Pasado oculto (Parte I)

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La angustia y la necesidad de respuestas llevaron a Claire hasta a Hempstead

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La angustia y la necesidad de respuestas llevaron a Claire hasta a Hempstead. Ni siquiera había sido consciente del camino que había hecho en el metro o caminando hasta llegar frente a la puerta de madera que tantas veces había atravesado durante su infancia y adolescencia.

Pensaba que, si lo que le había dicho Evan era cierto, sus padres deberían de saber algo más de lo que le dijeron cuando tenía dieciséis años. Necesitaba que corroborasen aquella verdad aunque eso significase que, también ellos, la habrían mentido.

Cuando Diane, su madre, abrió la puerta, se sorprendió. Su hija no era dada a hacer visitas sorpresa, pero se alegró de verla.

—¡Hija! Qué bien verte por aquí. ¿Comes con nosotros? —preguntó la mujer viendo en su reloj que casi era la hora de comer. Por suerte, había hecho el suficiente estofado.

—Sí —contestó sin más.

No era capaz de sentir nada. Sus emociones parecían haberse dormido. Tampoco sabía cómo abordar el tema. Miles de preguntas revoloteaban por su mente y la confusión y el dolor eran demasiado intensos como para ser capaz de armar la pregunta cuya respuesta ansiaba como nunca.

El silencio reinó en la mesa del salón mientras Diane servía los platos. Ella y su marido miraban a su hija preocupados. A penas había dicho nada desde su llegada. Su rostro también se veía cansado y su aspecto algo desaliñado, y es que la joven ni siquiera se había molestado en peinarse antes de salir de casa.

En cuanto Evan se marchó, cogió un abrigo y se fue sin importarle lo que las decenas de pares de miradas que repararon en ella durante su trayecto pudiesen pensar.

—Cielo ¿te encuentras bien? —quiso saber su padre—Tienes mala cara.

No contestó. Apretó la mandíbula mientras llevaba una cucharada del estofado a su boca, aunque su estómago no podía estar más cerrado. Sintió náuseas en cuanto tragó.

—Debe de estar cansada del trabajo, cariño. Ya sabes que tu hija trabaja mucho —contestó Diane por ella.

El sonido de la cuchara cayendo sobre el plato asustó al matrimonio. Claire la había dejado caer sin ningún cuidado. No podía fingir que todo iba bien cuando estaba casi segura de que sus padres la habían mentido acerca de la muerte de su propio hermano.

La rabia que fluyó por todo su cuerpo fue descomunal, apareciendo de golpe como si hubiese despertado de un letargo, teniendo que levantarse para calmar aquella desagradable sensación que sentía por todas partes.

Sus padres la observaron sin pestañear. Jamás habían visto a su pequeña tan enfadada y las lágrimas que vieron brotar de sus ojos les hicieron entender que algo estaba a punto de pasar.

—No quiero mentiras —exigió la castaña.

—¿Mentiras? —cuestionó el señor Amery, confundido.

Siete vueltas al solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora