MEJOR AMIGA

86 9 0
                                    

Amaia esperó junto al casillero de aItana el lunes por la mañana. Pareció pasar una eternidad antes de que su amiga rodeara la esquina y se dirigiera hacia ella. Estaba mirando al suelo mientras caminaba. Aitana nunca miraba al suelo. Miraba hacia delante con confianza.
—¿Estás enfadada conmigo? —soltó Amaia. Aitana no la miró cuando abrió su taquilla.
—Vete.
—No.
—Dije que te fueras.
—Por favor, habla conmigo —suplicó Amaia.
—¿De qué? —preguntó Aitana. Su tono carecía de emociones. Se quedó de pie mirándose la cara en el espejo colgado de la parte interna de la puerta de la taquilla.
—Huí. Estoy en la casa de alfred.
—Felicidades. Espero que ustedes dos sean muy felices juntos.
—¡Aitana! —gritó Amaia, agarrándole los hombros a su amiga—. ¡Mírame!
Aitana finalmente le miró la cara a Amaia y jadeó.
—¿Qué demonios le pasó a tu ojo?
—Mi papá.
—¿Te pegó?
—Sí. Pero escapé. Estoy viviendo con Alfred. Nunca volveré a casa. En
realidad, no puedo. Papá me repudió. Dios, Aitana. ¡Tengo tanto que contarte! Quería contártelo este fin de semana, pero no podía ponerme en contacto contigo.
Te llamé desde el teléfono de Alfred…
—Ya no tengo mi teléfono —interrumpió Aitana.
Las chicas se quedaron en silencio por un momento.
—Tu papá se encargó de llamar a mis padres y contarles lo que pasaba contigo. Dijo que no estaba seguro de si yo estaba implicada en tu… ¿cómo lo dijo? Oh, sí… en tu «jueguito de engaño». Entraron en mi habitación de golpe. Me quitaron mi
teléfono. Vieron el número de Miguel. Y eso fue todo.
Cerró bruscamente la puerta de su taquilla y se dirigió pasillo abajo. Amaia la siguió.
—Lo siento. Cometí un error —dijo Amaia, tirando del brazo de Aitana.
Aitana se detuvo de repente y se giró hacia su amiga.
—No, Amaia. Tú no cometiste un error. Un error es cuando calculas mal un problema en tu examen de matemáticas. Ése es un error. ¿Está bien? Sabías qué estabas haciendo en ese cine. Sabías que estabas haciendo una escena. Sabías que eso podía arruinarte a ti y a alfred. —Se detuvo un momento—. Y a mí. Lo sabías,
y lo hiciste de todos modos porque eres egoísta. No lo llames un «error». Admite lo que realmente es. Un pecado. —Se dio la vuelta y siguió por el pasillo. Amaia se quedó perpleja. Y luego la perplejidad se convirtió en enfado. Corrió por el pasillo tras de Aitana, alcanzándola.
—¿Desde cuándo empezaste a pasar tiempo con Gracie? —esperó.
—Que te den.
—¡Hablo en serio! ¿Qué demonios fue ese comentario? ¿Un pecado?
—Solo te digo lo que es —replicó aitana.
—No pequé en tu contra, aitana. Metí la pata. Cometí un…
—¡No te atrevas a decirlo! —gritó aitana. Empujó a amaia contra la pared, con el brazo en su garganta. Sus ojos estaban salvajes y heridos—. ¡No tienes idea de lo que me has hecho! ¡Te pedí que tuvieras cuidado! ¡Eso fue todo! ¡Te lo puse fácil! ¿Y qué haces tú? ¡Me arruinas la vida!
Amaia se tragó las ganas de llorar. Sabía que eso solo avivaría la ira de
Aitana. Además, no quería que su maquillaje se estropeara. Trabajó durante veinte minutos esa mañana para ocultar el ojo morado lo mejor que pudo.
—Eres mi mejor amiga —susurró Amaia.
Aitana entrecerró sus ojos.
—Lo sé. ¡Es por eso que duele tanto!
Aitana se dio la vuelta y corrió hacia el baño. Amaia se quedó quieta en ese mismo lugar, con la espalda contra la pared, sintiéndose culpable y atrapada y enfadada y derrotada.
Y asustada. Su miedo se intensificó cuando una estudiante se le acercó.
—La señora Jackson quiere verte en su oficina antes de la primera clase —dijo la chica.
—¿Tengo que ir? —Las palabras se salieron de su boca antes de poder
detenerlas. Eran pequeñas y débiles y la hicieron sentir como si tuviera cinco años.La chica se encogió de hombros, confundida.
—No lo sé. Se supone que solo te tengo que decir que te reportes en la oficina. Debería huir, pensó Amaia. Debería huir ahora mismo.
Miró a la chica que se la quedó mirando de forma rara.
—¿Qué le pasó a tu ojo? —le preguntó la chica.
—Un accidente.
—¿Con una pelota de béisbol o algo?
—Ajá.
La chica negó con la cabeza.
—Eso no fue lo que pasó.
Amaia parpadeó.
—Tienes razón. No lo es. —Pasó junto a la chica hacia la oficina y fue
detenida por una mano en su hombro.
La chica susurró:
—La próxima vez, contraataca.

PARADISE SUMMERLAND (historia adaptada almaia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora