—¿Ellos saben? —preguntó alfred. Tomó mi mano y me llevo hasta el sofá.
—Sí. Gracie les dijo. Nos vio en el cine.
—amaia, ¿Qué le sucedió a tu ojo?
—Tenia esta mirada culpable en su rostro. Pero era rara. Era culpa mezclada con emoción, como si estuviera secretamente feliz por arruinarme. Yo…
—¡amaia! Tienes que parar ¿de acuerdo? Puedes decirme todo en un
minuto. Pero primero, ¿Qué le sucedió a tu ojo? Tome un profundo respiro. —Papá se enojó.
Alfred se tensó de inmediato, recogió los puños apretados.
—¿Tu padre te golpeó?
Asentí.
—Voy a matarlo. —alfred rugió. —Voy a matarlo. —desapareció rumbo a su
habitación, y lo seguí.
—¿Qué estás haciendo? — le pregunté.
—Cambiándome.
—¿Por qué?
—Porque voy a tu casa, Amaia. A matar a tu maldito padre. Mi pulso se aceleró. Todas las emociones dormidas apenas unos minutos
antes inundaron mi corazón y mi mente. Tenía miedo, y alfred estaba haciéndolo peor.
—Por favor, no lo hagas, — le dije. —alfred, escúchame por favor.
—amaia, ¡tu padre te golpeó en el ojo!
—¡Lo sé! —lloré. —¡Él va a presentar cargos! —Oh, ¿lo va a hacer? ¿Presentar cargos contra mí? —alfred se echo a reír. —
No sé cómo un hombre muerto puede presentar cargos. —Se puso los zapatos y salió de la habitación. Corrí tras él y bloquee la puerta.
—¡No lo hagas! —le grité.
—¿amaia? Muévete.
—¡No lo hare! ¡Cometerás un error! ¡Todo se está cayendo a pedazos, y tú lo vas a empeorar!
—¡Tu padre te golpeó, amaia!
—¡Maldita sea, lo sé! —le grité. — ¡Para de decirlo! ¡Sé que me golpeo! ¡Y tú quieres ir a matarlo cuando te necesito aquí conmigo! ¡Solo préstame atención! Alfred dejo las llaves del coche y me levanto, me acuno como un bebé y se dirigió al sofá.
—Lo siento, Amaia—me dijo, con sus labios pegados a mi frente. Se sentó y
me atrajo hacia sí, meciéndome suavemente mientras yo derramaba lagrimas por todo su cuello y hombro.
—Tengo miedo—sollocé.
—Lo sé, —respondió alfred. —Yo también. Pero aquí estoy. No voy a ir a
ninguna parte. Lo siento, me moleste contigo. Es solo que nadie le pega a alguien a quien amo. ¿Lo entiendes?
Asentí con la cabeza aun en su cuello.
—Moriría si algo te pasara, amaia. Lo haría.
—¡Estoy arruinando toda tu vida!
—No lo estás. Tú la haces mejor y mejor cada día.
—No debería haber venido así—continúe.
—Por Dios, Amaia, —dijo alfred. —No hables así. Estoy tan feliz de que estés
aquí. No me gustaría que fueras a otro lugar.
—No quiero ser una carga—dije.
—¿amaia? Mírame —ordenó alfred.
Alce mis ojos hacia él.
—Nunca serás una carga. Nunca. ¿Me entiendes?
Asentí y metí la cabeza en el hueco de su cuello.—Te amo, y voy a cuidar de ti —dijo alfred.
—¿Lo harás?
—Oh sí. Planeo cuidar de ti para siempre.
—Ellos vendrán para llevarme, —solté. Tenía que decirlo de nuevo para hacer que entendiera. Ellos tratarían de llevarme lejos de él, y el pensamiento me hizo estremecer. No podía parar, y alfred aumento la presión sobre mí.
—Bueno, ellos no pueden tenerte, —dijo.
—Vas a tener problemas alfred. Perderás tu empleo. Papá dijo que presentaría cargos. —Mis dientes castañeaban.
—No me importa perder mi trabajo, amaia.
—Pero estas ahorrando para la escuela —dije.
—He ahorrado para la escuela. Estoy bien.
—¿Qué pasa con la acusación de violación? —le pregunté. Odiaba decir la palabra “violación” en voz alta.
—No fue violación, así que no tienes nada de qué preocuparte, —replicó
Alfred.
—Entonces, ¿Qué quiere decir con que presentara cargos?
—Estoy en una relación con mi estudiante, amaia. Eso es lo que quiere decir tu padre.
—Pero fue consensual. Tenía dieciocho—afirmé.
—Eso no importa, —dijo alfred. —Y ¿sabes por qué? nada de eso importa. Lo que importa es que te amo.
Eso no fue suficiente para tranquilizarme, pero pretendería que lo fue.
—Nada va a pasar amaia. Estaremos bien—dijo.
—¡Tres semanas! —lloré. — ¡Tres semanas y todo habría estado bien!
Alfred me apretó y suspiro. — Bueno, algunas veces no funciona de esa
manera.
—¿Deseas que nunca hubiera pisado tu aula? —le pregunté.
—No puedo imaginar mi vida si no hubieras puesto un pie dentro de mi salón de clases. Bueno, si puedo. Seria aburrida. Poco interesante. Solitaria. Y sin amor.
—besó la parte superior de mi cabeza.
Voy a matar a Gracie,—dije después de un rato.
—No lo harás.
—La odio.
—Pensó que estaba haciendo lo correcto.
—No es cierto. Ella quería herirme, —contrarresté.
—¿Lo hizo?
—Lo vi escrito en todo su rostro, —explique.
—Supongo entonces que quieres matarla. Lo mire mal y observe su rostro. Un lado de su boca se curvo.
—La gente dice cosas como esas, —expliqué tratando de volver atrás.
—Lo sé —contestó. Ahora lucía una sonrisa completa. Como si fuera un reto.
—¡Lo haría! — lloré. — Si tuviera las agallas.
Él asintió.
—Si no pensara que me quemaría por toda la eternidad, —murmuré.
—Bueno, todavía planeo matar a tu padre amaia. Y no me importar si ardo en el infierno por la eternidad.
Mis ojos se ensancharon.
—Dios puede castigarme, sin embargo, a él le gustaría. No me importa.
Llámame loco. Llámame posesivo o inestable o lo que sea. No me importa. Matare a cualquiera que te haga daño.
Lo mire fijamente con la boca abierta.
—Pero te amo y te respeto amaia. Y si me dices que no lo haga. No lo hare.
—¡No lo hagas! —espete. —Quiero decir, por favor no mates a mi padre. — instintivamente toque mi ojo. —Es mi padre.
—Es uno malo ahora mismo —dijo alfred. Quité mi mano y tocó suavemente la piel amoratada alrededor de mi ojo.
—Lo sé alfred. Pero no quiero que vayas a matarlo. Por favor no lo hagas.
—No lo hare. Pero si te toca de nuevo, voy a lastimarlo gravemente. Y tienes
que dejarme hacer eso amaia. Tienes que hacerlo.
Alfred tomo mis mejillas y me atrajo hacia su rostro. Me beso. Lento.
Profundamente.
—¿Qué vamos a hacer? — pregunté luego de romper nuestro beso.
—Ahora solo tendremos que sentarnos aquí. Es todo lo que necesitamos hacer.
Así que me senté en el regazo de Alfred hasta bien entrada la mañana.
Hablamos sobre nuestro futuro, y no me asustaba en absoluto estar separada de mis padres. Sin saber realmente como cuidar de mi misma. Como me gustaría comer. Donde quería dormir. Como haría para pagar la escuela. Y todas las cosas en
las que los adolescentes no piensan: seguro, impuestos, dinero. No había pensado sobre todas esas cosas. Pensaba en alfred diciendo una y otra vez “Cuidare de ti.”
Así que deje de escuchar los inevitables golpes en la puerta repitiendo justamente las mismas palabras en mi mente, hasta que se fundieron en mí, convirtiéndose en
una parte de mi masa cerebral hasta que no tuve más remedio que creer en ellas. Una vez que lo hice, cerré mis ojos. Y me dormí.FIN DE LA PRIMERA PARTE
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PARADISE SUMMERLAND (historia adaptada almaia)
FanfictionAmaia Romero es una chica buena. Sólo comete un error en su primer año en la escuela secundaria que le cuesta diez meses de detención juvenil. Ahora en su último año a perdido todo:su mejor amiga, La confianza de sus padres, el privilegio de conduci...