Epílogo.

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—Entonces, eres libre de irte, Hayden

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—Entonces, eres libre de irte, Hayden. Mucha suerte.

Tras un mes en el hospital, recibo el alta médica y el permiso que necesito para poder viajar. La sonrisa en mi rostro lo dice todo, aunque aún no me acostumbro a caminar con muletas pues son incómodas y me general dolor de espalda al cargar el pesado yeso de mi pierna, no veo las horas de salir de estas cuatro paredes.

—¿Emocionada?—pregunta Hope elevando sus cejas. Esta feliz, casi tan feliz como yo. Supongo que es grato saber que vas a recuperar tu vida de a poco porque estuvo de licencia durante todo este tiempo solo para cuidar de mí. —Llamé para confirmar el vuelo, estaremos en primera clase en menos de cuatro horas. Sé que vas a amar Nueva York, hermanita, de verdad, ese lugar es especial.

—Sí, aunque por ahora no haré mucho turismo, sé que debe ser especial—murmuro, acomodando lo poco que queda en la cama.

—Cuando recorras la ciudad te vas a enamorar de todo lo que allí hay, incluso puede ser que te enamores ¿Quién sabe?—menciona tratando de hacer de payaso. Últimamente es lo único que hace, tratar de serenarme y hacerme feliz, aunque pocas veces lo logra.

Durante este tiempo me puse un poco más fuerte. Comencé a caminar con muletas aunque para distancias largas todavía continúo utilizando una silla de ruedas especial donde mi pierna está elevada. Es cómoda pero trato de usarla para no sentirme una completa lisiada.

Los primeros días en los que me quedé sola fueron difíciles. Lloré cada noche por Brendan, incluso lo llamé un par de veces y por más que rogué, el jamás vino. Cuando lloraba por alguna pesadilla y oía su voz, me decía de forma lenta y pausada que no vendría a verme porque no podría dejarme jamás y yo no necesitaba eso, así en vez de socorrerme en persona, me cantaba a través del teléfono alguna melodía hasta quedarme dormida. Y ya luego dejé de llamar.

Si quería hacer un cambio, debía dejar de buscarlo cuando algo me asustara, así que cuando las pesadillas comenzaban solo veía televisión hasta que el sueño era más fuerte que cualquier mal y terminaba despertando al otro día. Fueron pequeños avances que me hicieron mucho más fuerte.

Lo mejor de todo es que sabe que lo amo y sé que me ama. Nuestro acto más grande con el otro fue aceptar la realidad y alejarnos porque estoy segura de que ahora no es nuestro momento.

Sufrimos, nos levantamos, sufrimos otra vez y algo peor que la vez anterior, y nos levantamos de nuevo. Éramos un patrón y todo por cómo comenzó nuestra historia de amor.

Fuimos breves, pero dejamos marcas en el otro que posiblemente serán eternas. Y eso me hace feliz porque sé que el amor que le tengo no cambiará.

Mi hermana conduce por la ciudad y me tomo el tiempo de observar por la ventanilla para poder grabar en mi memoria ciertos lugares. Como la playa donde solíamos correr de niñas, o el aroma del mar cuando está a punto de llegar una tormenta. El sonido de los pájaros que sobrevuelan dando ese toque veraniego que tanto amo y el sol ardiente que convierte California en un eterno verano, un lugar paradisíaco.

Entre Tus Brazos (AQS #4- libro I y II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora