Culpables (Parte II)

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Silencio

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Silencio. La lluvia era lo único que llenaba aquel gélido ambiente que se había apoderado del lugar de repente. Claire acababa de decir que su hermano murió por su culpa y Evan no entendía absolutamente nada. Sobretodo porque él sabía más de lo que le hubiese gustado recordar.

El cuerpo de la castaña temblaba de arriba abajo. Sus puños estaban cerrados con fuerza sobre sus palmas y las lágrimas caían, siendo visibles a pesar de que miraba hacia abajo.

Tenía miedo. Miedo de la reacción que pudiese tener Evan. Miedo a que le reprochara lo que había hecho y que nunca más quisiese saber nada de ella; que la odiase para siempre.

Cuando sintió su cálida mano sobre su hombro, se asustó por el contacto. Lo último que esperó fue un gesto compasivo como aquel.

—Dios, Claire... ¿Por qué dices eso?

Debía explicarle la verdad y sacarse ese nudo que se estaba enquistando en su pecho; la culpabilidad que le había impedido superar lo ocurrido con su hermano durante tantos años.

Le miró, y el azul tan cristalino que se encontró la hizo sentir todavía peor. Evan no parecía estar enfadado cuando ella. Creyó que esa hubiese sido la reacción correcta. La única posible.

—Aquella... aquella noche yo... yo... —comenzó a decir con dificultad.

No soportaba verla de aquel modo. Por algún motivo que no llegaba a comprender, Claire se sentía culpable por la muerte de Eric y no podía ni imaginar lo mucho que esa creencia la había hecho sufrir durante tanto tiempo.

La abrazó, dejando que se hundiese sobre su pecho mientras mojaba con sus lágrimas la camiseta con la que había dormido. El llanto fue silencioso pero desgarrador, recordándole el momento en el que, años atrás, llegó a la clínica tras enterarse de que Eric les había dejado tras una larga enfermedad.

—Vas a odiarme... —musitó ella.

Enseguida Evan la cogió de los hombros para apartarla ligeramente, pudiendo mirarla de frente.

—Pero ¿qué dices? Nunca podría odiarte, Claire.

—¡Deberías! —gritó desesperada— Yo debí estar con Eric aquella noche, Evan. ¡Yo debí quedarme cuidando de él! ¡Mis padres me pidieron que me quedara y lo único que hice fue irme a una fiesta de pijamas, dejándole solo! ¿No te das cuenta de que podría haberlo evitado? ¿De que podría haber avisado a alguien a tiempo? ¡Me odio por eso y tú deberías odiarme también!

El dolor de aquellas palabras pareció hacer eco por todo el apartamento. La sangre de Evan se congeló. No podía dejar que Claire se siguiese castigando por algo de lo que no era responsable, y menos recordando lo que, quien fue su mejor amigo, le dijo la tarde antes de marcharse para siempre.

Nunca creyó que tuviese que llegar a romper parte de la última promesa que le hizo, pero era inhumano dejar que ella siguiese sintiéndose de aquel modo.

Siete vueltas al solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora