Capítulo 8 |436 Días Antes

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Tome el trabajo en la cafetería, me adapte rápido y trate de dar lo mejor de mí, la paga era buena pero cada viernes le entregaba una taza de té y me agradecía con una sonrisa ligera.

Eso me recargaba de energía después de días agotadores, su gesto amable, el poder observarlo mientras sus labios tocaban la taza de porcelana y encontrarme con su mirada, me hacía tanto bien.

Ya no tenía dudas... lo quería a él en todos mis días.

Pero...

Me conforme con eso tanto que un día note que habían pasado meses y yo no había reunido valor para hablarle más allá de tomar y entregar su orden o un saludo casual en la escuela.

Era egoísta desear formar momentos preciosos junto a él y seguir enganchada a la idea alocada en que un día él me mirara de la misma manera. No lo sé, pero al llegar las primeras vacaciones sentí sed de él, extrañaba esos cortos momentos en que hablábamos y quería más.

No había forma de verlo hasta que llegaba durante mi turno en el café pero de una semana a la otra, él dejó de ir.

-Excelente trabajo, los sobres están en la barra. Nos vemos.
-Gracias, buenas noches.

La segunda semana de vacaciones y recibí mi quincena.

-Tal vez debería comprar algo bonito para Katie y para mi madre. Ya casi es navidad.

Una noche fría y solitaria en la que me encontraba caminando por el centro a una hora de mi departamento.

-Si llamó a Sasha...

Alguien tiro de mi brazo y me atrajo hacia él.

-¡Hey!
-De nada.
-¿Eh?- dije casi en silencio - Eres tú...
-Mikasa debes prestar atención al camino, estuviste apuntó de meterte a la fuente.
-Creo que me has salvado otra vez.

Rayos... otra vez.

-Como sea, ten más cuidado.
-No seas tan duro conmigo.
-¿Qué haces?
-Oh busco un par de obsequios.
-Ya veo. Deberías darte prisa ya es algo tarde.
-Sí, tienes razón. Bueno, fue un gusto verte.
-Igualmente. Adiós.
-Espera...
-¿Sí?
-¿Por que ya no has ido al café?
-Oh eso. ¿Me extrañas de casualidad?
-No, no, no...

Sí.

-Es sólo que me pareció raro.
-Estuve fuera, recién regresé.
-Ya veo.
-No te robo más tiempo, suerte con tus compras.
-Uhmm Levi.
-¿Qué pasa?
-No.... no conozco mucho las calles. ¿Podrías ayudarme?
-Está bien pero usa esto. No sería bueno que enfermes en estas fechas.
-Estoy bien...
-No mientas, tus mejillas están rojas- dijo mientras me colocaba su abrigo.
-Gracias.
-Vamos, se hace tarde.

Camine a su lado bajo las luces de diciembre.

En medio de la fría y solitaria noche, él me cubrió y dedico su tiempo para mí. Debo estar soñando.

-Así que, pasarás la noche con tu madre...
-Eso espero, no la he visto desde que comenzaron mis vacaciones.
-Seguramente le gustara lo que compraste para ella.
-Gracias a ti, no hubiera sabido de esa tienda de no ser por ti.
-No hay de que.
-¿Y que hay de ti... la pasaras con tu familia o con amigos?
-No había pensando en ello.
-¿Eh?
-No te preocupes, que tengas buen viaje.

Me hubiera gustado quedarme un poco más junto a él y quizá invitarlo pero de todas formas no es tan simple.

-Levi... ¿Con quién pasaras la noche?

Llegué a mi departamento y deje los regalos en mi armario.

-Nada de husmear, Katie. Oww mi pequeña... adivina a quien me encontré. A tu papi.

La levante en brazos.

-¿Crees que sea atrevido invitarlo?

Mi teléfono vibró entre mis bolsas, tomé la video llamada de mi madre.

-Hola, mamá.
-Hija que gusto verte de nuevo. ¿Por qué no me has llamado antes?
-Lo siento, mamá.
-Bueno, no importa te escucho animada y además no recuerdo que tuvieras ese abrigo... ¿Ha pasado algo interesante o de lo que deba preocuparme?
-Oh esto... es de un chico, me ayudó a elegir un par de regalos para alguien.
-No voy a arruinar la sorpresa así que mejor cuéntame sobre ese chico.

Y una vez más esa situación... ¿Qué debería decir?

-Es de mi instituto, es muy amable y parece una novela pero siempre está ayudándome.
-Me gustaría conocerlo pero sé que no debo preocuparme por mi hija...
-No te preocupes, mamá. Puedes confiar en mí.
-Bien, entonces aprovechemos. Pensaba preguntarte si vendrías en navidad pero qué te parece si mejor voy a tu departamento. ¿Eh?
-Oh sería genial.
-Entonces nos vemos, hija. ¿Crees que puedas...?
-Te prepare algo rico, mamá. Ya soy mayor.
-Lo sé... mi pequeña niña, te extraño.
-Que ya soy mayor, tanto para preparar algo que te dejara boquiabierta.
-Quiero ver eso.
-Bueno, hasta entonces.
-Hasta mañana. Espero que ese muchachito pueda ir también debo agradecerle que mi hija está sonriendo.
-¡Mamá!
-Me recuerda tanto a tu padre y yo.
-¿Eh?
-Nos conocimos a tu edad, fue hermoso. Espero conocerlo.
-Sólo somos amigos... todavía.
-Espera... cuéntame todo ese día.
-Está bien. Voy a dormir, mamá.
-Descansa.

¿Cómo se lo tomará ella?

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