RECONCILIACIÓN

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¿Qué es lo que pasa contigo últimamente?
—preguntó Amaia, tendida en el sofá.
Javier se sentó en el extremo todo lo que pudo e intentando sacar
los pies de su hermana de sus rodillas
—¿Qué quieres decir? —preguntó él.
—La actitud. Tienes esa actitud. No eres tú —replicó ella.
Javier se encogió de hombros.
—No tengo ninguna actitud —murmuro él. Amaia sonrió y se rascó la parte superior de su cabeza.
—¿De verdad, javi?
Javier la miraba como si sus palabras fuese lo que necesitaba para estallar,
pero él no quería traer a colación los malos tiempos. Pensó que no sería bueno para el estado emocional de su hermana. Él no tenía idea de por qué pensaba que ella era tan delicada en ese momento. Se había escapado. Se había enfrentado a su padre. Estaba pagando impuestos.
Estaba creciendo.
—¿javi?
—¡Creo que dios es un idiota! —espetó él.
—¡JAVI! —amaia lo golpeó en el estómago con el pie.
—¡Ay! ¡Eso duele, amais!
—¿Qué demonios? Javier frotó su estómago.
—Tiene que serlo por lo que te pasó —argumentó él.
Amaia puso sus ojos en blanco.
—Él no me dio el golpe en el ojo. Papá lo hizo.
—Pero él permitió que sucediera.
—Ay Dios mío —murmuró amaia. Qué?
—Esa es la línea que dice todo el mundo cuando la mierda va mal en su vida. «Dios no tenía que permitir que esto me sucediera a mí». Crece de una puta vez, Javi. Amaia hizo una pausa, pensando en aitana, aquella tarde no mucho tiempo antes cuando las chicas se sentaron en el almuerzo a discutir el incidente del armario de clases. Aitana le había dicho que tenía que crecer. Justo de esa manera:
—Crece de una puta vez. —Ahora, en ese momento, ella añoraba a su amiga.
—Bueno, es cierto. Se supone que debe ser Dios, ya sabes. Todo poderoso. Omnisciente —dijo javier.
Amaia respiro paciente.
—Es tan bueno que me tiene en tu vida —comenzó, y javier la golpeó en la espinilla juguetonamente—. Si la vida fuese perfecta, y el mal no existiría, y todo el mundo fuese feliz todo el tiempo, ¿qué probaría tu fe?
Javier frunció el ceño.
—No te sigo.
—¿Quién tiene que confiar en la misericordia y el amor de Dios, si sus vidas son perfectas? Javier se sentó en silencio por un momento.
—¿Así que nos castiga para que confiemos en él y lo amemos? Eso es
retorcido.
—Él no nos está castigando. Dios es bondad, ¿está bien? No puede hacer mal.
Eso va en contra de su naturaleza. ¿Ves? Entonces ¿Por qué crees que Dios me dio un golpe en el ojo?
Javier se encogió de hombros.
—Él dejó que sucediera.
—Sí. Creo que él nos dio a los seres humanos el libre albedrío, javier. Ese es mi punto. El libre albedrío para ir por ahí matando y violando y robando y mintiendo y golpeando a sus hijas en los ojos.
—¿Por qué? Amaia se pauso.
—Creo que por un buen motivo. Para la elección.
—Sí, pero, ¿por qué? Él ve claramente cómo todo está en mal estado ¿por qué no acaba de incendiar la tierra y termina esto de una vez?
—Bueno, ese es un buen punto.
Javier sonrió con aire de suficiencia. Amaia lo vio.—Pero tengo una respuesta para ti —dijo ella. Él gruñó—. Él nos ama y quiere que confiemos en su bondad.
—A la mierda con eso —respondió javier.
—¿Quieres ser un robot simplemente? ¿Quieres ser obligado a amar a Dios?
Porque él podría hacer que sucediera, pero no tiene tiempo para eso. Ese no es el tipo de relación que quiere contigo. Esa no es una relación de cualquier modo. Esa es una coacción. Y tampoco tienes tiempo para este tipo de mierda. Javier consideró esto.
—Estoy en la barrera —dijo él.
—Bueno. Bien puedes ir por la barrera por un tiempo. Eso sí, no dejes que la amargura inicie y se ajuste en tu vida. Javier lanzó a amaia una mirada sucia.
—No estoy amargado. Estoy molesto.
Ella miró a su hermano.
—Lo entiendo —dijo ella en voz baja—. De verdad.
—¿Por qué no estás enojada con Dios? Amaia se encogió de hombros.
—Lo estuve. Por un tiempo. Pero entonces recordé que me ayudó a escapar, ¿cómo puedo estar enojada con Dios cuando él me ayudo a mover mi auto en la huida? Javier pensó por un momento.
—Hmmm. Bien, veo eso. Llamaron a la puerta, y javier se levantó de un salto.
—¿Debería abrir? —preguntó amaia.
—No te preocupes —respondió él, abriendo la puerta. Frunció el ceño, viendo al visitante de arriba abajo como si fuese basura maloliente que se olvidó poner en la acera—. ¿Qué quieres? —Estaba en la puerta restringiendo la entrada.
—Sal de mi camino, javier —dijo aitana.
—No. No hasta que me digas qué quieres.
—¿No es obvio? Estoy aquí para ver a amaia —contestó ella pacientemente.
—¿Por qué?
—Para hablar con ella cosas que no te incumben. Javier gruñó.
—Has sido realmente miserable con ella.
—Sé lo merecía No, no lo merecía. Vete a la mierda, Aitana. Todo esto es apenas su culpa, ya que es tu culpa. Y yo no voy a permitir que vengas aquí y buscar a mi hermana a molestarla, ¿de acuerdo? Ella está frágil en este momento —sacó toda su estatura,
ojo a ojo con su actual enemigo.
—¿Frágil? Eres un idiota. Fuera de mi camino —aitana empujó contra su
pecho, pero él no se movió.
—Y tú eres una puta —respondió él.
Aitana retrocedió, aturdida.
—Eso es correcto. Puta. Un poco llorona, perra puta —aitana sonrió
maliciosamente—. Ooooh, mira al feroz javier. Es tan grande y malo que me llama puta. ¿Qué? ¿Finalmente crecieron las agallas?
—Siempre he tenido agallas, Aitana. Y siempre estuve allí para mi hermana. A diferencia de ti.
Silencio.
—¡Papá le dio un ojo negro! ¡Y tú estabas preocupada porque te quitaron tu teléfono! —rugió él.
—Cuidado, pedazo de mierda —advirtió Aitana.
—Oh, vete a la mierda —dijo javier—. Eres la persona más egoísta que
conozco.
—Ya he terminado contigo. Muévete así puedo hablar con Amaia.
—Púdrete.
—¡Mueve tu mierda fuera de mi camino! —grito aitana.
Javier se inclinó, su rostro a centímetros de aitana.
—Si la molestas, no voy a ser responsable de lo que te haré. No golpeo niñas.
Eso totalmente patético. Pero tú eres una historia diferente. Porque ni siquiera creo que seas una chica. Ni siquiera eres humano. Eres una extraterrestre en un planeta
oscuro que…
—Cállate, javier —dijo aitana, empujándolo a un lado y entrando al
departamento. Divisó a amaia en el sofá—. ¿Solo te quedaras allí
escuchándonos? amaia se echó a reír.
—¡Síp!
—Dios, eres una perra. ¿Ni siquiera ibas a ir en mi defensa? —preguntó
Aitana—. Tu hermano me amenazó. El maldito Mike Tyson por aquí. Tienes que hacer algo al respecto. Amaia siguió riéndose. No podía contenerlo. Una vez empezó, dejó que la
consumiera. Fue infecciosa. La risa de aitana vino después, seguida por Javier. Se rieron hasta llorar, se rieron hasta que sus estómagos dolían. Se rieron hasta que la tensión se desvaneció.
—No te soporto —se quejó Aitana, mirando a javier. Se hundió en el sillón—. Creo que eres una pequeña perra dolor en el culo.Amaia chilló de la risa.
—Y creo que eres una puta perezosa —respondió javier. Él se dejó caer en el sofá junto a su hermana y suavemente la golpeó de nuevo—. Respira, amais.
— ¡Yo… lo estoy intentando! —se atragantó.
—Dios, no sé cómo compartiste casa con él —gimió Aitana.
—No sé cómo ella pasó la mayor parte del último año saliendo contigo —
disparó javier de nuevo.
—No sé cómo…
—¡BASTA! —lloró amaia por la voz de aitana. Se secó las lágrimas de los
ojos y respiro hondo—. No sé cómo puedo soportaros a los dos.
Aitana contuvo el aliento, esperando. Amaia la miró, luego se volvió a javier.
—Sí, sí. Ya lo sé —dijo él. Se puso de pie y saco las llaves del auto de su
bolsillo.
—¿Disfrutando mi auto? —preguntó Amaia.
—Inmensamente —respondió el.
—Eres un idiota, y te amo —dijo ella.
Ella se propuso a decirle a su hermano que lo amaba cada vez que lo viera. Se arrepintió de no decir esas palabras la noche que javier la ayudo a escapar, y ella no quería sentir de nuevo ese arrepentimiento. Por no decir que siempre sintió como si tuviera que expresar su amor por él. Todavía era un imbécil, pero ella sabía que él la amaba ferozmente, haría cualquier cosa por ella, y que justificaba sus palabras.
Cada una y en todo momento.
Javier mostró a Aitana su dedo del medio antes de salir.
—¿Desde cuándo tu hermano es tan grosero? —preguntó Aitana una vez que la puerta se cerró. Amaia se encogió de hombros.
—Está en una fase rara en estos momentos. Está enojado con mis padres por lo ocurrido… —Apuntó a su ojo—. Y está frustrado porque aún tiene que vivir bajo su techo.
Aitana asintió.
—También está muy enojado con Dios —añadió amaia—. Me dijo hace
unas semanas que no estaba seguro de que todavía creía en él. Me enojo cada día con indiferencia. Aitana puso los ojos en blanco.
—¿Crisis existencial a los dieciséis años? Dame un respiro. Él es un perdedor.
—Y lo amo —dijo amaia en voz baja.
Aitana se movió en su asiento
—Él en realidad no es un perdedor. Estuvo allí para ti cuando yo no estaba.
Silencio.
—Has visto mi ojo, aitana —susurró amaia—. No estoy tratando de hacer
que todo sea sobre mí, pero tú eres mi mejor amiga. Viste mi ojo. —Miró a aitana
—.Y te alejaste.
Los ojos de aitana se llenaron de lágrimas. Ella alzó la vista al techo en un intento de forzar las lágrimas, pero corrieron por sus sienes de todos modos.
—Lo sé.
—No sé lo que te ha pasado a ti, pero lo siento. Lo siento por todo. Sea lo que sea lo que tus padres te hicieron, lo siento —amaia secó sus ojos.
—Lo siento —dijo aitana—. Solo soy una egoísta. Estaba tan enojada contigo. No podía ver nada por mis propios problemas. ¡Y ellos no tuvieron un maldito trato tan malo comparado con ser golpeada por tu padre! Amaia…
Ella se levantó de su asiento y se abalanzó sobre su amiga, abrazando a Amaia con tanta fuerza que oyó sus huesos sonar. Pero no la soltó. No podía. Tenía que mostrar a Amaia lo mucho que la quería y lo mucho que lo sentía por estar ausente. Incluso si le dolía.
Amaia lloró en el hombro de aitana, aferrada a ella igual de fuerte, sintiendo
un tipo diferente de libertad de la que justo había explicado a javier. Esta fue una buena libertad, estimulante y curativa. Y la iluminó, dejó la piel como fuego en todos los lugares que su amiga tocó su cuerpo. Libertad. Y perdón. Amaia se apartó y agarró el pañuelo del final de la mesa. Ella se lo dio a Aitana, quien se sonó la nariz.
—¿Qué ibas a decirme? —preguntó amaia, viendo a aitana frotar sus ojos.
Aitana asintió.
—Tu padre llamó a mi madre la noche en que te enfrentaste a él. Ella y mi
padre entraron en mi habitación y exigieron que les entregara mi teléfono. Ya te había dicho esto.
Amaia asintió.
—Encontraron el número de miguel.
—Sí —bajó aitana la cabeza. — ¡Dios, esto es tan vergonzoso! Amaia tomó la mano de su amiga.—Mi padre lo llamó, y ya que mi nombre y foto aparecen en su teléfono, él
respondió diciendo, «Estaba pensando en ti. Necesito mi cara entre tus piernas».
—¡Oh por Dios! —La cara de amaia se iluminó de rojo brillante—. Oh,
Dios, Oh Dios, Oh Dios…
—Sí, dímelo a mí —respondió aitana. Separó su mano de la de amaia y se
quitó el flequillo de la cara—. Estaba mortificada. Papá estaba mortificado. Quiero decir, él me miró como si fuese una porquería —hizo pausa por un segundo y susurró—: Un poco de la manera que tu hermano acaba de mirarme.
Amaia apartó los ojos.
—¿Cómo sabes que Gavin dijo eso?
—Porque papá tenía el teléfono en altavoz.
Amaia negó con la cabeza.
—¿Qué pasó después?
—Papá no respondió. Él simplemente colgó el teléfono y me dijo: «Ha
terminado».
—¿Qué demonios significa eso?
—Terminaron las salidas con miguel.
—Eres una adulta.
Aitana resopló.
—Sí.
—¿Qué significa eso? Eres mayor de edad, aitana. Puedes salir con quien
quieras. Aitana parecía derrotada.
—No, amaia.
—¿Qué quiere decir, no? No entiendo por qué…
—Alto —interrumpió aitana—. Y escúchame un segundo.
Amaia cerró la boca.
—¿Honestamente piensas que miguel puede cuidar de mí? Quiero decir, ¿si les dijera a mis padres que se fueran al infierno y luego me escapara? ¿Crees que él podría cuidar de mí?
Amaia parpadeó.
—No soy una idiota. No me importa tener diecinueve. Sé que no puedo cuidar de mi misma. ¡Ni siquiera tenía trabajo hasta hace tres semanas! No hago suficiente dinero para vivir por mi cuenta, pagar la escuela, pagar por un auto, pagar por…
—¡miguel te ayudaría! ¡Podrían hacerlo juntos!—dijo amaia. No. No, no lo haría. Fue divertido estar con él porque era deshonesto y astuto, y porque no tenía que preocuparse por cuidar de mí. Mis padres hacían todo eso. Él solo me mostró un momento de diversión.
—Pero pensé que estabas loca por él —dijo amaia en voz baja.
Aitana lo pensó por un momento.
—Yo… lo estaba. Pero me di cuenta de que tengo que hacer lo mejor para mí.
—¿Y qué es eso? Dejar que tus padres te controlen cuando…
—No. Usando a mis padres hasta que ya no los necesite más —respondió
Aitana.
—¿Qué?
—Necesito el dinero para ir a la escuela. Los necesito para ayudarme a pagar el seguro del auto. Está bien. Voy a vivir en su casa, mientras voy a la escuela. Voy a dejar que me impongan toque de queda…
—¿A los diecinueve años?
—Voy a dejar que ellos dicten y lo haré —continuó Aitana, ignorado a su amiga—. Y una vez que no los necesite más, me iré —contuvo el aliento largo y lento—. Y nunca voy a hablar con ellos de nuevo.
—aitana —susurró amaia.
Aitana miro a amaia justo a la cara.
—No es lo ideal, y eso me hace enojar, pero lo haré. Porque no soy tonta.
Amaia se erizó.
—No soy tonta.
—No estoy insinuando que lo seas. Tu situación es totalmente diferente a la mía. Tu padre te golpeó. No tienes elección. Además, el Sr. García es mayor. Y no es un completo idiota como miguel. Se ocupará de ti y te protegerá. Miguel nunca haría eso.
Amaia asintió.
—Pero estarás infeliz en casa.
—Ya soy infeliz. Pero no me importa. Sé que lo que estoy haciendo es
inteligente. Solo tengo que tener cuidado contigo. Tenemos que tener cuidado cuando nos veamos.
Amaia entró en pánico. Aitana lo notó y le agarró la mano.
—Sabes que mis padres perderían la cabeza si saben que estoy saliendo
contigo. Era el último año de la escuela de nuevo. Pero en lugar de los padres de Gracie diciéndole que no podía ser amiga de amaia, ahora era aitana. Sentía dolor de estómago.Yo no soy una mala persona! —gritó.
—Lo sé.
—¡Esto es una mierda!
—Lo sé.
—¡Tienes diecinueve!
—Lo sé.
—¿Por qué no te vienes a vivir con nosotros? —preguntó amaia.
Aitaba se rio.
—¿Quieres seguir siendo mi amiga?
—Sí.
—Está bien entonces. No.
—Pero nunca te veré.
—No es cierto en absoluto. No pueden seguirme a las clases, o al trabajo.
Habrá un montón de veces que nos podremos ver. Amaia grito de nuevo.
—Voy a estar bien, amaia. Lo juro —dijo aitana. Se unieron en otro abrazo. Esta vez amaia la apretó con fuerza hasta hacer los huesos de aitana estallaran.
—¿Realmente pequé en tu contra? —preguntó amaia.
Aitana se alejó.
—¿Eh?
—Lo que me dijiste en el pasillo. Todas estas semanas atrás. ¿Era verdad? Aitana pensó por un momento.
—Estaba fuera de mí misma.
—No, no lo estabas. Y pensé mucho acerca de lo que habías dicho, la
diferencia entre un error y un pecado. No saber en contra de saber. Y tienes razón. Lo que ocurrió en el cine no fue un error.
Aitana parpadeó.
—No quiero volver a tratarte así de nuevo. Confiabas en mí, y lo eché todo a perder. Fui egoísta, demasiado, Aitana. Sabía lo que era mejor.
Aitana intento con tono ligero.
—Bueno, creo que recibir un puñetazo en el ojo te absuelve de toda culpa.
Amaia se rio y negó.
—¡Mi maldito padre me golpeo en mi maldito ojo!
—Lo sé, ¿verdad? ¿Has puesto cargos?
Amaia negó con la cabeza.
—Hicimos un trato.
—¿De qué?
—Él no iba a ir a la policía para ir acerca de alfred y yo no iba a ir a la policía para denunciarlo a él.
Aitana silbo por lo bajo.
—Oh Dios Mío. Amaia, eso es, como, muy fuerte.
—Lo sé. Y fui yo la que hizo el trato. No alfred. Aitana asintió.
—Ese es muy astuto. Eres muy inteligente. Eres lista. Debes estar impresionada contigo misma.
Amaia rio.
—Totalmente. Pasaron la tarde discutiendo sus horarios de clase y los días y horarios en los que pudieran encontrarse en el campus para pasar el rato. Se dieron cuenta de que
con sus horarios sería imposible hacer una rutina para verse. Aitana dijo que añadiría el número de amaia en su teléfono con un nombre diferente.
—Espera. ¿Te devolvieron tu teléfono? —preguntó amaia.
—No. Tuve que comprar uno nuevo.
Bromearon sobre el contacto falso y desarrollaron toda una vida y trasfondo para ella. Ella sería un nuevo amigo cristiano de aitana del campus. Aitana asistiría a la Cruzada Estudiantil para Cristo con ella todos los jueves por la noche a las 7pm. Traducción: iría a la casa de amaia con pizza.
Alfred llegó a la casa de la risa de las chicas. Planeaba decirle a amaia que le habían ofrecido el puesto de profesor en la Universidad Técnica de Cobb, pero podía esperar, teniendo en cuenta los acontecimientos que se desarrollaban en su sofá. Una amistad importante estaba siendo restaurada. La curación se estaba
llevando a cabo. Los planes para el futuro estaban en marcha. Y él no era parte de esas cosas. Ellas necesitaban tiempo juntas, por lo que dijo un rápido «hola», y luego desapareció en el dormitorio. Se quedó allí toda la noche, leyendo un libro, sonriendo de vez en cuando ante los chillidos de risa, feliz por sus reparados corazones.

PARADISE SUMMERLAND (historia adaptada almaia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora