27|| Etapas.

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Negación.

Enojo.

Negociación.

Depresión.

Aceptación.

Las 5 etapas del duelo. Cinco etapas que te hacen ir al infierno y regresar, cinco etapas que mi mente se niega a aceptar.

Toda mi vida fui persistente. Jamás dije que no a nada, y demostré ser más fuerte que la mayoría de personas a mi alrededor. Me levanté sola las veces que me lanzaron al suelo, me levanté cuando mi mente quería jugarme malas pasadas sobre mi cuerpo, y todo lo hice sola.

No necesité de nadie, nadie cuidó de mí, solo era yo y mi mente luchando cuerpo a cuerpo. Y en cada lucha siempre salí vencedora.

Hasta ahora.

Me digo a mí misma que debo levantarme de la cama, que al menos debo caminar por el apartamento y tal vez salir a pasear un rato, sin embargo lo que pienso no llega a mis extremidades. Me siento incapaz, por primera vez.

Siento que estoy en un limbo, la mayoría de las veces. Otras, pienso que estoy en un agujero negro donde no existe puerta de salida, ni siquiera una pequeña raja donde pueda entrar luz. Nada. Solo soy yo sentada en esa habitación oscura sin nadie que me ayude, sin nadie que me salve.

La triste realidad es que tengo a alguien, pero... no quiero ser salvada.

Mi cuerpo me pide descanso, mi mente se apaga sola, como si no pudiera pensar con claridad y entonces hago lo único que puedo hacer y es dormir. es el único momento donde no recuerdo, donde no me ahogo con el llanto y más que nada, donde no hago sufrir a Brendan.

Las 5 etapas del duelo. Joder, creo que jamás superaré la negación, ni la ira. Un día, no recuerdo cuál, ni en qué momento, solo desperté. Estuve durmiendo mucho tiempo, lo supe porque al abrir los ojos los sentía pesados, como irritados, y estaba más que somnolienta, y juro que no quería hacerlo, pero al encontrarme sola en el apartamento lo único en que podía pensar es que mi cuerpo no servía para nada.

Tantos años cuidando qué comía, cuidando de beber la suficiente agua y más que nada, cuidando de no hacerme daño para que fuera tan hijo de puta como para no proteger a mi bebé. Y estaba enojada, joder, Dios sabe que estuve tan enfadada ese día que no medí las consecuencias, ni los problemas que podría traerme, simplemente grité.

Desgarré mi garganta mientras mis manos rompían todo a su paso. Jarrones, ropa, lancé los calzados a cualquier parte, incluso rompí los platos de la cocina, los espejos de la sala, todo. Destrocé un apartamento en cuestión de una hora y hubiera deseado que ayudara, sin embargo no lo hizo.

Tuve un puto ataque de pánico. El aire me faltó, mi cuerpo dejó de reaccionar y no quedaba rastro alguno de la mujer que había estado destrozando el apartamento minutos antes, solo quedaba un atisbo de persona, un desecho humano, en el suelo, en posición fetal, tratando de que al menos un poco de aire entrara en sus pulmones.

Entre Tus Brazos (AQS #4- libro I y II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora