La dura jornada terminó con un suspiro de Claire en cuanto salió a la calle, uno que pareció unirse al gélido ambiente que caracterizaba a aquella tarde. Todo parecía ir en comunión con su estado de ánimo, pues las horas que Claire pasó en la oficina fueron así: frías, deprimentes y con sus compañeros muy distantes. Ninguno de sus trabajadores había hablado con ella y cuando pasaba por la sala en la que estaban la mayoría de ellos, o se creaba un repentino silencio o se oían cuchicheos. Tan solo esperaba que la cosa se destensase poco a poco, pues aquel no era un ambiente propicio para trabajar ni para ella ni para el resto del equipo.
Se encontraba mentalmente agotada, con un notable dolor de cabeza producto de las preocupaciones y del malestar de aquel inesperado y a su parecer fatídico primer día de trabajo, pero decidió volver a casa andando. Quizás de aquel modo pudiese despejarse un poco o encontrar milagrosamente una solución para integrarse y hacer que los trabajadores se sintieran a gusto con ella.
Pensó en llamar a Martha por el camino para contarle su experiencia, pero desechó la idea en cuanto supo que en Estados Unidos era mediodía y debería de tener mucho trabajo. Además, no quería que nadie de su antigua oficina entendiese aquel primer contacto como gerente como un fracaso, aunque ella así lo veía.
Pensó que quizás había ido con las expectativas demasiado altas y su determinación debía ser esforzarse para que el día siguiente fuese un poco mejor. Un mal comienzo, pensó, solo puede hacer que todo lo que venga después sea mejor, ¿no?
Antes de llegar a su casa, tras más de media hora andando y con los pies palpitándole por el dolor que aquellos tacones nuevos le habían provocado, decidió llamar a Peter. Sabía que seguramente se regodearía sobre lo que le había ocurrido, dejándole claro que ya la había avisado de que algo así podía ocurrir, pero esperaba encontrar en él algún consejo que la ayudara y, sobretodo, un atisbo de consuelo.
—Hola, cariño. ¿Pasa algo? —le saludó él al descolgar, justo cuando Claire apretaba el botón que haría bajar al ascensor del edificio en el que vivía y se deshacía el recogido del pelo.
Suspiró.
—¿Tiene que pasar algo para que quiera hablar contigo? —cuestionó ella sonando abatida.
—No, pero el tono que acabas de usar sí que parece indicar que algo te pasa.
Un segundo suspiro se escapó de entre sus labios. Parecía como si el aire no acabase de llenar sus pulmones y una ligera presión se había instaurado en su pecho desde hacía ya algunas horas.
—Mi día ha sido una auténtica mierda —confesó.
—¿Y eso? ¿No ha ido bien en la oficina? —preguntó Peter mientras Claire escuchaba bastante alboroto al otro lado de la línea.
—Pues no. Aunque creo que «no ir bien» se queda corto. ¡Ha sido un auténtico desastre! —se desesperó.
—Ya... Oye, cielo. Es que ahora no puedo hablar. Estamos terminando un proyecto muy importante y esto es un ir y venir de gente. Ya sabes que estos días tengo que trabajar de más para poder ir tranquilo a verte a Londres. Quizás hoy no pueda llamarte, pero mañana hablamos seguro, ¿vale? Ya verás como no es para tanto. Te quiero, hablamos.
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Siete vueltas al sol
RomansGANADORA WATTYS 2022 Después de un último año de instituto fatídico, Claire decidió marcharse a estudiar a Nueva York, aprovechando para huir de todo y poder dejar en Londres ese pasado que tanto dolor le causaba. Sin embargo, siete años después y y...