Me quedé en las puertas del santuario sosteniendo una pila de programas.
Llevaba un vestido rayado azul y blanco con zapatillas de ballet. Mi cabello caía encima de mi hombro en una trenza suelta, y mis ojos azules lucían sin maquillaje a excepción de un poco de rímel. Opté por una mirada inocente.
Traté de no sudar en los programas, pero mis manos estaban húmedas. Esta era la última forma de castigo—decir “hola” a todos los miembros de la iglesia que pasaban dándome miradas sospechosas o compasivas. Ahora entendía por qué papá me dio este trabajo. Quería recordarme que estaba siendo juzgada, que nuestra iglesia no me había perdonado por mis transgresiones y que tenía mucho
trabajo que hacer para recuperar ese estado de “niña buena”.
—Buenos días, Sra. Warren —dije con dulzura, extendiendo un programa.
—Amaia —dijo ella, y arrebató el papel de mi mano.
—Buenos días, Sr. y Sra. Sunder.
—Me alegro de verte, Amaia —Respondió la señora Sunder. Fue amable
pero reservada.
—Buenos días, Sr. García.
¿Qué?
—Hola, Amaia —respondió el Sr. García.
— ¿Asiste a la iglesia? —Le pregunté. Nunca lo había visto antes.
Sonrió con paciencia e ignoró mi pregunta. —Esta es mi madre, xusita.
—Yo soy la que asiste a la iglesia, querida —dijo. Sus ojos brillaban, y pensé que iba a hacer algo.
—Oh. Hola, Sra. García —Respondí.
—Arrastré a Alfred aquí hoy —dijo, empujándome. —Como si la iglesia fuera tan aterradora ¡No!Forcé una sonrisa. Justo para mí, realmente lo era.
—Y yo tengo un motivo ulterior —Continuó.
—Mamá…
La Sra. García ignoró su hijo. —Esta iglesia es bastante grande, ¿eh?
Asentí con la cabeza.
—Y llena de hermosas mujeres que aman al Señor.
—Mamá...
—Estoy jugando a la casamentera —dijo ella, mirándome de arriba a abajo.
Me agarró del brazo y me atrajo hacia sí. —alfred ha estado en una mala racha de citas por...
—¡Madre!
La Sra. García miró a su hijo, sus ojos repentinamente eran suaves y tristes.
—Cariño, no quiero ser insensible.
—Por favor, detente —dijo el Sr. García con los dientes apretados. Su
cuerpo estaba tenso al máximo, y me moría de ganas de saber lo que la señora García iba a decir antes de que él la interrumpiera.
Ella se volvió hacia mí y me miró de arriba una vez más. Al parecer le gustó lo que vio porque sonrió con aprobación y dijo; — ¿Cuáles son tus planes después de la iglesia, querida? ¿Te importaría almorzar con nosotros? Mis ojos casi salen desorbitados de mi cabeza.
—Mamá, amaia es una de mis estudiantes.
— ¡Oh mi! —Exclamó la Sra. García. Agarró el programa que
automáticamente le extendí. — Juro que ahora nunca las niñas aparentan sus edades. Amaia, querida, lo siento mucho.
Abrí la boca y luego la cerré. Y entonces abrí mi boca de nuevo y volví a cerrarla. Me veía como un pez tratando de respirar.
La Sra. García se aclaró la garganta. —Entonces, ¿en qué grado estás?
—Último de Secundaria —le contesté. Pienso que luzco mucho a una de
último. La Sra. García debe ver algunas de las chicas de mi clase. Se ven como si estuvieran pasados de sus veinte años.
—Una de último —dijo. —Bien por ti. ¿Sabes a qué universidad irás?
Ella sólo me estaba haciendo estas preguntas porque estaba avergonzada
después de descubrir que era un partido inapropiado para su hijo.
—Espero respuestas dentro de poco —le contesté. Estuvimos de pie
incómodamente antes que el Sr. García se llevara a su madre.
—Debemos entrar ahora. —Puso su mano en el codo de su madre y la
condujo al santuario.
Los vi serpenteando a través de la multitud con algunos asientos disponibles.
¡Al lado de mis padres! Papá estrechó la mano del Sr. García y le señaló el asiento
de al lado. El Sr. García asintió y lo dejó abierto. Mi asiento. Justo entre mi padre y mi muy lindo, muy fuera de los límites, maestro de matemáticas. Me quiero morir.
Tan pronto como escuché el comienzo de la música, supe que era hora de
entrar. Deje el resto de los programas en una mesa cercana y caminé
tentativamente en el interior del santuario. Me deslicé en nuestra fila usual e intenté con todas mis fuerzas no mirar al Sr. García. Pero fue imposible, y cuando lo hice lo vi vislumbrar una pequeña sonrisa en sus labios. ¿Qué fue eso? Rodé los
ojos y dirigí mi atención a la gran pantalla en el escenario que puso de relieve las palabras de la canción actual.
La nuestra era su típica enorme iglesia sin denominación con sus asistentes portando Starbucks, una banda de la iglesia que le gustaba tocar los éxitos de U2 antes del servicio, y un pastor que siempre usaba jeans. Él enseñaba más que
predicar, lo que me gustaba mucho, nunca había sido el tipo de chica que disfrutara de los sermones ni menos sudar.
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PARADISE SUMMERLAND (historia adaptada almaia)
FanfictionAmaia Romero es una chica buena. Sólo comete un error en su primer año en la escuela secundaria que le cuesta diez meses de detención juvenil. Ahora en su último año a perdido todo:su mejor amiga, La confianza de sus padres, el privilegio de conduci...