Adiós (Parte II)

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La suavidad de las yemas de los dedos de Evan acariciando sus labios la hicieron cerrar los ojos junto a un suspiro

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La suavidad de las yemas de los dedos de Evan acariciando sus labios la hicieron cerrar los ojos junto a un suspiro. Aquel último contacto con él le estaba pareciendo una tortura y no terminaba de entender a qué se debía tanta cercanía.

Evan también parecía hipnotizado. La calidez y la delicadeza de la piel de Claire siempre habían provocado aquella sensación en él. Tampoco podía dejar de mirar sus labios, anhelando su sabor y dudando en si besarla sería buena idea.

No podía dejar de recorrer aquella carnosa boca con anhelo. Era imposible resistirse, pero debía confesar lo que había estado dando vueltas en su cabeza desde que se marchó la tarde anterior de su apartamento.

—No sé qué hacer contigo —murmuró más bien para sí mismo.

Claire creyó que se refería a su traslado a Newcastle, pero nada más lejos de la realidad. La parte más primitiva de Evan le gritaba que se lanzase sobre sus labios, que devorase todo su cuerpo mientras la hacía sentir la mujer más especial sobre la faz de la Tierra. Sin embargo, Claire era incapaz de ver el deseo en sus ojos por culpa del miedo que le tenía a su marcha y al sentimiento de abandono que comenzaba a sentir en su pecho.

—Quédate... —casi suplicó ella.

Él no pudo evitar sonreír. Odiaba hacerla sentir mal cuando su decisión estaba más que tomada desde hacía horas, pero era incapaz de expresar todo lo que tantas veces había ensayado frente al espejo antes de llamar a su puerta.

No se le ocurrió una forma más sincera y natural de expresarse que hacer lo que tanto quería desde que había decidido ir a verla. De hecho, era algo que deseaba repetir desde hacía semanas. Evan se inclinó sobre Claire, quien anticipó sus intenciones humedeciendo sus labios para ser besados por la calidez y la dulzura del hombre que todavía sujetaba su rostro con delicadeza.

Fue un beso único; se podría decir que incluso perfecto. Ninguno de los dos quería separarse, pero tuvieron que hacerlo cuando Claire, tras apretar ligeramente sus labios por la excitación, sintió una ligera punzada en la herida que todavía estaba cicatrizando en ellos.

La castaña se apartó, ruborizada hasta las orejas y acariciándose sus rosados labios con los dedos, tratando de convencerse de que aquel beso había sido real.

—¿Qué... qué significa esto? —preguntó exteriorizando lo perdida, asustada y confundida que se sentía en aquel momento.

—¿El beso? —quiso jugar Evan. Claire simplemente asintió— Que me encantas, que todo lo que tiene que ver contigo me vuelve loco y me saca siempre una sonrisa por muchos obstáculos que haya habido entre nosotros; que si tengo que dejarlo todo atrás para que de una vez podamos estar juntos, lo haré sin dudar.

Claire se quedó anonadada ante aquellas palabras. Evan no había dejado de acariciar su rostro mientras confesaba todo aquello, lo que le dificultó poder comprender con agilidad exactamente qué le estaba diciendo. Boqueó durante algunos segundos, abriendo y cerrando los labios sin saber qué decir, el mismo movimiento que hicieron sus perplejos ojos.

Siete vueltas al solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora