
profesor. Tu profesor. Tu novio profesor...
—¡Para!
—Oh, así que no lo niegas, —dijo Gracie. —Bueno, ¿Cómo pudiste? Era
bastante obvio.
—¿Qué es lo que quieres? —le pregunté.
—¿Qué es lo que quiero? — Repitió, y luego se hecho a reír. —No quiero nada
—Entonces ¿por qué sientes la necesidad de decirme que me viste en el cine?
—le pregunté. Empezaba a perder la paciencia.
Gracie ladeo la cabeza. —Solo quiero que sepas que lo sé.
Su amenaza criptica envió ira por mis venas. Qué es lo que quieres Grace?
No recuerdo la última vez que la llame “Grace.” Era lo que llamábamos su nombre de “adulta” cuando teníamos siete. A ninguna de las dos nos gustaba, nos gustaba Gracie.
—Quiero que dejes de verlo.
—¿Por qué?
—Porque es pecaminoso, amaia.
—¿Por qué siquiera te importa? No tiene nada que ver contigo.
—Por supuesto que tiene que ver conmigo. Es mi deber como cristiana
ayudarte cuando veo que te tropiezas—dijo.
—No estoy tropezando— afirmé.
Gracie se rió con desdén. —Oh, sí lo estás amaia. A lo grande. ¡Te estás
viendo con tu profesor!
—¡Cállate!—siseé, y miré alrededor en el aparcamiento de estudiantes.
Estábamos solas.
—Quiero decir, primero drogas. Luego robo. ¿Ahora una relación con un profesor? Me pregunto. ¿Estás teniendo sexo con él?
—¿Disculpa? — le pregunté. Estaba cabreada y ofendida.
—Bueno, eso responde mi pregunta.
—Déjame en paz, Grace, —le escupí. —Soy feliz. ¿Por qué no puedes dejarme ser feliz?
Grace frunció el entrecejo. —Creo que la peor parte es la chica aitana. Sabía
que ella era un problema cuando empezó a asistir al grupo de jóvenes. Me llevo un tiempo, pero finalmente lo descubrí. Vosotras dos os cubrías la una a la otra, para que así pudierais iros a hacer lo que sea que hagan. Todo mientras pretendían ser
buenas, pequeñas cristianas. Están ensuciadas.
Me di la vuelta y empecé a caminar hacia mi coche.
—¡No te alejes de mi amaia! —gritó Gracie. —¡Les diré a tus padres!
Me volteé y volví a ella. Fue instintivo, completamente. La abofetee en la cara
y grité.
—¡Tu estúpida perra! — le grité. —¡No digas una palabra! Gracie se froto la mejilla por un segundo, y luego me abofeteo a mí. No estaba preparada para eso. No pensé que tuviera las agallas. La intensidad del golpe me
hizo lagrimear al instante.
—¡Te odio amaia! —gritó y me golpeó de nuevo.
No sé qué era lo que estaba latente en mi corazón todo el año, pero era feo y
vengativo y perverso. Y quería actuar en consecuencia. Quería ser una puta mierda recta.
Trabajando mi mandíbula a ambos lados, aflojando todas las palabras que
picaban por salir.
—¿Qué, tienes algo por mi novio? —me burlé. —¿Eso es de lo que se trata
todo esto?
—Supéralo, —espetó Gracie. —Estás loca.
—¿Lo estoy? —le pregunté. Avance hacía ella, y retrocedió contra su auto. Se veía como si quisiera golpearme por tercera vez, pero algo en mi expresión la hizo cambiar de idea. Ella estaba asustada de mí. —Porque creo que quieres follar a mi novio.
Gracie negó con la cabeza. Vi como nuevas lágrimas caían de sus ojos, y si no me hubiera convertido en un monstruo, me habrían afectado.
—Eres una perra celosa, porque quieres lo que yo tengo. Bueno, ¿adivina qué? No puedes. Tú no le gustas. El nunca iría por alguien como tú. —Me incline a centímetros de su rostro. — Él me quiere a mí. Él me folla a mí —le susurre. —Y vas a mantener tu maldita boca cerrada al respecto. Gracie tomo aire una vez que me alejé. —¿Quién eres tú? —susurró.
Negué con la cabeza, aturdida por mi repugnante comportamiento.
—No lo sé.

PARADISE SUMMERLAND (historia adaptada almaia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora