Eran poco más de las cinco de la mañana cuando la llave se negó a entrar en la cerradura del portal de Southbank. El sol comenzaba a asomar por el horizonte, dibujando bonitos tonos morados y anaranjados en las nubes que cubrían el cielo. Claire sentía un escalofrío detrás de otro, y es que la temperatura parecía haber bajado en los últimos minutos, aunque quizás también se debía a que por fin se quedaba quieta después de horas y horas sin parar de bailar.
La parcial oscuridad que el amanecer todavía era incapaz de vencer, el agotamiento y la visión algo borrosa que le provocaba el alcohol que recorría su cuerpo, impidieron que Claire pudiese atinar a abrir. Probó todas las llaves que tenía en su argolla. Incluso las que identificó como las de casa de sus padres, pero ninguna de ellas parecía querer acoplarse.
—Malditas llaves de mie...
—Esa boquita, joven —sonó una voz interrumpiendo su maldición.
Una presencia intimidante se posó tras ella; tan cerca de su cuerpo que podía sentir el calor corporal que desprendía el que sabía que era un hombre. No reconoció la voz, pero sí el perfume. Evan estaba tras ella, sonriendo de forma burlona y mirándola con tanta curiosidad que llegó a sentirse incómoda.
Su corazón, su estómago y sus pulmones tampoco ayudaron a que se sintiese mejor. Después de lo que Lucy le había contado acerca de los sentimientos del chico, todos sus órganos vitales parecían reaccionar todavía más a aquella presencia, a aquellos ojos y a aquella sonrisa que ya hacía tiempo que creaban un torbellino de emociones cada vez que aparecía frente a ella.
Le observó, intentando descifrar por qué la miraba sin borrar su burlona sonrisa a pesar de las ojeras que se notaban bajo su azul mirada.
—Deja de sonreír así —le pidió ella, todavía pronunciando las palabras de forma algo arrastrada, haciendo reír al muchacho—. ¿Tú también vuelves de fiesta?
—Casi. Hemos tenido una operación de urgencia en el hospital y he tenido que ir a las dos de la madrugada al estar de guardia.
Claire se llevó la palma de su mano al rostro, tapándose los ojos y gran parte de la cara. Se sentía ridícula por estar en aquellas condiciones con él llegando de, seguramente, salvar unas cuantas vidas.
—¿Quieres que te ayude y que abra yo la puerta? —pronunció el moreno con gracia. Se estaba riendo claramente de ella.
—No, no hace falta. Puedo yo sola —respondió pese a que Evan había podido observar cómo había sido incapaz de abrir durante más de dos minutos.
—Ya... Bueno, entonces espero.
El joven se cruzó de brazos. No hizo desaparecer aquella irónica sonrisa de sus labios, desesperando a Claire, quien no dejó de mirarle de reojo viendo cómo esta aumentaba a cada intento fallido que hacía con las llaves. La situación le causaba demasiada gracia a Evan, teniendo que llevarse una mano a la boca para que no se le escapara una carcajada, pero es que el rubor que crecía a cada momento en el angelical rostro de su vecina era imposible de obviar. A parte de graciosa la hacía parecer preciosa.
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Siete vueltas al sol
RomanceGANADORA WATTYS 2022 Después de un último año de instituto fatídico, Claire decidió marcharse a estudiar a Nueva York, aprovechando para huir de todo y poder dejar en Londres ese pasado que tanto dolor le causaba. Sin embargo, siete años después y y...