MUNDO PERFECTO

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Saqué los auriculares de mi bolsa de libros, metiéndolos cómodamente en mis oídos y enchufando la terminal en la computadora. Supuse que ya que había terminado mi tarea de Excel, podía recompensarme con YouTube. La nuestra era probablemente la única secundaria que no había bloqueado el sitio. Los maestros argumentaban que lo necesitaban con fines educativos, y de alguna forma ganaron el caso. Nunca comprendí por qué la escuela le permitía el acceso a todos. Podrían
haberlo restringido solo a los profesores, pero no me quejo.
“Medianoche en un Mundo Perfecto” por DJ Shadow. Tipié el nombre de la canción y seleccioné el video musical oficial. No tenía idea de qué era el hip hop instrumental, pero sonaba más emocionante que las cosas que yo escuchaba.
Arriesgado, urbano todo lo que yo no era. Realmente no veía al Sr. García
siendo esas cosas tampoco, así que presioné REPRODUCIR para descubrirlo.
La canción era suave, fluida y sensual. Perfecto, en esencia, y pensé que debía de ser la canción que Dios escuchaba cuando creó el universo. Cerré los ojos imaginándolo señalando aquí por nubes, allí por árboles, convirtiendo montañas y
apresurando a los ríos mientras DJ Shadow rascaba acordes complementarios en la parte trasera.
Y luego me detuve de pensar sobre Dios a favor del Sr. García y sobre
exactamente que era esta canción. Caminando sensualmente. Movimientos fluidos en el pizarrón blanco mientras pintaba una imagen de cosenos con su marcador negro. Suaves ojos grises. Ropas modernas y arriesgadas, y todo lo que una chica
de diecisiete años pensaría que es sexy. Bueno, eso estaba decidido. Esto era más que un enamoramiento tonto de chica de escuela. Esto era un amor ciego profundamente perturbador.
Sentí un rápido golpeteo en mi hombro una vez que me aproximaba a la medianoche, al final de la canción. Era reticente a abrir los ojos; quería seguir fantaseando sobre el Sr. García y las cosas que hizo en casa mientras sonaba esta canción. El golpeteo persistió, así que abrí un ojo y me saqué el auricular.
—Eso no es tiempo libre, amaia —dijo la Sra. Jenner. —Terminé la tarea.
—Entonces me buscas para ver en qué más puedes trabajar —respondió ella.
—Oh.
La Sra. Jenner se agachó para ver en la pantalla del ordenador.
—Y no existe tal cosa como un mundo perfecto —dijo ella.
—Dímelo a mí —murmuré yo, y ella hizo una mueca.
Se volvió para seguir caminando, pero dudó. Ella me miró una vez más
cuando me agaché.
— ¿Amaia? Sé que el último mes no ha sido fácil para ti.
Me tensé y dejé salir un dramático suspiro.
—Ahora, espera un segundo —dijo ella—Solo escúchame.
Asentí.
—Sé que los estudiantes se la están agarrando contigo—dijo ella.
—Es lo que es —respondí. Era mi intención mantenerme impertérrita a la conversación.
—Espero que sepas que puedes venir y hablarme cuando sea que lo necesites
—dijo la Sra. Jenner.
¿Por qué creería ella que le contaría nada? Como si los maestros quisieran meterse en los asuntos de todos bajo la fachada de ayudar. No le iba a contar una maldita cosa.
—Está bien.
—Lo digo en serio. Yo… yo también estuve allí —dijo ella quedamente.—Sé cómo es.
Está bien. Me sentí un poco culpable por mis pensamientos previos. Tal vez a la Sra. Jenner no le importaba chismosear. Tal vez se preocupaba realmente por lo que me pasaba. No me gustaba a donde estaba yendo la conversación. Pensé que se estaba tornando demasiado íntima, así que intenté bromear.
—¡Sra. Jenner! —exclamé. — ¿También hizo un trabajo en detención juvenil? Me miró flácidamente.
—Sabes lo que quiero decir, amaia. Yo también fui víctima de los abusadores, como tú —dijo ella.
—¿Por qué? —pregunté.
—¿Quieres discutir eso aquí? ¿En el medio de la clase? — preguntó. Negué. No, no quería.
—Te lo diré alguna vez —dijo ella. —Cuando quieras hablar. Ahora junta tus cosas. La campana está a punto de sonar.

* * *

Me detuve en su puerta antes del almuerzo esforzándome para oír los
rítmicos acordes pulsando bajo y regular desde su ordenador. La canción era melosa y monótona –subestimada sofisticación –y yo pensé que debería estar teniendo una conversación intelectual con alguien mientras sonaba. Quería estar con el Sr. García, pero el 59 % de mi examen de matemática sugería que la conversación sonaría más así:
—amaia, hay clases especiales para estudiantes como tú.
—¿Huh?
—Necesitas estar en una clase especial para matemática.
—No entiendo.
—Exactamente.
Consideré alejarme. Estaba extra nerviosa por estar cerca del Sr. García desde el incidente de la toallita humeda. Aún no podía entender qué estaba haciendo él. Había sido tan sencillamente remoto y distante como lo era después de las semanas que siguieron a mi almuerzo en Moe’s. Adelante y atrás. Adelante y atrás. Me estaba dando dolor de cabeza. En cualquier caso, necesitaba ayuda. No podía reprobar matemática. Tenía que graduarme, así que me empujé por la puerta antes de que perdiera los nervios.
Él levantó la mirada de la montaña de papeles que tenía frente a él, tirando
despreocupadamente su lápiz sobre el escritorio. Como si todo en lo que hubiera estado trabajando no tuviera importancia de pronto.
—¿Qué ocurre, Amaia?
—Es obvio que no entiendo nada —dije yo, dejando de un golpe mi examen frente a él. —No soy estúpida, sin embargo. Quiero decir, solo porque no entiendo derivados no significa que sea una maldita idiota. Cambié el pie y colgué mi cabeza bajo, mordiéndome nerviosamente el labio inferior.
—Nadie dijo que fueras una idiota— respondió el Sr. García, apagando la
música.
Levanté la mirada y vi una leve sonrisa en su rostro. Encantada de que me encontrara asombrosa.
—Bueno, un 59% seguro que se ve estúpido —dije malhumoradamente.
—Lo mejoraremos —dijo.
—¿Cómo?
—Voy a empezar clases de tutoría la próxima semana los martes y los
jueves— respondió.
Me mordí el labio inferior más fuerte. ¿Cómo podía quedarme después de la escuela? No tenía forma de llegar a casa y no podía pedirle a mis padres que me llevaran a casa. De todas formas, ambos trabajaban y no podrían hacerlo.
Negué con la cabeza y me encogí de hombros. —Oh, bueno —De nuevo con las lágrimas instantáneas. Tenía una mención por ser una descontrolada emocional cerca de este tipo.
—¿Qué significa eso?
—No puedo quedarme después de la escuela. No tengo forma de regresar a casa— Mi labio inferior tembló.
—Hmmm —Él se bamboleó en su silla y se rascó la mejilla. —Bueno, no
puedes suspender en cálculo o no te graduarás. Y sospecho que quieres graduarte y largarte de aquí —Me miró con expectación.
Asentí, luchando contra las lágrimas. Pensé en el juego de fútbol de javier
este fin de semana y en lo aburrido que sería. Listo. Eso pareció funcionar. Sentí que mis ojos se secaban.
—No te preocupes, Amaia —dijo el Sr. García. —Ya se me ocurrirá algo.
—¿Cómo?
—No te preocupes por ello, solo déjamelo a mí —respondió, luego tomó un sorbo de su Crush de naranja.
Sonreí. —Nunca he visto que nadie de más de once años tome Crush de
naranja—Bueno, mis amigos en la Universidad me lo echaron mucho en cara — respondió. —Aparentemente, en la universidad bebes lattes helados. Eso es lo que haces.
—Anotado —dije.
El Sr. García se aclaró la garganta y bajo la mirada a los papeles en su
escritorio. Lo tome como una señal para irme. Me volví, entonces me congelé por sus palabras.
—Tengo algo para ti —dijo.
—¿Sí? —pregunté, volviéndome para encararlo. Él rebuscó en su bolsa de
mensajero.
—Sí. Solo dame un segundo para que lo encuentre…
Me quedé de pie nerviosamente tirando de los botones de mi camisa. Mi corazón y cerebro aniñados pensaron que tal vez sería una flor o una caja de chocolates. Era una idiota, ¿está bien?
—Aquí está —dijo, y sacó un CD. Me lo pasó. —Recordé que dijiste que no
pudiste conseguirlo en internet. Pensé que querrías escuchar “Medianoche en un Mundo Perfecto” dado que parecía darte curiosidad.
Me sonrojé, agachando la cabeza para que no pudiera verme. Esto era mucho mejor que chocolates o una flor.
—La escuché —susurré. —En clase de computación. —No tenía que decirle
eso, pero quería hacerlo. Quería oír su reacción.
—¿Oh? ¿Cuando se suponía que tenías que estar trabajando? —La pregunta
salió como una flácida amonestación.
Y esa era la reacción que yo quería.
Negué con la cabeza. —Terminé mi trabajo primero. —Levanté la mirada hacia el Sr. García.
—¿Y qué te pareció? —preguntó.
Su mirada me incomodó e hizo que me excitara extremadamente. Quise saber lo que estaba pensando, pero no me atreví a preguntar. Parecía extremadamente privado y fuera de los límites.
—¿Te gustaría quedarte el CD por un tiempo? —preguntó.
—¿No lo echará de menos? Negó con la cabeza. —Tengo un iPod.
—Está bien. Gracias —respondí, y metí el CD a resguardo en mi bolso. —¿A quién estaba escuchando cuando entré?
—A DJ Premier —respondió.
—¿Otro DJ?
—Uh, huh.
—¿Cómo se llama la canción?
—"Enseña a los niños" —dijo con una sonrisa.
—Tiene que estar bromeando.
El Sr. García se rió. —No lo hago. La canción se llama “Enseña a los niños”.
—¿Y qué? ¿Eso es, como, inspiración para usted cuando tiene que planear las lecciones? Él ladeó la cabeza ligeramente y me consideró. —Eres graciosa. Y sí, tal vez es una inspiración.
Juro que sus ojos quemaron hoyos en mi rostro. Él era tan… intenso. Pero una especie calma y estable de intensidad, si tal cosa podía existir. Yo me quedé de pie incómodamente, esperando que me despidiera.
—Deberías ir a almorzar, Amaia— dijo, una sonrisa vaga jugueteando en sus labios.
—¿Debería?
—Mmhmm.
—Está bien. —Me volví para irme.
—Te veré mañana.
—Mmhmm —fue todo lo que pude decir.

PARADISE SUMMERLAND (historia adaptada almaia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora