Peter (Parte I)

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Por fin había llegado el día

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Por fin había llegado el día. Después de aquellas primeras y difíciles jornadas en la oficina, Peter estaría en Inglaterra en unas pocas horas.

Claire había logrado entablar una buena relación con la mayoría de sus trabajadores, quienes incluso comenzaron a admirarla justo después de la primera reunión que hicieron oficialmente como Concept Agency, aunque le costó lo suyo.

Se había pasado las noches estudiando durante horas todos los proyectos de la empresa, los contratos que tenían vigentes y los resultados de sus últimos trabajos, ofreciendo a la compañía una nueva visión de negocio que agradó a la mayoría, haciéndoles recobrar la motivación que perdieron con el tiempo y los malos resultados.

Para Claire y la agencia, la moda iba mucho más allá de su propio sector y querían que se convirtiese en un valor añadido para todas aquellas empresas o agentes que quisiesen mejorar su masa crítica y lograr posicionarse. Aunque Dana no dudó en contradecirla e intentar dejarla en evidencia en cualquier momento, Claire supo salir de toda situación con profesionalidad, dejándola sin argumentos, ganándose todavía más el afecto de los demás.

Pero no quiso pensar más en el trabajo. Era viernes y le esperaba por delante algo más de una semana para poder disfrutar con su chico. Se había ofrecido incluso a irle a buscar al aeropuerto, pues Peter era un poco torpe cuando se trataba de utilizar el transporte público —y más en una ciudad que a penas conocía—. No le gustaba nada tener que usarlo, así que el día anterior se había encargado de alquilar un coche para hacerle la llegada mucho más fácil.

Tras una última y algo más relajada jornada laboral, Claire salió de su despacho por primera vez a la hora que le correspondía, cogiendo el metro y llegando frente a su edificio en menos de media hora. Iba con tiempo de sobras, pues el vuelo de Peter no llegaba hasta las nueve de la noche, pero prefería ir con tiempo por si se encontraba con algún atasco.

Se subió al coche que estaba allí aparcado, silbando y tarareando como llevaba haciendo un buen rato, aunque la melodía se cortó de golpe en cuanto, al girar la llave, el motor hizo un extraño sonido y no quiso arrancar.

—No me fastidies... —murmuró sin poder creérselo.

Intentó una y otra vez darle al contacto: pisando el embrague, poniendo primera, acariciando el salpicadero o golpeando el volante. Pero no hubo manera. El motor parecía ahogado y comenzó a desesperarse cuando vio que los minutos pasaban sin poder hacer nada.

Recordó entonces que la empresa de alquiler le dio un número de asistencia técnica por si tenía algún problema, así que no dudó en llamar. Le comentaron que una grúa estaría allí en, como máximo, media hora, pero se dobló el tiempo y allí no aparecía nadie.

Claire comenzó a tener frío una vez la humedad de la noche, al estar tan cerca del río, caló en sus huesos. Caminaba de un lado a otro, rodeando el coche mientras lo observaba cada vez con más odio, pero ni aquella penetrante mirada iba a hacer que el tiempo se parase o el coche se arreglase.

Siete vueltas al solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora