Adiós (Parte I)

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Había pasado la noche en vela

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Había pasado la noche en vela. Desde que se fue del apartamento de Evan y le había contado a Lucy todo lo que había pasado, Claire no se había despegado de la manta con la que intentó desaparecer haciéndose un ovillo.

Pese a que la pelirroja trató de animarla e incluso se ofreció a ir a hablar con Evan para que se replantease las cosas, le prohibió que lo hiciese. La pelota ahora estaba sobre su tejado y no quería presionarle para que tomase una decisión. Si al final terminaba por irse, sería la señal definitiva para convencerse de que no estaban destinados a estar juntos.

Por la mañana, Lucy se marchó para hacer algunos recados. Hacía días que no pasaba por su casa y tenía que arreglar algunas cosas en el centro de la ciudad. Claire le prometió que se levantaría, se pegaría una ducha y que se vestiría, aunque fuese a quedarse en casa, pero eran las diez y media cuando todavía seguía a oscuras en la cama mirando sin ver nada, desde hacía casi una hora, las historias que le salían en Instagram.

No quería pensar en que, seguramente, Evan ya estaría de camino a Newcastle y que ni siquiera había querido despedirse de ella. No sabía lo que Eric le habría escrito en la carta, pero se le pasó por la cabeza que incluso le amenazase con que no se acercara a ella, tal y como sabía que había hecho en su adolescencia. Creyó entonces que no había sido buena idea darle la carta en un momento como aquel, pero era su derecho tenerla y poder leerla. No podía quitárselo tal y como habían hecho con ella.

Además, quizás aquel pensamiento tan solo era una excusa. Quizás Evan se había hartado del todo de esperarla y ni siquiera la quería ya ni como amiga, lo que todavía oprimió más su pecho. Había perdido al amor de su vida y no era capaz de pensar en algo para tratar de recuperarle o, en el peor de los casos, olvidarle.

Se levantó de la cama solamente cuando su boca seca le impidió respirar sin tener que toser, yendo a la cocina todavía arropada con su manta para llevarse una botella de agua y seguir deprimida en la comodidad de su colchón.

Justo cuando terminó de rellenar la botella, escuchó el timbre. Lucy le había dicho que volvería sobre aquella hora, así que fue a abrir, con la botella en la mano y una rebanada de pan en la boca, sin importarle el desastre andante que parecía.

—Creo que tendré que dejarte unas... —Se paró en seco en cuanto terminó de abrir la puerta— lla–llaves.

Quien estaba frente a ella no era una pelirroja de sonrisa agradable y energía desbordante, si no un alto morenazo de ojos azules que la miró de abajo a arriba entre divertido y confundido.

Rápidamente, Claire se metió toda la rebanada de pan en la boca, masticando con rapidez mientras bajaba la manta que cubría su cabeza a sus hombros, intentando ganar un poco de dignidad, pero el resultado fue conseguir atragantarse y casi caerse al pisar la manta.

—Creo que sería bueno que bebieses agua para no morir asfixiada —comentó Evan con diversión, levantando la manta que la chica no dejaba de pisarse en cuanto se movía.

Siete vueltas al solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora