Invitación (Parte II)

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Aquel lunes fue una completa locura para Claire

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Aquel lunes fue una completa locura para Claire. Todo fueron reuniones, llamadas, entrevistas, más reuniones y más llamadas. Ni siquiera le dio tiempo a comer y tuvo que conformarse con el sándwich que Bethany le trajo del restaurante al ver que los minutos pasaban y Claire no bajaba ni avisaba de que iba hacerlo. Incluso sin nada de tiempo para tomarse un pequeño respiro o un simple café, acabó llegando al apartamento prácticamente a las ocho de la tarde.

Maddie y también Lucy, quien se había enterado de lo que habían hablado aquella misma mañana gracias a la primera y que había aceptado sin dudar ir a la gala de presentación de la sede, se encargaron de recordarle que debía invitar cuanto antes a Evan para que también fuese él. Y sí, quería hacerlo, pero cuando vio su cara de cansada y su pelo más que desarreglado en el espejo del ascensor pensó en posponerlo, al menos, hasta el día siguiente.

Entró en el apartamento y se quitó el traje de chaqueta y falda de tubo para estar más cómoda con la ropa más holgada que usaba para ir por casa. También lavó su cara, quitándose cualquier rastro de maquillaje, poniéndose las gafas que usaba por su astigmatismo tan solo para que su vista descansara después de tantas horas pegada al teléfono y al ordenador.

Se preparó algo ligero para cenar, pues el estrés de todo el día habían cerrado su estómago. Además, que Lucy y Maddie no dejasen de enviarle mensajes recordándole lo de Evan y lo de la gala tampoco ayudaba.

¿Se lo has dicho ya? —preguntó Lucy en cuanto Claire descolgó después de varias llamadas que se negó a contestar.

—Qué pesadas sois. No, no se lo he dicho. He llegado a casa hace nada y estoy agotada. Ya se lo diré mañana —intentó excusarse.

Claire, cielo. Hoy estás cansada, mañana te vendrá el fontanero y pasado tendrás que regar los cactus. No son más que excusas.

No, no lo son. Tengo una cara horrible, me cuesta moverme y me parece un mundo conseguir que dos frases juntas tengan sentido —siguió justificándose, aunque más bien pensó que aquello le pasaría si tuviese que enfrentarse a Evan y a la tontería de invitarle a la gala que, no entendía muy bien el por qué, le ponía tan nerviosa.

Claire, Evan te ve preciosa hasta con la cara manchada de barro, granos, arrugas, ojeras o lo que quieras inventarte. Tienes la enorme suerte de que es tu vecino, así que ve hacia la puerta de tu casa, ábrela, camina unos cinco pasos y llama al timbre del buenorro que va a acompañarte a esa gala —soltó Lucy de corrido con tono motivador.

Fue tanto el empeño que la pelirroja puso en aquel alegato que Claire incluso sintió un cosquilleo subir desde su estómago hasta a su cara, sintiéndose de golpe con las fuerzas suficientes para hacerlo —eso, y las ganas que tenía de que sus dos amigas dejasen de insistirle—.

—Muy bien, Lucy. Voy a ir a su puerta y lo voy a hacer, pero como me rechace o se ría de mí por mis pintas será culpa vuestra.

Sin decir nada más, colgó a su amiga mientras terminaba de masticar la manzana que era víctima de su poco apetito. Se levantó del taburete en el que estaba sentada, cerró sus ojos dando un par de respiraciones profundas y sin ni siquiera cambiarse y con las zapatillas de ir por casa cogió las llaves, salió al rellano y llamó al timbre que estaba a apenas unos metros de su puerta.

Siete vueltas al solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora