Las luces de colores y los parpadeantes focos lograron sacudir los sentidos de Claire aquella noche. Parecía mentira que el lugar en el que había trabajado aquellos cuatro últimos años hubiese cambiado tanto por la fiesta que allí se celebraba. El espacio de paredes beige, alternadas con mallas de obra vista, estaba libre de las mesas que lo caracterizaban. Estas, estaban colocadas a los lados de la estancia sirviendo de buffet, adornadas con elegantes manteles de color gris oscuro.
Los ordenadores habían desaparecido también, igual que los teléfonos y los archivadores, dando paso a un lugar espacioso, amplio y diáfano desde el cual las luces de la ciudad entraban para jugar con los LED de colores. Pensó que, si no supiera que aquello era una oficina, podría pasar perfectamente por un moderno local de ocio.
Desde que Claire dejó su ciudad natal para realizar sus estudios en diseño de estrategias de negocio y comunicación de moda en la prestigiosa Parsons School of Design en Nueva York, estaba viviendo su sueño. En su último año consiguió una beca para trabajar en una de las mejores agencias internacionales de moda del país estadounidense, Concept Agency, y allí prosperó rápidamente hasta convertirse en un elemento indispensable para la propia compañía.
Todos allí admiraban y valoraban mucho el trabajo de Claire, esa chica europea que a duras penas llegaba al metro sesenta y cinco, de rostro redondeado, de cabello castaño ondulado y con esos ojos avellana que jugaban con tonalidades castañas y verdes. Aquello, junto a las dulces facciones de su rostro, le daban ese aspecto aniñado que nadie diría que guardaba la energía, la profesionalidad, el aplomo y la seguridad que sorprendían allá donde iba.
Se podía decir que Claire prácticamente se había dedicado a vivir para la agencia desde que llegó a la ciudad de los rascacielos. Lo daba todo por su trabajo. Sin embargo, hacer lo que más amaba en el mundo y poder dedicarse a lo que siempre había soñado, al mundo de la moda —y en Nueva York—, provocaba que se levantase con la sonrisa que todos agradecían ver cada mañana junto a su incansable positividad. Además, nada le iba mejor que mantener su mente ocupada, lejos de su pasado y del motivo por el cual, en realidad, decidió estudiar tan lejos de casa.
Estaba resultando ser una noche increíble para todos. La agencia acababa de comprar una compañía británica, operación con la que sumarían a sus sedes una de las capitales de la moda más importantes a nivel europeo junto a Milán, París o Berlín.
—Gracias a todos y a todas por haber venido esta noche —agradeció Martha. La rubia era la vicepresidenta del grupo empresarial y dijo aquello tras dar algunos golpecitos en su copa frente al micrófono que el DJ le había dejado, provocando que todos los allí presentes comenzasen a prestarle su total atención.
Claire se agarró del brazo de Peter, su novio desde hacía tres años. Se acordaba perfectamente del momento en el que se le cayó un café sobre su camisa el primer día en el que Claire comenzó a trabajar como camarera en una de las cafeterías que había en el Campus, recibiendo sus reproches por haber manchado un traje que, al parecer, era de buena marca. Aquel día acabó su turno con una compañera dándole un pequeño trozo de papel con el número de teléfono de aquel muchacho de ojos oscuros que tan grosero había sido con ella. Acabó hablándole por curiosidad, hasta que un día quedaron para salir y poco a poco se enamoraron, comenzando una relación que ya contaba con más de tres años de historia.
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Siete vueltas al sol
RomanceGANADORA WATTYS 2022 Después de un último año de instituto fatídico, Claire decidió marcharse a estudiar a Nueva York, aprovechando para huir de todo y poder dejar en Londres ese pasado que tanto dolor le causaba. Sin embargo, siete años después y y...