Redención (Parte II)

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«Highgate»

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«Highgate». La imponente y algo tétrica entrada del cementerio del norte de la ciudad se alzaba ante ellos. Poco después del dulce despertar de aquella mañana, se encontraban parados frente a un lugar cuyo silencio les puso a ambos la piel de gallina.

El encapotado cielo y la fina lluvia que caía sobre sus paraguas hacían que el ambiente estuviese más enrarecido. Claire sabía perfectamente por qué Evan la había llevado allí y no estaba segura de poder afrontar lo que creía que iba a ocurrir.

Desde la muerte de su hermano, solo había ido al cementerio el día del funeral. No había vuelto desde entonces —a excepción de la noche en la que fue con Josh y que no quería recordar—. Tan solo el pensar en ello le había provocado demasiado dolor durante mucho tiempo y entonces, estando allí, sabía que no se había equivocado.

Una sensación de vacío se había apoderado de su pecho. De nuevo, la culpabilidad azotó sus pensamientos. Y ya no solo por no haber ido a visitar la tumba de su hermano en tanto tiempo, si no porque, pese a todo y en parte, seguía sintiéndose responsable de su muerte. Responsable por no haber sido capaz de que su hermano confiase en ella; por no haber sido para él alguien con quien hablar de su sufrimiento hasta el punto de marcharse sin decir adiós. Eso, a su vez, también la enfadaba, sentimiento que aumentaba su culpabilidad.

—¿Estás bien? —escuchó que preguntaba la voz de Evan tras darle un suave apretón en la mano que tenía entrelazada con la suya.

—No sé si puedo hacer esto... —pronunció ella con la voz temblorosa.

Evan la sonrió con dulzura. La fina y fría mano de la joven apretaba la suya, pero sabía que estaba más preparada para aquello de lo que ella misma creía.

Se quedaron varios minutos allí de pie, en silencio, con Claire mirando el portón como si fuese la entrada a un lugar desconocido y aterrador al que nadie querría entrar, aunque en cierta manera era así para ella.

Sin saber por qué, de pronto, sintió la valentía suficiente como para dar un primer paso hacia la verja. A partir de allí, los pasos se sucedieron. Evan tan solo la seguía, contemplando su compungido rostro y velando por su bienestar. Tampoco quería que se sintiese presionada, así que con un suave tirón la hizo parar, captando su atención, poniendo una mano sobre su rostro mientras veía su ya cristalina mirada.

—Si crees que no es buena idea, podemos irnos cuando quieras, Claire —le hizo saber—. Podemos esperar a que estés preparada para visitarle.

—Nunca lo estaré —dijo convencida—, pero creo que, por muy duro que sea, tengo que hacerlo. Necesito despedirme una vez más ahora que sé todo lo que pasó en realidad.

Evan asintió, orgulloso de la mujer que tomaba su mano. Sabía que no era nada fácil para Claire estar allí y su valentía solo hizo que aumentar la admiración que despertaba en él.

Los pies de Claire se dirigieron hacia la tumba casi de modo automático. Más de ocho años hacía que no iba, pero su cerebro recordaba aquel camino como si lo hubiese hecho pocas horas atrás; como si el tiempo no hubiese pasado una vez atravesaba las puertas del lugar.

Siete vueltas al solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora