CAMBIÁNDOLO

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hicimos todo lo que pudimos…
Alfred parpadeó, tratando de enfocarse. Trató de concentrarse
en las palabras del doctor. Vio sus labios moverse pero no escuchaba
nada. No había ningún sonido. Solo había una mirada de preocupación y derrota. El doctor estaba derrotado. Había perdido la batalla y ahora alfred se quedaba para limpiar las cenizas.
—… Altamente irregular…
Él no sabía cómo limpiar después de una batalla. Nunca antes había hecho esto. Incluso cuando su padre enfermó, todos estaban preparados para eso. Al cáncer no le tomaría mucho. El doctor dijo que tenía tres meses. Y casi fue a los tres meses cuando su padre murió. Todos
estaban listos. Los planes estaban hechos. Limpiarlo era lo mínimo.
—… necesitas saber que cuando quieres verla… Alfred miró la boca del doctor, aturdido. Bien podría haber repetido «sandía, sandía, sandía» una y otra vez y era todo lo que alfred entendía de las palabras del doctor.
Había terminado. No tenía sentido. Su mundo había desaparecido y él estalló en carcajadas. Su madre se asustó.
—alfred, ¿cariño?
Alfred apuntó al doctor.
—Mi esposa está muerta y ¡él sigue diciendo sandía! Rugió una carcajada espantosamente alta. Reverberó en el lobby del hospital y una enfermera fue llamada. Era demasiada conmoción. Necesitaba ser tranquilizado.
—alfred… —Su madre lloró suavemente mientras le acariciaba el brazo.
—¿Qué es gracioso —dijo, luego colapsó en una silla que había sido llevada al lobby para él—. Tu esposa murió. Sandía. Tu esposa murió. Sandía. Tu esposa murió. San...

* * *

—¡alfred! —gritó Cadence, sacudiéndolo. Él se quitó las sábanas y se sentó en la cama, limpiando su cara. Estaba llorando.
—Es… estabas hablando dormido —susurró Amaia. —Jesús. —Jadeó. Se bajó de la cama y caminó hacia el baño. Cerró la puerta suavemente y se sentó en el borde de la bañera, acunando su rostro en sus manos.
Las lágrimas seguían humedeciéndolo y no las podía detener.
Escuchó un suave toque en la puerta.
—Salgo en un minuto —susurró. Ella de todos modos entró y se sentó a su
lado—. Solo fue un mal sueño —dijo, limpiando sus ojos con el dorso de la mano.
Amaia asintió. Empujó su camisa sobre sus rodillas para combatir el
escalofrío en el baño. Ella siempre estaba jalando sus camisas, se dio cuenta.
—¿Quieres hablar de ello? —preguntó ella tentativamente. Alfred se encogió de hombros—. Podría ayudar —ofreció. Él tomó una respiración profunda.
—Me casé a los veintitrés años. —Empezó—. Sé que es algo joven para los estándares de ahora pero después de que mi padre murió, no estaba interesado en jugar en el campo. Quería encontrar a alguien que me amara tanto como yo la amara a ella, construir un hogar y una vida juntos. —amaia escuchó atentamente—. Andy había ido a la universidad conmigo. Formaba parte de mi
grupo de amigos, Dylan incluido, y estuvimos saliendo cerca de un año antes de que algo romántico sucediera. Cuando supe que la amaba y que quería pasar el resto de mi vida con ella, no dudé. Estaba trabajando. Ahorré un poco de dinero y
lo gasté en un anillo. —amaia asintió—. No me arrepentía. Me quedé en
bancarrota después pero no me importó. Le hubiera comprado un millón de anillos si hubiera podido. —alfref se detuvo por un momento—. Hicimos todo lo que una pareja hace cuando está en bancarrota. Vivimos en un pequeño apartamento
después de graduarnos…
—¿Este apartamento? —preguntó Amaia. ¡Oh Dios mío! ¿Estaba durmiendo en su cama? ¿Estaba haciendo el amor con alfred justo donde Andy había dormido y había hecho el amor con él?
—No, amaia. Me mudé después de que ella murió. —amaia se relajó un
poco—. Terminé trabajando enseñando. Ella trabajaba como secretaria. Nuestras vidas no eran especiales, bueno, para el resto del mundo. Éramos ordinarios. Quizás un poco aburridos. Pero nosotros pensábamos que teníamos una vida
emocionante. Porque nos teníamos uno al otro. Amaia evitó sus ojos. Entre más hablaba, más lejos se sentía de él. Y lo que más sentía era su corazón roto, todavía anhelando a otra mujer. »El embarazo fue un accidente. Su control de natalidad decidió dejar de funcionar. No estábamos siendo irresponsables. Solo fue uno de esos inexplicables
eventos. Así que lo tomamos como una señal de que se suponía que debíamos tener un hijo. —Se detuvo—. Bueno, ella lo tomó como una señal. A mí en cambio algo
no terminaba de cuadrarme. Silencio. »El embarazo fue genial. Convertimos la habitación de invitados en un cuarto de niño. Todo estaba listo. Cuando estuvo en labor de parto, todo era normal. El procedimiento estuvo bien hasta el final. Supe que algo estaba mal cuando el doctor y las enfermeras se susurraban unos a otros. Lo sacaron y se lo llevaron a otro lado. Y luego hubo ese momento de completo silencio y tranquilidad.
Se detuvo, pensando. »Como si todo se moviera en cámara lenta. Andy me miró y me dijo: «No me siento bien. Algo está mal» y aquello completó el pánico. La sangre. Estaba sangrando. Y ellos no pudieron detenerlo. —amaia lloró silenciosamente,
limpiando sus lágrimas para que él no pudiera verlas. »Me sacaron de la habitación. Me separaron de ella mientras trataban de salvarla. Fue inútil. Murió bastante rápido. Después aprendí que sangrar es como si
te introdujeran en un sueño REM. Realmente no duele. Solo te sientes
extremadamente cansado y luego todo se detiene. —Se detuvo—. Bueno,
obviamente tus ojos no se mueven.
Más silencio. Amaia miró a alfred. Sus ojos estaban hinchados e inyectados en sangre. Y vacíos.
—Esa mañana, éramos dos cuando teníamos que ser tres. Al final, fui el único que salió de allí.
—Lo siento—susurró amaia.
Ella se sentía mal del corazón por la inhabilidad de compartimentar sus
emociones. Ahora eran demasiado, y se arremolinaban juntas en un fantástico y oscuro desastre: ira de que le mantuviera eso en secreto, tristeza por su pérdida, su corazón roto por las crueles palabras durante su pelea. No podía darles sentido o
qué se suponía que debía hacer con ellas. ¿Consolarlo o dejarlo? Pero, ¿qué hay acerca de su propio consuelo? Él la había humillado, la había hecho sentir estúpida y sin importancia y eso no lo podía olvidar. Tampoco podía salir del baño y dejarlo solo sufriendo su pena. Estaba estancada y se dio cuenta que tenía que ser una buena novia esta noche. No sabía lo que pasaría mañana pero esta noche le daría lo que él necesitara.
—Debí decirte que estuve casado —dijo alfred después de un tiempo—. Pero nunca pude encontrar el momento correcto. Y no quería revivir ese momento otra vez. Lo hago lo suficiente en mis sueños.
—Lo entiendo.
Él la miró por primera vez desde que entró al baño.
—Lamento minimizar tu vida y tu pasado. —amaia sacudió su cabeza—.
Dije esas cosas por la ira y no las creo. No podía creer lo que hacía cuando las dije.
—Está bien.Hablo en serio, amaia. Me enamoré de ti por muchas razones. Haces que mi corazón sienta. Trajiste alegría a mi vida. Eso nunca fue una principal atracción para mí, aunque cuando te vi en esa carretera aquella tarde, supe que debía tenerte. Era un sentimiento de desesperación que no había tenido en mucho tiempo. Fui a
casa esa tarde determinado a encontrarte. Sabía que nadie más en el mundo podría ser capaz de sanar mi corazón. Tenías que se tú.
Amaia escuchó sus palabras y trató de meterlas en su corazón pero seguían
estando lejos. Todo lo que podía pensar era en sus palabras previas. Palabras como «sin historia», «hoja en blanco» y «fácil». Una chica que no significaba nada. Dócil y maleable. Fácil de amar. Fácil de entrenar. Fácil de doblar y romper. Esas eran
las palabras que realmente tenía atascadas en el corazón y no lo podría olvidar pronto. Sin embargo, esa noche, llevó a Alfred a la cama e hizo lo que pudo para aliviar su dolor. Era algo que podía darle porque ella ya había alejado su corazón. Él no lo
sabía todavía, pero lo haría.
Eventualmente.

PARADISE SUMMERLAND (historia adaptada almaia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora