Ruptura (Parte I)

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Pararon en un área de servicio antes de volver a entrar al centro de la ciudad

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Pararon en un área de servicio antes de volver a entrar al centro de la ciudad. Claire estaba sentada en una de las mesas vacías de aquel amplio espacio, mirando sus manos prácticamente sin pestañear. No podía creerse lo que acababa de ocurrir tras aquella conversación con Peter. Él había decidido, tan solo unas semanas después de su traslado, quedarse en Nueva York y romper su relación de tres años antes que ir a visitarla; de luchar por lo que, como mucho, sería un año separados mientras la apoyaba y la dejaba crecer como profesional.

Pero ¿qué esperaba? Peter siempre había sido un hombre a quien tan solo le importaba su carrera y su futuro. De hecho, muchas veces se había encargado de demostrárselo con su falta de empatía o el poco apoyo que había sentido por su parte, pero jamás imaginó que se rendiría en tan poco tiempo o con tanta facilidad.

Desde la caja del pequeño supermercado que allí mismo había, Evan la observaba justo antes de pagar el par de cafés para llevar que había pedido junto a la gran tarrina de helado de chocolate. Se sentía impotente, y es que no era la primera vez que trataba de consolar a Claire tras una ruptura sin saber cómo hacerla sentir mejor.

Todavía recordaba aquella primera vez en la que le tocó lidiar con aquello, con el que fue el primer novio de Claire. Evan se encontraba en casa de sus vecinos, esperando en el salón a Eric mientras se duchaba para ir a los recreativos y el matrimonio Amery se acababa de marchar a hacer la compra del mes. No fue hasta que escuchó un portazo en la entrada cuando desvió la atención que había tenido durante los últimos minutos en la conversación que mantenía por mensaje con su último ligue, con quien había quedado aquella misma noche para añadirla a su lista de conquistas.

En cuanto escuchó los sollozos, se acercó a la puerta. La adolescente Claire, todavía con el uniforme negro del instituto puesto, aquel de falda plisada y con la característica americana de corte por encima de la cintura que tan bien le quedaba, apretaba sus puños con rabia mientras se deshacía en lágrimas, con la cabeza gacha. Era una chica muy orgullosa, pero él bien sabía que si estaba llorando de aquel modo era porque alguien había conseguido molestarla, cabrearla o dañarla de verdad.

—Claire, ¿qué te pasa? —quiso saber el joven Evan de a penas diecisiete años, acercándose a su amiga con cautela.

—No quiero hablar con nadie ahora, Evan. Déjame tranquila —respondió la castaña con una calmada voz que contrastó con el temblor de sus hombros.

—¡Eres una zorra, Claire! —escucharon que alguien gritaba desde la calle—. Te arrepentirás de haberme dejado delante de todos.

—¿Ese capullo te está gritando? —preguntó Evan comenzando a sentir la rabia que el que era novio de Claire, Zack, siempre le había provocado. No había duda de que se trataba de él.

—Ni se te ocurra salir, Myers —le advirtió ella cogiéndole del brazo, evitando que saliese a la calle para encararse a él—. Ya me he encargado yo de darle donde más le duele. Ese idiota me ha puesto los cuernos tres veces y he roto con él delante de medio instituto, dejándole en ridículo.

Siete vueltas al solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora