Reglas de supervivencia del colegio:
1. No llorar bajo ninguna circunstancia
2. No atacar a nadie físicamente (ni siquiera cuando lo merezca totalmente)
3. Actuar y sonreír como si nada te molestase
4. Intentar exudar las virtudes cristianas como la paciencia, el amor y el perdón.
5. Cuando todo lo demás fallé usa el sarcasmo como método de defensa.Estaba en la parada del autobús a un pie de distancia de mi hermano de quince años, jugando con mis dedos transpirados y practicando técnicas de relajación, de esas que se supone que calma los nervios. No podía soportar la expectación. Las miradas, las risas. Las observaciones groseras. Estaban viniendo y yo no podía hacer nada. ¿Pensaba que todo el colegio me la tenía jurada? Por favor. No estoy tan pagada de mi misma. Pero sabía quienes eran los estúpidos y sabían que me estarían esperando.
- ¿Sabes? Que podría ir al colegio en coche al colegio si no lo hubieras echado todo a perder. Lloriqueo Javier. Los autobuses son penosos.
Me encogí de hombros y puse los ojos en blanco. El transporte era el menor de todas mis preocupaciones. Estaba a punto de entrar en la central de los abusones y estaba tratando de prepararme mentalmente. Yo no era grosera por naturaleza, y ciertamente no me resbalaba todo, pero sabía que tenía alguna posibilidad de sobrevivir, tendría que fingir que si. Seguí repitiendo las reglas de supervivencia una y otra vez en mi cabeza, haciéndolas penetrar en mi memoria.
-¿Cuando crees que mamá y papá te permitirán que conduzcas otra vez?pregunto Javier levantando una piña
- No lo sé. Pensé que tendrían que dejarme conducir al colegio.
-dije
Solo uno más de mis múltiples castigos por ir al reformatorio. Papá me quito mi coche y me dijo que no lo tendría por varios meses, también me dijo que tenía que conseguir un trabajo a tiempo parcial y quería empezar uno inmediatamente. Cuanto más estuviera en el trabajo menos estaría en casa.
El autobús llegó y las puertas se abrieron, como un fuerte crujido. Era un sonido conocido uno al que me había acostumbrado los últimos diez meses. Inhale y seguí a mi hermano por los escalones saludando al conductor del autobús con asentimiento, mientras buscaba asientos vacíos y me di cuenta de que tenía que compartir asiento con alguien.
Caminé por el pasillo atisbando caras que me dijeron en terminos no inseguros. Que no se me permitía sentarme junto a ellos. De acuerdo aparte todos en este autobús hacen parte del grupo de los imbéciles. Hice notas mentales.
Me quedé en el medio del autobús hasta que el conductor grito: ¡Siéntate! Me senté rápidamente en un asiento que estaba ocupado por un chico que resopló y me apretó contra la ventanilla.
- Esta debe ser una buena idea le dije. Las malas desiciones tienden hacer contagiosas
-Lo que sea expeto. No me hables.
-lo que quieras , replique poniendo la mochila sobre mi pecho y mirando fijamente a la parte superior de mis muslos durante el resto del viaje.
*************
-Genial
Saqué mi mono naranja de mi taquilla y lo levanté, dejando que los brazos y las piernas se desdoblasen por la gravedad. Quien sea que me diera el traje, usó plantillas para pintar con spray el número de identificación carcelario en la parte de arriba de la esquina izquierda del frontal. Incluso consiguieron mi talla correcta, me di cuenta, sujetando el traje contra mi cuerpo y comprobando la longitud de los brazos y piernas. En silencio, los elogié por el esfuerzo que pusieron en mi atuendo de “bienvenida de nuevo al colegio”. Yo no quería decepcionarlos, así que dejé caer
mis libros en el suelo con un ruido sordo y me metí en el modelito.
Se sintió extrañamente familiar y ni un poco aterrorizante. Yo era un bebé crecido otra vez, llevando un mono poco favorecedor que gritaba “¡Criminal!”.
Algunos estudiantes todavía estaban en el pasillo y me observaban con incierta fascinación. Me agaché para recoger mis libros y me dirigí a cálculo, mi primera clase del día.
La campana para los retrasados sonó justo cuando entré a la clase, y todos los ojos se movieron del profesor hasta la puerta donde yo estaba observando el espacio buscando un asiento disponible. Quedaban dos. Ambos en la fila frontal. Suspiré y
me abrí camino al primer asiento, al frente y al medio, sintiendo el calor trepar por mi cuello por primera vez desde que me vestí. No debería habérmelo puesto. Yo tenía más conocimiento.
Algunas chicas rompieron a reírse y las saludé con un ligero asentimiento de cabeza. Cuando finalmente concentré mi atención al frente de la clase, quería morirme. Simplemente morirme allí mismo. Derretirme en mi traje naranja y desaparecer por una eternidad.
“Medianoche en un Mundo Perfecto” se cernía sobre mí con un montón de papeles en sus manos. Sus cejas estaban elevadas con un arco alto muy poco natural, y él me miraba con una mezcla de molestia y diversión. Me encogí de hombros y le di una media sonrisa.
Él suspiró pesadamente, decidiendo entre enviarme a la oficina por mi
bromita o dejarme tranquila. Era obvio que sabía por qué estaba vistiendo el mono.
Yo estaba tratando de ser dura. Él no quería avergonzarme, pero tampoco podía dejar que los otros estudiantes pensasen que podían poner esta clase de mierda en su clase. Oh, ¿qué hacer? Amaia, probablemente quieras ir a cambiarte sugirió suavemente.
¡Oh, Dios mío! ¡Él recuerda mi nombre!
Me sonrojé y bajé la mirada hacia mi escritorio. De repente, me sentí
irracionalmente enfadada y desafiante. No sabía por qué. Debí haberme sentido halagada porque recordaba mi nombre. Pero no lo estaba. Estaba cabreada porque
sugirió que me cambiase. ¿Por qué debería? Sólo estaba vistiendo un regalo que algunas agradables perras dejaron en mi taquilla. ¿Qué pasaba con eso?
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PARADISE SUMMERLAND (historia adaptada almaia)
ФанфикAmaia Romero es una chica buena. Sólo comete un error en su primer año en la escuela secundaria que le cuesta diez meses de detención juvenil. Ahora en su último año a perdido todo:su mejor amiga, La confianza de sus padres, el privilegio de conduci...