COQUETA

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Era tarde. Ambos estábamos cansados. Pero ninguno quería dormir. Dormir era una pérdida de tiempo, no teníamos tiempo de sobra. Me senté en su regazo.
Creo que es su posición favorita.
—Eres la cosa más bonita. — dijo pasando sus dedos por mi cabello. Lo dejó caer en mis hombros, entonces atrajo mi cara ahuecándola cerca de la de él. Me besó suavemente, sus labios barriendo hasta abrir mi boca, y pude saborear su aliento caliente y húmedo en mi lengua. Lamí sus labios exactamente de la forma en la que le encanta, pasando mi lengua por su labio inferior suavemente, amagándole, hasta que gruñó y presionó su boca firmemente contra
la mía. Era muy fácil para él, y no quería resistir cuando gentilmente me bajo la blusa, exponiendo mi sostén strapless. Rompió nuestro beso, echándome hacia atrás para ver mi pecho.
—Tu sostén es lindo. — dijo.
—Gracias. — repliqué. Escogí este sostén en particular esta noche porque era muy bonito: de encaje y negro con perlas entre las copas.
—Quiero quitártelo. — dijo alfred.
Me estremecí. Le gustaba decirme lo que me iba a hacer. De una manera
matemáticamente ordenada. Directa, precisa. No había lugar para malos entendidos. Nunca dejaba de
tomarme por sorpresa y hacerme sonrojar. Trate de tomarlo con humor. —¿No deberías tocar mis pechos sobre el sostén primero? ¿No es la forma en la que se hace? ¿No es más fácil?
—¿Debería ser más fácil para ti?— preguntó Y ahora me sonroje más duro.
—Dime lo que quieres, Amaia— dijo alfred. Trazó mi clavícula con su dedo
índice.—Por favor no me lo hagas— susurré, dejando colgar mi cabeza. No me gustaba decir mis deseos sexuales en voz alta. Se sentía como lo que un amante más experimentado haría, y yo ciertamente no lo era.
—¿Eso te avergüenza?
—Un poco. Quiero decir, ni siquiera sé lo que quiero de todas formas.
—Bien, ¿quieres que te toque?
—Sí.
—¿Dónde?
Dude por una fracción de segundo. —Aquí— dije ahuecando mis pechos.
—Entonces si sabes lo que quieres— respondió.
Puso mis manos en mi regazo y corrió sus dedos por la punta de mi sostén,
comenzando del lado izquierdo siguiendo la curva del corazón lenta y
pensativamente.
—Las mujeres tienen la ropa más bella— dijo pasando los dedos por las
pequeñas perlas de mis pechos.
Él estaba en trance, empezando por mi sostén, pensando. ¿Sobre qué? ¿Su
siguiente movimiento? Seguramente sabía porque era un amante tan
experimentado. Un fuera-de-mi-liga amante.
Metió la mano detrás de mí y desabrocho el sostén. Instintivamente mis manos fueron a mis pechos, presionando la prenda contra mi piel antes de que cayera. Alfred se rió.
—No tenemos que hacerlo si tú no quieres— dijo. No había rastro de
decepción en sus palabras, pero no era tonta. Él estaba tan cerca de ver mis pechos desnudos, y no había manera que no se sintiera ni un poquito frustrado si yo decía que no. Podría ser respetuoso conmigo mientras cuidaba de su silencio frustrado. Me sentí un poco embriagada por el poder que ejercía en ese momento. Si, él podría ser muy bueno quitándome el sostén y hacer lo que sea que quisiera. No era
rival para su tamaño físico, pero no era un bárbaro, y me respetaba. Oh, la
pequeña coqueta en mi quería probarlo y burlarse de él sin piedad, haciéndolo doler para mí, pero la mujer joven en mi lo respetaba.
Retiré mis manos y el sostén cayó, revelando mis pequeños y firmes pechos. Era una completa e hinchada copa B en un buen día y me preguntaba si le iba a gustar. Inmediatamente me sentí cohibida mientras miraba mi desnudez. Él estaba pensando. Otra vez analizándome. Mis manos volvieron a mis pechos, cubriéndolos.
—No— dijo y apartó mis manos.
Esperé para ver si reemplazaría mis manos por las suyas, pero en su lugar
pasó sus manos por mis costillas y me levantó hacia su cara. Puse mis manos en sus hombros para mantener el equilibrio. Beso la parte superior de mi pecho y luego la inferior, cuidadosamente para evitar el balanceo de mi pezón. Lamió sobre
mi pecho, entonces chupó suavemente la piel, provocando un suave quejido.
Hizo su magia en el otro pecho, siempre cuidadoso de mantenerse alejado de mi otro pezón. Sus labios acompañados por su vello facial eran demasiado.
—¿Por qué estas provocándome?— Lloré agarrando su cabello. No tenía ni idea de cuando mis manos se movieron de sus hombros a su cabello. Rió entre dientes. —No lo estoy, amaia. O al menos no me refiero a eso. Bufé y le tiré del pelo, tirándole la cara que me mirara. —Sí. Lo. Estas. Asintió, y lo liberé, sentándome en su regazo. Se inclinó hacia delante, haciendo a mi espalda arquearse, echando mis senos hacia adelante, invitándolo a probarlos otra vez.
—Me gusta eso, Amaia. — dijo —. Muy sensual.
Un ‘’¡Oh!’’ se escapó de mis labios al primer toque de sus labios en mi pezón. Dibujo y gentilmente succionó, girando hasta que me hizo maullar y retorcerme. No podía ignorar la humedad entre mis piernas, empapando mis bragas, enterré
mis caderas en él en busca de mi orgasmo. Se movió hacia el otro seno, fijándose en mi pezón, y lo chupo hasta que sentí una explosión construirse rápido y fuerte en
mis muslos. Mi ritmo se volvió a los constantes movimientos circulares de mis caderas, moliendo lentamente su ya prominente erección. No me había dado cuenta de eso.
Estaba demasiado arrastrada por mi propio placer. Pero me di cuenta, que me quería burlar de él mientras me bajaba. Sentí las manos de alfred por toda mi espalda, sosteniéndome mientras lamia y besaba mis pechos. Él sabía lo que estaba haciendo. Era casi aterradora la manera tan fácil que mi cuerpo respondía ante su toque.
—Me voy a venir—respiré.
—Lo sé— dijo, sus labios en mi pezón. Gentilmente me mordió, y exploté.
Pequeños rayos de placer acompañaron mis gemidos. Ondee mis caderas hasta que el ultimo rayo salió, dejándome caliente y adormilada. Alfred me empujo hacia
arriba, dejándome colocar mi cabeza en su hombro.
—¿Cómo hiciste eso?— pregunté, mis labios rozando su piel.
—¿Hacer qué?
—Hacer que mi cuerpo hiciera eso sin que incluso me tocaras.
—Oh.— estuvo en silencio por un momento—. Supongo que soy así de
bueno. Reí. —Eres arrogante.
—¿Quieres saber la verdad?
—Sí.
—Nunca le he hecho eso a una chica antes.
—Oh.
—Me gusta eso que puedo hacerte. Me hace sentir poderoso. ¿Es así de malo?
Sacudí mi cabeza.
—Es muy fácil ser posesivo para ti. No voy a mentir. Nunca he sido de esa
manera. Es alarmante, en estos momentos se siente como una descarga de adrenalina cuando vienes. No sé cómo sacármelo de encima.
—Me siento poderosa a veces. La forma en que me miras. Como si pudiera hacer que hicieras cualquier cosa. Rogarme. ¿Eso es malo?
Alfred rió entre dientes. —No, eso no es malo. Ese tipo de poder solo viene
naturalmente de ser una mujer.
Me senté y lo miré. —Pero yo en realidad no tengo ningún poder en absoluto.
—¿Por qué piensas eso?.
—Porque tú eres mayor y más fuerte. Y en cualquier momento podrías
olvidar esto, y yo sería incapaz de pararlo.
Alfred acarició mi mejilla. —No voy a olvidar nada.
—¿Lo prometes?
—Lo prometo.

PARADISE SUMMERLAND (historia adaptada almaia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora