Miré hacia arriba desde mi examen y le sonreí al Sr. García, pero el no vio.
No, eso no está bien. Él me miro. Me miro directamente. Pero no me sonrió de regreso. Me sentí extraña y puse una señal de advertencia en mi corazón. Algo iba mal, y yo quería preguntarle enseguida., pero estábamos en la mitad de la clase.
Trate de enfocarme en mi trabajo. No podía permitirme ir mal en el grado. Quizá estaba viéndome pero centrado en otra cosa, y no quería registrar en su cerebro que yo le estaba sonriendo.
Sí, eso suena bien.
Fui a visitarlo durante el almuerzo, pero no estaba en su salón. Estaba
deambulando por el pasillo, espiando a través de la ventana de la sala de
profesores. Lo vi sentado en una mesa leyendo y comiendo. Y casi empuje la puerta para que se diera cuenta de que no estaba solo. Varios profesores estaban con él, y no se me estaba permitido estar en sala de profesores de todas formas. Pensaba que era extraño. El Sr. García nunca come en la sala de profesores. El prefiere
comer en su salón donde puede escuchar su hip hop mientras come y califica.
Trate de visitarlo después de la escuela, pero su puerta ya estaba bloqueada cuando iba a entrar en su salón. Las luces estaban apagadas. Se había ido. La confusión creció de manera constante de manera que aumentaba cada hora hasta
que finalmente sucumbió el pánico.
Maneje hasta su apartamento y golpee la puerta. Fue lento para responder y
por un segundo, pensé que no estaba en casa. Cuando me abrió la puerta, vaciló como si realmente no quisiera que entrara.
— ¿Por qué estas actuando tan extraño?— pregunté, pasándolo hasta llegar a su sala de estar —. Has estado distante todo el día.
Alfred se rasco la parte de atrás de su cabeza.
—He estado ocupado. — respondió. De verdad? Te vi en la sala de profesores en el almuerzo. Tú nunca comes allá. — dijé.
— Necesitaba un lugar para trabajar sin interrupciones. — dijo él.
— A interrupciones te refieres a mí. — espeté, ofendida.
— Me refiero a muchos estudiantes, Cadence. — dijo alfred pacientemente. — Estoy atrás calificando. Sacudí mi cabeza. — ¿Atrás calificando?
— Sí.
Nos quedamos en un incómodo silencio hasta que yo hablé.
— ¿Qué es lo que en realidad está pasando aquí?— pregunté
Pauso por un breve segundo antes de responder.
— No puedo hacer esto. — dijo, no mirándome. Aquello era de cobardes, y él lo supo inmediatamente porque me miro directamente a la cara y repitió las palabras. —No puedo hacer esto.
— ¿Hacer qué? — mi corazón estaba acelerado, rebotando en mi pecho sin un ritmo.
— amaia, ya no podemos hacer esto más. — dijo alfred.
— ¿A qué te refieres?
— A esto. — dijo señalando de ida y vuelta entre nosotros —. Esta cosa que
estamos haciendo. Tiene que detenerse. Yo podría perder mi trabajo. Tú eres mi estudiante. Esto tiene que detenerse.
— No lo entiendo. Pensé que todo estaba bien. No estoy embarazada. Está bien.— mi corazón estaba siendo aplastado.
— Esto no tiene nada que ver con el susto del embarazo. — dijo alfred —. Pensé que eso era parte de esto.
— Pero tu dijiste que estaba bien…
— ¡No está bien, amaia! ¡Tienes dieciocho! Eres demasiado joven para mí, y estamos en diferentes lugares en nuestras vidas. ¿Entiendes eso?
Me estremecí. Ahora, he estado pensando mucho sobre esto. No quiero hijos. Nunca. Tu
probablemente los quieras en algún punto. Tenemos sueños diferentes. Valores diferente. Tú dijiste eso. ¿Recuerdas?
¿Lo hice? ¿Cuando?
— Lo siento, pero no podemos hacerlo funcionar.
— ¿A qué te refieres? Podemos hacerlo funcionar.
—amaia, esto es demasiado peligroso, lo que estamos haciendo. No es
saludable.
— ¿Cómo el amor no es saludable?— pregunté
—No… no me gusta perder el control. — dijo alfred —. Me siento como si
siempre estuviera fuera de control contigo. Eso no es saludable. Y el susto del embarazo me hizo finalmente verlo. No me gusta esta persona en la que he convertido. Impulsiva. Emocional.
— ¿Te refieres a humano?— espeté.
— No, Amaia. No me refiero a ser humano. — respondió alfred —Yo no actúo de esta manera. Este no soy yo. Y está pasando factura. Tenemos que parar.
— Yo quiero estar contigo. — susurré. La primera lágrima calló.
— Es imposible, Amaia. Tienes dieciocho. Yo tengo veintiocho.
— ¡No me importa!
— ¡A mí sí! Está mal. Está mal en diferentes niveles.
— Dijiste que me amabas. — lloré, sorbiendo y limpiando mi nariz.
Alfred suspiró. — amaia, por favor, no hagas esto más duro.
— ¡Tú me perseguiste! — grité.
— Lo sé.
— ¡Me hiciste creer que me amabas!
— Lo hago, te amo.
— Entonces, ¿Por qué estás haciendo esto?— lloré — ¿Por qué estas
rompiendo conmigo?
— Porque es muy difícil, Cadence. Es solamente demasiado duro. Y creo que nos estamos haciendo daño el uno al otro.No, no lo estamos. — discutí.
— Las peleas. Las dificultades a las que nos enfrentamos todo el tiempo
tratando vernos el uno al otro. Las escapadas. Es solo demasiado difícil. Quiero una relación normal. Esta no la es. No es el tipo de relación que quiero.
— ¡Ten las agallas para decirlo!— grité —¡Tu no me quieres! ¡De eso es de lo
que se trata todo!
— ¡Para!— gritó alfred —¡No estoy tratando de discutir contigo! ¡Estoy
cansado de hacer eso! Te amo demasiado, y te quiero demasiado. Y ese es el por qué estoy terminado esto antes de que algo desastroso pase.
¿A qué es lo que se refiere con ‘’desastroso’’? Eso estaba pasando ahora mismo.
El golpeteo de mi corazón en mi pecho se movió a mis manos. Las alce hacia él.
— ¡Por favor no hagas esto!— lloré.
— Amaia, no.
Corrí hacia él y arrojé mis brazos alrededor de su cuello. — ¡Tú me amas! ¡Yo sé que tú me amas!
Alfred vaciló antes de atraparme en sus brazos. Me apretó duro, sacando el aire fuera de mí.
— Te amo. — susurró —Demasiado. Eso duele, Amaia. Me duele.
Me apoderé de él duro. Pensé que si le mostraba cuan desesperada estaba, el
cambiaria de parecer. Puse mis extremidades contra las de él, y entonces él no podría romper conmigo porque él estaría igual de desesperado por mí.
Alfred me empujó hacia atrás. Y yo me aferre a el.
— Amaia, por favor, déjalo ir.
— ¡No lo hare!
— Amaia…— alfred intentó quitar mis brazos fuera de su cuello.
— No me dejes sola. — me ahogue.
— Lo siento. Pero no puedo hacer esto.
No podía escuchar nada más. Era muy doloroso. Pero no lo podía dejar de
cualquier forma. Sabía que no podría ser capaz de manejar. Estaba llorando
incontrolablemente, y mi único pensamiento fue alejarme de él, así que corrí al baño y golpee la puerta.
Me senté en el piso y llore todo el miedo y el dolor. Estaba asustada. Asustada
de estar sola. Asustada de verlo al día siguiente. Asustada porque había perdido a mi real y único amigo. Era Agosto una vez más, y estaba comenzando la escuela con
nadie a la vista. Nadie con quien compartir nada. Nadie a que le importe escucharme. Nadie que pasase tiempo conmigo. Solamente sola y asustada.
Me concentre en Aitana. Quizá ella si fuera una amiga. Quizá no estaba
completamente sola. Quizá todo este tiempo que pasamos juntas creció una
verdadera amistad, no una falsa como con la que nos topamos a inicio de año. Tal vez pueda llamarla. Tal vez.
Mire la hora. Estuve en el baño por media hora. Estaba cansada y quería irme a casa.
Alfred estaba sentado en la cama cuando abrí la puerta del baño. — ¿Estas en buenas condiciones para conducir?
Asentí.
—Me… me doy cuenta de que podrías arruinarme. — dijo alfred.
Estaba en shock. — ¿Qué?
Desvió la mirada. —No te estoy pidiendo que te quedes callada sobre esto.
Tienes que hacer lo que sientas que es correcto.
— ¿Crees que yo le diría a la gente sobre nosotros solo por venganza? ¿Crees
soy así de inmadura y malévola?
—No. No lo hago.
Nos miramos el uno al otro.
— ¿Entiendes que estoy hacienda lo que creo que es mejor?
Asentí.
—Lo siento, amaia. — dijo alfred suavemente.
Asentí y me voltee para irme. Estaba en automático, mis articulaciones
moviéndose, dirigiéndome hacia la puerta, abriéndola, cerrándola, entrando en mi coche. Girando la llave para encenderlo. Poniéndolo en reversa. Dando marcha atrás. Retrocediendo. Estaba en piloto automáticamente por que los sentimientos se habían ido. Los dejé en suelo del baño.
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PARADISE SUMMERLAND (historia adaptada almaia)
FanfictionAmaia Romero es una chica buena. Sólo comete un error en su primer año en la escuela secundaria que le cuesta diez meses de detención juvenil. Ahora en su último año a perdido todo:su mejor amiga, La confianza de sus padres, el privilegio de conduci...