FLORES DANZANTES

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Solía trabajar en la tienda de flores de Mildred antes de meterme en
problemas con la ley. No pensé que Mildred me aceptaría de nuevo después de mi liberación del reformatorio. ¿Quién querría que una ex convicta trabajara en su negocio? Me sorprendí cuando mi papá lo mencionó en la cena.
—¿Amaia?
—¿Hmm?
—Millie llamó a mi oficina esta tarde —dijo papá.
—¿Quién?
—Tu antigua jefa.
—Ohh. ¿Cómo está la Srta. Millie? —pregunté, alegre por estar hablando en vez de comer. Aparté el frijol de lima alrededor de mi plato.
—Le está yendo bien. Preguntó por ti —dijo.
No te hagas ilusiones, Amaia. Pero me las hice de todos modos.
—Uh huh.
—Quiere saber si estarías interesada en regresar al trabajo. Sólo unos pocos días a la semana.
—¡Sí! —grité.
Papá sonrió. —Eso fue lo que le dije.
Prácticamente baile alrededor de mi silla. —Le dije que tenías tutoría los martes y los jueves, y que vas a la iglesia los miércoles en la noche, así que parece que trabajarías los lunes y los viernes después de la escuela y la mayoría de los sábados en la mañana. Asentí con entusiasmo.Por lo cual también significa que tienes los privilegios de conducir de nuevo —continuó papá.
Chillé.
—Has sido buena, Amaia, tu madre y yo estamos orgullosos de ti —dijo.
Miré a mi mamá quien sonrió. Quería reír a carcajadas. ¿Ahora era buena?
¿Ahora cuando estaba mintiendo acerca de mi paradero, besándome con mi profesor de matemáticas y saliendo con la chica más falsa del planeta? ¿Ahora era buena? Era ridículo, y no podía importarme menos. ¡Tengo mi coche de
nuevo todo de vuelta! Y quería ir a cualquier lugar.
—Um, ¿papá? sé que es una noche de semana, pero ¿podría ir a recoger a
Aitana? Íbamos a estudiar juntas para nuestro examen de historia —mentí—. Sería mucho más fácil y menos costoso personalmente que por teléfono.
Papá consideró mi petición. Antes, habría dicho no automáticamente antes de que terminara de hacer la pregunta completa. Pero era Aitana: buena, dulce, la maravillosa influencia de Aitana.
—Debes estar en casa a las diez —dijo.
Besé su frente y salí por la puerta.

* * *

Mi primer día de vuelta al trabajo fue como si nunca me hubiera ido. La Srta. Millie me saludó con un caluroso abrazo y me dio un beso en la mejilla, luego insistió en que no le dijera “señorita”.
—Eres prácticamente un adulto, Amaia —dijo—. Y ahora somos
compañeras de trabajo.
—Usted es mi jefa, Srta. Millie —contesté.
—Oh, aquí es informal —dijo, con un gesto desdeñoso de su mano—. Yo
insisto.
No quería discutir con ella sobre eso nunca más, pero confieso que las
primeras veces que le dije “Millie” me sentí culpable.
—Hoy harás entregas —dijo, y me quejé—. Oye, eres una ex convicta. ¿Creías que te iba a dar la bienvenida con trabajos divertidos?Sonreí. Los trabajos divertidos eran arreglar los ramos, por supuesto, y tenía que admitir que era realmente buena en eso. Y ella también lo sabía. Pero tuvo que “castigarme” con las entregas de flores hasta que me ganara el privilegio de arreglar flores otra vez. Llenamos la parte trasera de su camioneta en el orden de la lista de entrega, y la detuve antes que cerrara el maletero.
—Espera. Prometo nunca drogarme y robar una tienda de nuevo —dije,
levantando mi mano derecha mientras la izquierda se cernía sobre un ramo de rosas. No tenía una biblia, así que pensé que las rosas serían lo mejor.
—Es verdad, no lo harás, o estarás en el servicio de entrega
permanentemente —dijo—. Ahora aquí están las llaves —Y las dejó caer en mi mano—. Ponte en marcha. Hoy es un día muy agitado por si no lo habías notado.
Amaba las habilidades organizadoras de Millie. Me trazó todo el recorrido
para que fuera más fácil y más eficiente. Me subí en el asiento del conductor y encendí el coche, sintiéndome genuinamente feliz por estar de vuelta al trabajo en un ambiente que olía tan bien. Era una de mis cosas favoritas de trabajar en una tienda de flores (y camioneta) la deliciosa atmósfera romántica y sensual.
No soy una persona organizada por naturaleza, así que no me molesté en mirar la lista completa de entrega antes de comenzar mi ruta. Sólo marcaba las casas a medida que iba, completamente ajena de que mi siguiente parada después de los Petersons: era la casa de Gracie. Cuando finalmente se me ocurrió, me pregunté si la madre de Gracie abriría la puerta cuando tocara. Luego traté de averiguar por qué estaban recibiendo flores. No era el cumpleaños de Gracie. No estaba segura sobre el de su madre. Cuanto más reflexionaba sobre eso, más
ansiosa me ponía hasta que mis manos estaban temblando, tomé el ramo desde la parte de atrás de la camioneta, caminé hasta la puerta de Gracie con el terror escrito en mi rostro. No había estado en su casa en más de un año.
Toqué el timbre.
Gracie contestó. Ella estaba sorprendida, y luego tomó las flores que le ofrecía.
—Hola —dije.
—Hola.
—¿De quién es el cumpleaños?
Miro por encima de su hombro por un segundo luego de vuelta a mí.
—De nadie.
—Entonces ¿qué pasa con las flores?
—Es el aniversario de papá y mamá —dijo Gracie.
Asentí.
Observé como Gracie puso el ramo en una mesa en la sala, luego regresó a la puerta. Permaneció en silencio, al parecer no quería decir “adiós” pero era incapaz de pensar en otro tema de conversación.
—Entonces, ¿qué hay de nuevo? —pregunté.
—No mucho.
Suspiré. No me estaba ofreciendo mucho, y de repente me empecé a
impacientar. Di la vuelta para irme.
—Te he visto saliendo mucho con Aitana —dijo Gracie.
—Sí. Ella es agradable —contesté, dándome la vuelta.
—Supongo. —Gracie se encogió de hombros.
Estaba celosa, y extrañamente, eso me dio comodidad. Me echaba de menos, pero estaba demasiado enojada para admitirlo.
—Sin embargo, no es lo mismo —respondí. Observé su rostro esperando una reacción, y obtuve una. Sus ojos llenos de lágrimas.
Entonces, su madre apareció de la nada y arruinó todo.
—¿Puedo ayudarte, Amaia? —preguntó. Llenó la parte delantera de la puerta, y Gracie quedo en un segundo plano casi fuera de mi vista.
—Sólo estoy entregando flores —contesté—. Feliz aniversario.
—¿Millie te contrato de nuevo? —Pude ver que la Sra. Turner se arrepintió de sus palabras inmediatamente. Traté de ser chistosa. —¿Puede creerlo?
Sus ojos se estrecharon. —Que tengas un buen día, Amaia.
—¡Espere! ¿Puedo terminar de hablar con Gracie? —pregunté.
—¿De qué?
—Cosas.
—¿Cosas?
—Sí, señora.
—¿Puedes ser más especifica?
Um…no.
—Entonces no, no puedes —y cerró la puerta en mi cara.

PARADISE SUMMERLAND (historia adaptada almaia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora